Letras
Carlos Duarte Moreno
Hoy ha muerto mi perro. Un pequeño
perro de mi elección, pálido y triste,
que parecía comprender mi ensueño
y el inmenso dolor que en mi alma existe.
Fue el amigo mejor. Tuvo sinceras
demostraciones para mí. Pasó tranquilas
horas de senectud junto a mi lado
y ante mis penas y mis dudas fieras,
con afecto sublime y abnegado,
lloraron noblemente sus pupilas
sobre la animalidad de sus ojeras……
Me comprendió como ninguno. Puso
en todo su vivir un aire franco,
y cuando al fin de mi placer se impuso
me demostró su regocijo iluso
moviendo el rabo diminuto y blanco.
Al escribir mis versos, se quedaba
mirándome no más, mientras tenía
una actitud filosofal. Callaba
mientras mi pluma en el papel corría.
Y tanto a él y a mí, nos inundaba
una infinita y cruel melancolía…
Fue pobre como yo. Enamorado
del crepúsculo azul, quedaba a veces
fijo en las variaciones del tramonto,
como un poeta magnífico encarnado
en la carne animal; en las flaqueces
de un perro viejo, resignado y tonto.
Mas no fue tonto, no. Inteligente
fue mi difunto, insustituible amigo,
y era correcto y fino cual la gente
que porta guantes y que luce abrigo.
Fue un verdadero can, paciente y hondo
entre otros perros de distintos nombres
pasó en la vida, y tenía en el fondo
más sentimiento que los mismos hombres.
Lo quise y aún lo quiero. Pero no tuvo
la cobardía de volverse atrás;
y porque en todo trance se sostuvo
mientras que vida en sus arterias hubo,
sin ser infiel y no cambiar jamás.
No tuvo funerales, y su entierro
fue sencillo y grave, como todo
sepelio de animal. Sobre mi perro
calló la amarga beatitud del lodo,
sin que contase en su vivir un yerro.
Otros perros han muerto, y otros versos
se han formado también. Justo es que al mío
la escriba en esta vez, aunque hay perversos
que no entienden de tedio y desvarío.
Duerma en paz como todos, aunque crea
en otra vida sin dolor ni punto,
y que la paz de los sepulcros sea
sobre mi pobre perro ya difunto.
Mérida, 14 de julio de 1922.
El Popular. “Página literaria”. Mérida, 15 de julio de 1922, p. 2.