Arte Abstracto
En un artículo anterior escribí de la fascinante relación que existió entre Wolfgang Paalen, Alice Rahon y Eva Sulzer, la cual los llevó a viajar en 1939 desde Europa a Nueva York, y de ahí al Oeste de Canadá, para luego bajar hasta México, pasando por California.
Si bien la llegada de Antonin Artaud a México, en 1936, y después la de André Breton, en 1938, son los dos primeros eventos que marcan la llegada del Surrealismo a México, el arribo de Paalen a nuestro país tendría consecuencias importantes en lo que atañe al devenir del arte nacional, en particular en lo que concierne a la eclosión de la llamada “Ruptura”. Vale la pena recalcarlo, aun si no es una narrativa muy difundida, a pesar del reciente libro de Daniel Garza Usabiaga, El gran malentendido, que trata parcialmente de esta problemática.
El tema es complejo ya que involucra, por ejemplo, el papel que desempeñó Paalen en el desarrollo del Expresionismo Abstracto norteamericano, un fenómeno estudiado por Martica Sawin y Amy Winter. Al respecto, es particularmente significativa la relación que estableció Paalen con Robert Motherwell, quien produjo el famoso Mexican Sketchbook después de una estancia en México en 1941, durante la cual visitó casi cotidianamente el taller del pintor austriaco. Es significativo que los bocetos de este cuaderno, actualmente resguardado en el MOMA de Nueva York, a pesar de ser claramente abstractos, mantengan todavía mucho de la estética surrealista.
Otra figura clave en lo que concierne a la transición del Surrealismo a la “Ruptura” en México es, sin duda, Gunther Gerzso. Se sabe muy bien que este pintor mantuvo una relación estrecha con el grupo de surrealistas que se reunía alrededor de Benjamín Péret y de Remedios Varo en su pequeña casa de la calle Gabino Barreda, en la ciudad de México. Gerzso pintó en ese entonces una serie de obras “a la manera” surrealista, entre las cuales se encuentra El Descuartizado que fuera reproducida en 1944 en la revista VVV, cuyo comité de redacción estuvo conformado por André Breton, Max Ernst y Marcel Duchamp.
Además de este episodio, hay que recordar que fueron Wolfgang Paalen e Inés Amor los que alentaron a Gunther Gerzso a dar a conocer su obra públicamente, para lo que organizaron su primera exposición individual en la Galería de Arte Mexicano en 1950, diez años después de que tuviera lugar, en la misma galería, la Exposición Internacional del Surrealismo organizada por el propio Paalen y el poeta peruano César Moro, bajo el auspicio directo de André Breton.
Si bien es cierto que Paalen se había distanciado del Surrealismo con su famoso texto “Farewell to Surrealism”, aparecido en 1942 en el primer número de la revista DYN, se reconcilió con Breton durante la década de los cincuenta, lo cual pone de manifiesto su apego por ese movimiento.
Todo lo anterior ayuda a entender por qué Gerzso consideraba que su pintura era “una especie de surrealismo abstracto”, a pesar de contradecirse a veces en ese tema. Por lo demás, la importancia que las culturas autóctonas de América tuvieron tanto para Paalen como para Gerzso es igualmente significativa, porque es una de las avenidas que permite trazar un lazo entre el desarrollo de abstracción en México y la estética del México prehispánico. Cabe recordar que el propio Gerzso declaró igualmente que su obra tenía “una gran influencia del arte prehispánico, el cual descubrí en 1946 cuando conocí a Miguel Covarrubias y hablé con Paalen.”
Al respecto, es notable la interpretación que da de su obra Ida Rodríguez Prampolini en su famoso libro El surrealismo y el arte fantástico de México: “Construida, pero a mi juicio no intelectual, la obra de Gunther Gerzso aspira a un orden donde la forma está impregnada de espiritualidad; forma y espíritu se confunden, se integran. El espíritu, al ponerse esa máscara armoniosamente organizada, refinadamente coloreada nos recuerda la representación de Xipe Totec y también su significación.”
Hay que hacer hincapié en el hecho de que la ilustración que acompaña tal definición en el libro de Rodríguez Prampolini es Muro verde, de 1961, una obra plenamente abstracta que, además, lleva el título alternativo de Paisaje de Yucatán, por lo que, al igual que otras obras con títulos tan explícitos como Ciudad Maya, de 1958, o Labná, de 1959, se puede relacionar con el viaje que Gerzso realizó a la península yucateca en 1953, que lo marcó profundamente.
Sea como sea, tanto por su cualidad poética como por los lazos que mantiene con el inconsciente y el universo del mito, la pintura de Gerzso podría fácilmente corresponder a la definición de Breton de la belleza en tanto manifestación de “lo maravilloso”. Por ello mismo, quizás no hubiera estado de más que se incluyera alguna de sus obras en la magnífica exposición dedicada al Surrealismo en el Palacio de Bellas Artes, en la ciudad de México, que se clausuró el pasado 2 de octubre.
ESTEBAN GARCÍA BROSSEAU