Atisbando en los Recuerdos
Parte II
JOSÉ RUIZ ELCORO & ALFONSO HIRAM GARCÍA ACOSTA
Esta Parte II de “Atisbando en los Recuerdos” continuará dejando constancia de este trío de compositores cubanos que recibieron la Orden “Carlos Manuel Céspedes» por una vida dedicada a la música con el sello de la inspiración caribeña de la Mayor de las Antillas.
Ernesto Lecuona, (La Habana, 1896-Santa Cruz de Tenerife, España, 1963) Compositor y pianista cubano. Excelente pianista, dedicó la mayor parte de su creatividad musical a este instrumento, con obras en las que explotaba, de manera imaginativa y original, los ritmos y las melodías caribeñas. Nacido en el seno de una familia de músicos, sus inicios en la composición fueron muy precoces (escribió su primera canción a los once años). Precisamente han sido sus canciones, más que su música instrumental, las que le han valido el reconocimiento de muchos melómanos. De entre su amplia producción en este campo destacan las tituladas “Andalucía”, “Malagueña”, “Siempre en mi corazón”, “La comparsa”, “El crisantemo”, “Mariposa” y, sobre todo, “Siboney”, su pieza más recordada. Junto a ellas, merecen citarse también las zarzuelas “Rosa la China”, “María de la O” y “El cafetal”, en las que supo encontrar un estilo propio, independiente de los modelos tradicionales españoles y con ciertos puntos de contacto con la comedia musical estadounidense
Ernesto Lecuona se dio a conocer como precoz y extraordinario pianista: con sólo diecisiete años se graduó en el Conservatorio Nacional con Medalla de Oro en interpretación. Durante los años siguientes consiguió éxito internacional como intérprete, dando conciertos en La Habana y Nueva York; en esta ciudad comenzó a profundizar en la composición, que se convertiría en su actividad principal. A lo largo de su vida, Lecuona se mantuvo muy activo profesionalmente: actuó en teatros y salas de España, Cuba y Latinoamérica como compositor, pianista y director. Fundó además los grupos “Havana Symphony” (con Gonzalo Roig), la “Lecuona Cuban Boys Band” y “La Orquesta de La Habana”. Durante algunos años, tocó el piano en la discoteca madrileña “Long Play”, cercana a la Gran Vía. Murió en Santa Cruz de Tenerife, a donde había viajado para conocer la tierra natal de su padre.
Lecuona se dedicó también al cine, componiendo un total de once bandas sonoras para estudios cinematográficos de Hollywood, España y Latinoamérica. En 1942 fue nominado para un Premio de la Academia por la música de la película “Always in my Heart”, una producción de la Warner Brothers. Otra banda sonora para Hollywood fue la de “All This and Glamour Too” (1938), en la que se interpretan los temas “Siboney” y “When You’re in Love”. Para la película “Under Cuban Skies” creó los temas “Free Soul” (1931), “Susana Lenox” (1931), “Pearl Harbor” (se desconoce el año de composición) y “The Cross and the Sword” (también de fecha desconocida). Películas realizadas fuera de los Estados Unidos para las que el compositor hizo la banda sonora son “María de La O” (México), “Adiós Buenos Aries” (Argentina) y “La Última” (Cuba).
Pero su popularidad procede sobre todo de su talento melódico: llegó a componer un total de 406 magníficas canciones, muchas de las cuales se convirtieron en grandes temas que serían adaptados con arreglos diversos a lo largo de los años, con varias combinaciones vocales e instrumentales, realizadas tanto por Lecuona como por muchos otros músicos. Escribió también operetas, ballet, zarzuelas, revistas y ópera. Son especialmente recordadas por su calidad las zarzuelas ya citadas (“María de la O”, “El cafetal” y “Rosa la china). Su obra más ambiciosa fue la ópera “El Sombrero de Yarey”, en la que estuvo trabajando durante varios años y que no llegó a representarse; gran parte de las partituras se perdieron.
Lecuona compuso también más de 176 piezas para piano solo, entre las que se cuentan las seis piezas que componen la Suite Andalucía: “Córdoba”, “Andaluza”, “Alhambra”, “Gitanerías”, “Guadalquivir” y “Malagueña”. Otras obras conocidas son “Ante el Escorial”, “Zambra gitana”, “Aragonesa”, “Granada”, “San Francisco el Grande”, “Aragón” y “La habanera”.
De sus 37 obras para orquesta (que incluyen tres para piano y orquesta) la más famosa es “Rapsodia Negra”, una fantasía basada en temas de su zarzuela “El cafetal. Lecuona raramente orquestaba sus obras, dejando esta labor para amigos y colegas. Muchas de sus piezas para orquesta, como la “Rapsodia Negra”, son popurrís basados en temas de otras composiciones suyas. A menudo utilizaba el término mosaico para describir su obra.
Viví con los continuadores de la obra de este excelente músico: con Félix Guerrero, Director de la orquesta sinfónica del gran Teatro de La Habana, y su esposa la soprano Lucy Provedo. Invitado también con el musicólogo “Pepe” Ruiz Elcoro, nos recibieron siempre en su casa de Marianao en mis estadías habaneras; los fines de semana teníamos una invitación a la descarga musical en su hogar, con magníficos pianistas y cantantes cubanos e invitados de otras naciones de América. Félix y Lucy, junto con sus padres, son maravillosos anfitriones. Me sentía como en mi casa cubana, entre acordes musicales. Lecuona fue eje, como tantos otros que les visitaban, para llenar la noche con las estrellas de Marianao y los arpegios del piano de cola de su domicilio. Las noches se transformaban en gratas veladas culturales.
En un concierto de Lucy Provedo, en el teatro del “Museo de la Música de Cuba”, la soprano me presentó a Esther Borja -la mujer símbolo de la obra de Lecuona. Esa inolvidable tarde-noche, fui acompañado por la cantante predilecta de Lecuona y por la soprano Lucy Provedo. Lucy la llevó al recital donde cerró, como en todas sus actuaciones, con “Noche Azul”.
Convivimos posteriormente con el Director del “Museo de la Música de Cuba”, mi amigo el Lic. Jesús Gómez Cairo. Nos ofreció un ambigú de escaladas, bocadillos y refrescos, compartiendo hasta ya noche.
Ahora, Lucy y “Pepe” Ruiz Elcoro radican en la Florida, desde donde continuamos la amistad. Lucy ahora se encarga de dar a conocer el origen de la música antillana en conciertos y Universidades de la Florida.
De Esther Borja tenía muchos recuerdos a través de sus biógrafos y del concertista Nelson Camacho que, a partir del fallecimiento de Lecuona, se dedicó a dar conciertos en algunos países, entre ellos la Sala “Netzahualcóyotl” de México, interpretando la obra de Lecuona. La hija de Nelson se llama Esther, en honor a esta mujer que fue parte de la vida de Lecuona. Cuando llego a La Habana, voy a su domicilio a tomar mi primer buchito de café, desde luego con música de piano.
También conversé mucho con Eduardo Ramos, Director de la Banda de Música de La Habana, a quien conocí en la UNEAC. Quien me presentó a Eduardo fue el Dr. en Música José Loyola Fernández. Eduardo ahora ocupa un nuevo plano astral, pero sus interesantes pláticas sobre Lecuona y su obra era tan amenas que las horas no parecían tener límite.
Escribir sobre Lecuona da para hacer varios libros, pues fue una vida fecunda en todos los campos que se le mire; me siento afortunado de contar con la amistad de quienes trabajaron con él y han inmortalizado su vida en la historia de la música cubana.
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