Letras
José Juan Cervera
Los mitos se alojan en el inconsciente colectivo y palpitan vigorosos en la constante recreación de sus orígenes. Perviven en el lenguaje figurado y en prácticas de cuño secular, en creencias que se adaptan a circunstancias nuevas, y en representaciones diversas de motivos fundacionales. Su presencia en la literatura ocupa la vastedad de los territorios que fecunda su savia primigenia.
La fuerza de los mitos que la racionalidad occidental juzga anticuados sigue viva ante el desconcierto de una especie humana empeñada en borrar los ecos de su ser arcaico, pretendiendo distanciarse de las regiones nebulosas y agrestes sobre las que se erige la civilización, cuyos frutos la enorgullecen a la vez que la indignan, prometiéndole sueños de opio y constriñendo sus impulsos más hondos.
El arte, en todas sus modalidades, echa mano de contenidos mitológicos para remover sustratos culturales que se vislumbran en momentos de fortuna; se explica así que obras como el Popol-Vuh se perpetúen en versiones diversas: desde la del padre Ximénez, que trascendió los ámbitos vernáculos, hasta las que con intermitencia se añaden a una lista profusa. Aparte de las europeas, estadunidenses y guatemaltecas, Yucatán cuenta varias elaboradas en su suelo o forjadas con su sensibilidad, como la que el Departamento Cultural del Partido Socialista del Sureste patrocinó en 1923; Ricardo Mimenza Castillo hizo notar su importancia para estimular “la inspiración de nuestros poetas y artistas para quienes será un venero de temas interesantes y nuevos”. La de Ermilo Abreu Gómez (1941), cuyas primicias aparecieron en el Diario del Sureste, registra varias reimpresiones.
Jesús Azcorra Alejos publicó la suya en 1999, a la que dio continuidad parcial en Otras leyendas mayas y quichés (2001). En 2008, el Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Chiapas, con apoyo del Fondo Regional para la Cultura y las Artes de la Zona Sur, editó el catálogo de una muestra pictórica que toma como referencia el libro del pueblo quiché, con la intervención de creadores de Veracruz, Tabasco, Campeche, Quintana Roo, Yucatán y Chiapas, iniciativa que condensa los alcances integrales de la experiencia artística. También destacan las traducciones al maya yucateco auspiciadas por instituciones del sector público: la Secretaría de Educación del Gobierno del Estado de Yucatán (2012) y la Secretaría de la Cultura y las Artes de Yucatán (2013).
El maestro Roldán Peniche Barrera es autor de Aventuras de Cazador y Pequeño Tigre (Instituto de Cultura de Yucatán, 2009), una adaptación gozosa del Popol-Vuh, que con un gran sentido del equilibrio concilia el apego respetuoso al espíritu del texto con una genuina pulcritud compositiva y con fluidez de expresión; sus ilustraciones de portada e interiores son de Manuel Lizama. Como antecedente fragmentario de este trabajo figura el trazo evocativo de Camazotz, el murciélago infernal que decapitó al héroe Hunahpú en una de las estancias de tortura de Xibalbá, incluido en Veneración del dios efímero y otros relatos (1993), signo de la larga familiaridad del escritor yucateco con la obra del grupo étnico centroamericano.
La versión del maestro Roldán preserva la belleza imaginativa y el trasfondo ético de las historias del Quiché. Aventura la hipótesis de que fueron al menos dos los redactores de la obra en tiempos de la dominación colonial, que se basaron en un corpus prehispánico que la oralidad contribuyó a transmitir a varias generaciones, dando curso a una secuencia ritual en medio de una cultura impregnada de creencias extranjeras, que inevitablemente se filtraron en el relato.
El dominio pleno del arte del lenguaje se manifiesta en la edición comentada con la intensidad y la sutileza que los escritores experimentados logran para deleite de quien los lee, honrando las conexiones profundas que ligan el fondo y la forma, la oralidad y la palabra escrita, el vocabulario y la emoción, el ritmo y el entendimiento. La conciencia de esta unidad esencial se hace visible en el volumen, realzando los componentes fundamentales del también llamado Libro del Consejo en aspectos como el significado de la procreación, los principios que regulan el orden cósmico y la concurrencia simbólica del maíz como sustancia providente de la vida humana. Estos valores subyacen en el desarrollo de los acontecimientos que envuelven a los personajes, mostrando pasiones, actitudes y rasgos de comportamiento afincados en la gratitud, la humildad, la misericordia, la astucia, la vanidad, la insensatez y la malevolencia, con caracterizaciones equivalentes en todos los tiempos y lugares.