Arqueología Maya
IV
MATERIAL ÓSEO
Los huesos del personaje exhumado son de un adulto, probablemente de sexo femenino, de entre 40 y 50 años que medía 1.44 m aproximadamente. Se observó, asimismo, que el cráneo, aunque muy fragmentado e incompleto, mostraba una deformación craneal del tipo tabular oblicuo41. Por otra parte, según el inventario realizado por los antropólogos físicos Andrés del Ángel y Érick Mendoza no se encontró completo ningún hueso (a excepción de tres o cuatro falanges, dos sesamoideos y los dientes).
El esqueleto es el elemento de la tumba que sufrió el mayor ataque por parte de los roedores: gran cantidad de fragmentos fueron arrastrados por los animales a regiones lejanas de su posición corporal. Por ejemplo, tal fue el caso del húmero izquierdo, mismo que se localizó durante la excavación junto al muro norte, mientras que el derecho se encontró en posición anatómica. Un alto porcentaje de los huesos, particularmente las costillas y las vértebras fueron atacados y destruidos (este hecho tiene una razón lógica ya que los huesos de este tipo son los que contienen mayores porcentajes de sustancias nutritivas). La parte frontal del cráneo tampoco fue encontrado in situ y sólo algunos huesos faciales aparecieron en áreas cercanas al cuerpo. Los huesos del peroné no fueron encontrados dentro de la cámara. Los huesos de manos y pies se hallaron casi en su totalidad, pero dispersos.
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El material óseo que compone este entierro sufrió serios procesos de degradación (entre los cuales podemos mencionar sobre todo la desfosfatación: no debe olvidarse que la cripta contó con altos contenidos de ácidos y bases). Leticia Brito42 señala que:
el proceso de diagénesis en el material óseo es el conjunto de cambios físicos, químicos y biológicos que se lleva a cabo en su composición y estructura, como resultado de las reacciones combinadas que se producen entre los componentes del hueso y los del medio en el que se encuentra enterrado. La diagénesis incluye procesos de disolución, precipitación, reemplazamiento mineral, recristalización, crecimiento de cristales y sustitución iónica.43
En este caso el material óseo no se encontraba en contacto directo con una matriz (no estaba enterrado); sin embargo, dados los acontecimientos ocurridos en la tumba que ya han sido comentados con anterioridad, sí sufrió varios procesos de degradación tanto en la parte orgánica del hueso como en la inorgánica.
Inmersos en el estrato del paleosuelo (o sustrato de material petrificado o unido por carbonatos de calcio cristalizados tras las continuas inundaciones que sufrió la cámara) encontramos también una gran cantidad de pequeños fragmentos de huesos. Estos huesos tenían un avanzado grado de degradación (causada, como se mencionó líneas arriba, por la acción directa de productos ácidos y básicos). Muchos de estos fragmentos no fueron susceptibles de ser extraídos del envoltorio funerario y/o del paleosuelo, dada la fuerza del material que los incluía y dado el mal estado en el que se encontraban; además el paleosuelo proporcionaba unidad a algunas secciones del fardo y romperlo implicaba destruir fragmentos de látex, por lo que se desechó de inmediato la idea de sacar los huesos del paleosuelo cuando aparecían dentro de él.
Como puede verse, el material óseo estuvo sometido a procesos muy complejos de alteración y transformación provocando con esto una distorsión en la unidad del esqueleto; sin embargo, gracias al estudio fisiológico realizado por Andrés del Ángel y Érick Mendoza fue posible reconocer la procedencia de gran parte de los fragmentos óseos que se encontraron esparcidos y, ante todo, se pudieron determinar las posibles dimensiones de la persona inhumada en la tumba 1, lo que posteriormente me permitió hacer el molde montaje expositivo del fardo mortuorio con un porcentaje muy bajo de error.
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41 Véase del Ángel y Mendoza, en García y Schneider, 1996, Anexo núm. 5.
42 Cf. Brito, 1992.
43 Brito, 1992: 62.
Renata Schneider
Continuará la próxima semana…