Colonia Yucatán
El “Pato” Francisco Javier González Rubio continuó compartiendo sus recuerdos como empleado de la fábrica de Colonia Yucatán.
“Después suplí a don Rach Campos, que era el que repartía Hielo en la fábrica; yo siempre lo burlaba por su forma de caminar,. Era yo un chamaco bromista. Entonces un día se enfermó. ‘Aistá, como te gusta ser como don Rach,’ me dijeron. Iba con Miguel Gómez, me daba el hielo en pedazos y lo repartía, según les toque a cada departamento. Para mí eso era un vacile, con todos me llevé. Cuando se recuperó don Rach, regresó a su trabajo y a mí me mandaron con Tobita Garrido, en la guillotina, el que vivía al lado de Pepe Gutiérrez.
Yo había visto mucho accidente de guillotina. ‘¡Ten mucho cuidado!, no hagas esto ni aquello,’ me explicó cómo era… Y cometí mi primer error, como estaba muy arrugada la chapa, había que aplastarla para que entre a la guillotina; él tenía una varita, yo no esperé y aplasté la chapa con mi brazo; lo vio y me dice: ‘Lo primero que te dije,’ me jaló el brazo. ‘¡¡NO lo vuelvas a hacer¡¡’ Uuchi… escarmentado.
No tardé allá y me pasaron con Juan Abán en la ensambladora. Me enseñó, solo un tiempo trabajé con él. Cuando eso estaba la canteadora, donde emparejaban el corte de la madera. Ahí estaban Barreiro, el papá de k’iix, y uno que le decían Patrón, no Mugarte, el papá de biscocho, suegro de Juan Cocom, sus hijos son fotógrafos acá.
Luego de eso hubo chance de ir a Permaplay. Al contrario de los otros departamentos, ahí se empezaba abajo y se iba para arriba, hasta terminar el producto. Uno de los que estaban allá era Pedro Narváez, que también era muy relajista, era mi vecino. Nosotros vivimos junto a un señor que le decían don Velillo, otro vecino era Federico Castro, uno que le decían el tigre y su esposa era Ana Sonda; Esteban se llamaba su hijo que estudió conmigo. Comenta discretamente la esposa del Patito: ‘Yo cuidaba a las hijas de Pedro Narváez, su esposa se llamaba Teresa Tun.’
Pues él me explicó lo que iba yo a hacer, y siempre relajeábamos, comenta retomando la plática el concuño del negrito Soberanis. Una de esas estábamos relajeando Pedro y yo, me tira un jab, lo esquivé y le di un gancho… Ahhh le saqué su aire…
Muchacho al fin, a mí me gustaba ir al gimnasio de box a tirar guantes. Estaba yo flaquito, cuando mucho de 55 kilogramos, y entonces iba a tirar guantes con los que boxeaban para que ganen rapidez, porque peleaban con los de acá de Mérida. Te digo, yo tiraba guantes, pero a la hora de los golpes te calientas y ni así me daban. Ramón Pérez, el Caoba le decían, era un moreno cubano que había sido boxeador profesional, los entrenaba; don Tránsito Centeno lo llevó a la Colonia y la compañía le pagaba su sueldo para entrenar a los de Colonia.
Le gustaba que yo tire guantes con ellos, ya que yo era muy rápido, agilísimo. En una de esas, aquel que le decían Argolla –Leocadio Ceballos– me retó: ‘A mí no me bailas,’ me dijo, y empezamos a entrenar; en una de esas le di y ¡pam!, cayó sentado y agarró coraje. Yo lo bailaba, me tiró un golpe con tantas ganas y coraje, pero lo esquivé y se cayó debajo de la mesa donde daban masajes. Había una botella de cristal que se rompió y se cortó la nalga, lo burlaron: ‘eso te pasa por maloso,’ le dijeron. Estaba medio locuaz, pero era a todo dar, era más serio su hermano Gaspar, Elsy Marín fue esposa de Argolla, y Adelaida Arce esposa de Gaspar.
Había en la Colonia un gringo, esposo de doña Amira. Esa tarde no se me olvida: estaba yendo a mi casa y me habló; él vivía cerca de don Panchito Flores, por el hospital viejo; su esposa fue doña Elvira, la primera enfermera que hubo en la Colonia, pariente de Olo Fernández. Pues ese gringo me dice: ‘Muy bueno tú, muy bueno, yo entreno, te llevo, vamos, yo te pulo, vas a ganar mucho dinero.’ ‘Pero yo lo hago por gusto, no por dinero,’ le respondí. ‘Piénsalo,’ me dijo, y se lo dije a mi mamá y uuuta, ainas me agarra a putazos. Yo practicaba deportes y empecé a ir al gimnasio por mi hermano el campeón, para que tire guantes conmigo; una perdió con uno de la Sierra, un moreno, fuerte, desde el primer raund le lesionó el ojo a mi hermano y por decisión perdió. Dany Kid se puso de mote, para que en casa no se enteren que boxeaba, pero no faltó una vecina que lo diga. Una noche que estaba por pelear el campeón, fue mi mamá y lo bajó del ring. No es broma, de veras así fue.
En el cine se daban las peleas, ahí se hacían también las retas. Cada martes había un concurso de canto aficionado. Recuerdo que una vez Ambrosio –Abo– Cetina, esposo de Carmen Be, quería cantar y se presentó a don Panchito Rejón, el director de la orquesta, quien le preguntó ‘¿qué vas a cantar?’ ‘La que sea,’ respondió Abo. Voltea don Panchito a ver al público; ‘qué vas a cantar,’ insiste. ‘La que sea,’ repite el aspirante a cantante. ‘Sí, ya sé, pero dime el título de la canción,’ le dice ya molesto el director musical. ‘La que sea, así se titula la canción,’ le aclaró Abo jajajaa,comenta entre carcajadas el que no aparenta las 80 navidades que ha celebrado a pesar de haber sufrido una intervención quirúrgica del corazón.
Bien, después de Permaplay me pasaron a Lignum, hubo un recorte de personal y me mandaron. Como un año hice. Allá se fabricaba lambrin y puertas de tambor; ahí me di un martillazo muy fuerte que estalló mi dedo. Mira, está plano, y me lo muestra con cierto orgullo, como un recuerdo imborrable de su paso por Medval.
Continuará…
L.C.C. ARIEL LÓPEZ TEJERO