Educación Maya
XIV
LA EDUCACIÓN SISTEMÁTICA EN LA CIVILIZACIÓN MAYA
LA MORAL
A lo largo de este trabajo, sustentamos la tesis de que la buena educación entre los mayas fue, desde los más remotos tiempos, el impulso que los llevó a su admirable civilización, y cuya persistencia ha logrado la supervivencia de los rasgos culturales que los hacen identificables a pesar de los sometimientos y disgregaciones que han padecido.
De manera sistemática, entre los mayas educaba el hogar, el sacerdocio, el gobierno, la comunidad entera.
La educación del hogar era ruda y comenzaba al momento del nacimiento, cuando, según Landa, al niño se le mantenía desnudo para hacerlo sano y fuerte; aunque hubo comunidades con ritos de nacimiento distintos, como veremos más adelante. La presentación ante el sacerdote, que era casi inmediata, servía, entre otras cosas, para conocer lo que el calendario ritual le auguraba al infante, y el oficio que le correspondía; con ambos anuncios, los padres tomaban prevenciones para el enfoque de la educación. Este rito, parece que al contacto con el cristianismo deja de practicarse.
Remedo de tal presentación, Carmen Romero de Nieto57, supone la ceremonia del hets’mek, vigente todavía en algunos lugares del medio rural de Yucatán. Se hace a los tres meses de edad a las niñas, y a los cuatro a los varones, cuando las madres, para sentir menor el peso del pequeño, comienzan a cargarlo a horcajadas sobre la cadera. Con dos meses de anticipación, son invitados quienes serán padrinos, de preferencia esposos, aunque puede ser uno solo o formar pareja con otra persona. El niño es ataviado con ropas nuevas, obsequiadas por los padrinos, quienes lo abrazan en posición de hets’mek y giran alrededor de una mesa –que en tiempos anteriores parece que fue un petate– en la que ponen algunos alimentos, sin que falten huevos sancochados y desmenuzados. Las vueltas que dan los padrinos alrededor de la mesa pueden ser nueve o trece y son contadas por algún miembro de la familia, para lo cual depositan un grano de maíz cada vez que se da una vuelta. El segundo padrino gira en sentido contrario al primero. Durante todo este tiempo cada uno aproxima al niño instrumentos de trabajo de acuerdo con su sexo. Actualmente es común poner en sus manitas cuaderno y lápiz.
La investigadora Romero, en los pueblos y rancherías donde presenció la ceremonia, observó variaciones interesantes; por ejemplo, que los instrumentos de trabajo los llevaron niños que caminaban dando vueltas delante de los padrinos; o que a una niña, la madrina la paseara por los distintos sitios de la casa donde las mujeres realizan sus quehaceres, como el lavadero y la cocina, y le mostrara batea, ollas, máquina de coser, etc.
No encontramos datos sobre la antigüedad de esta ceremonia, pero sí la explicación de algunos símbolos: la edad de cuatro meses en que se acostumbra hacerla a los niños está relacionada con los cuatro lados de la milpa, y la de tres meses a las niñas, con las tres piedras del fogón en el hogar, lugares de sus tradicionales ocupaciones; los trocitos de huevo que se les dan a comer activan su inteligencia y buenos sentimientos; el crujir de las pepitas de calabaza tostadas que se ponen en la mesa o están en el comal al tiempo de la ceremonia, despiertan su inventiva. En relación con estas creencias, algunos hogares del medio rural acostumbran, en los primeros meses de la vida del niño, poner, debajo de su hamaca, instrumentos de trabajo.
Al concluir la ceremonia puede haber un convite, pero lo que nunca falta es el abundante guiso que se da como presente a los padrinos, a quienes se agradece el parentesco espiritual que han contraído.
La investigadora Romero considera que el hets’mek es el antiguo acto religioso que ha pasado a ser mágico; para nosotros, no deja de ser un hecho con intención educativa que fomenta vínculos afectivos entre la comunidad, que mucho pesaban en la educación de los mayas antiguos y que, en la actualidad, es sano conservar.
El destete, a los tres años, señalaba el inicio de una educación enmarcada en normas de conducta para hacer a los niños útiles a la comunidad, que les permitía comenzar a ser parte activa en las ceremonias religiosas y les daba ciertas obligaciones. Hacían una ceremonia a la que concurrían numerosos invitados, y su importancia estaba en que en ella se establecía la diferencia de funciones entre los sexos. Los varones comenzaban a usar ex, y las niñas, hipil; a los varones se les ponía en la cabeza, pegada a los cabellos de la coronilla, una conchuela blanca, y a las niñas, por medio de un cordel, se les sujetaba también una conchuela que les cubría sus partes pudendas. Ambos símbolos sexuales sólo podían ser retirados en el momento de la siguiente ceremonia que Landa denominó bautismo, y que en lengua maya era kaput sihil, nacer de nuevo.
En el kaput sihil se concluía la educación atendida por los padres, apoyada por la comunidad y el sacerdocio. Para ello se reunía a los adolescentes de ambos sexos en un sitio que previamente limpiaban, adornaban y purificaban, como purificados debían estar todos los asistentes –igual que cuando asistían a los sacrificios– por ayunos y continencias. En filas distintas, varones y niñas eran objeto de diversos ritos, siendo el principal untarles agua virgen en diversas partes del cuerpo, lo que valió a la ceremonia la denominación de bautismo. Sahumerios, comidas, bebidas, gran pompa y religiosidad acompañaban al acto que permitía el ingreso de los varones al grupo de quienes adquirían responsabilidades sociales de toda índole, y a las mujeres, previamente instruidas por sus madres, la capacidad para ejercer con decoro las funciones de esposa y madre. Ahí se quitaba a los hombres la conchuela de la cabeza, y a las mujeres se les cortaba el hilo que sostenía la suya; algunos dicen que a ellas esto era hasta el día de su matrimonio. Las mujeres seguían siendo vigiladas en su conducta moral y ayudadas en el perfeccionamiento del desempeño de labores domésticas, alfarería y tejidos. Fuera del hogar podían participar en las labores del campo o ejerciendo cierto tipo de comercio en escala muy pequeña; prácticamente vivían al margen del desarrollo cultural, de la liturgia y aún de la política, salvo raras excepciones que la historia consignó. Sin embargo, en su marginación, la mujer maya no era precisamente sojuzgada. Landa dice que los hombres comenzaron a maltratar a sus mujeres cuando los españoles les dieron el mal ejemplo.
En cuanto a los jóvenes, podían continuar su educación en la “casa de jóvenes”, institución que se ubicaba en una casa grande y especial a la que asistían niños desde los ocho años y permanecían en ella hasta los veinte. Se ignora su nombre maya, y los informes que se tienen son variados, por lo que se supone debieron existir diversos tipos, según la condición social de los asistentes. Ahí se separaba a los jóvenes del ambiente doméstico, y sin privarlos de acudir al hogar, donde seguían siendo fortalecidos en principios morales y prácticas ocupacionales, se les preparaba para integrarlos definitivamente a la comunidad. Los métodos educativos de la casa de jóvenes, aunque rígidos, no debieron ser represivos, pues las fuentes asientan como principal actividad ritual el juego de pelota y una especie de juego de dados. La abstinencia sexual no era impuesta. Diego de Landa explica:
Usaban tener en cada pueblo una casa grande y encalada, abierta por todas partes, en la cual se juntaban los mozos para sus pasatiempos. Jugaban a la pelota y a un juego con unas tabas como a los dados y a otros muchos. –Dormían aquí todos juntos casi siempre hasta que se casaban–.58
Fray Bartolomé de las Casas, acerca de esta institución, aporta algunos datos que Landa no consigna, como la protección por parte de los círculos gubernamentales, lo cual acaso en Yucatán, al tiempo de la Conquista hubiera decaído como resultado del desmembramiento político existente. Aun así, las casas de jóvenes mantenían sus fines primordiales: afianzar la solidaridad comunitaria descartando el egoísmo y la rebeldía, fomentar el espíritu cooperativo, la cordialidad, la honradez y sumisión e integración de las ceremonias del culto. En síntesis, de acuerdo con los intereses de la organización maya, llenaba uno de los fines que según Vasconcelos persigue la educación: “modelar a los hombres para el desempeño de una función social”. En cuanto a ocupaciones e impartición de conocimientos científicos, ya mencionamos que seguían a cargo de los padres o de los círculos sociales a que pertenecían.
De los principios morales que se imponían, tanto en la casa de jóvenes como en los hogares, Ana Luisa Izquierdo59, previo escudriño de textos, nos hace los siguientes señalamientos:
Uno de los valores más importantes fue el colectivismo, había que anteponer siempre a los valores personales los de la comunidad. Es decir, que toda actuación debía estar guiada por una conciencia social colectiva, y desarrollarse dentro de ella. Al niño se le inculcaba un profundo sentimiento de que el ideal moral más elevado era responder a los intereses y necesidades propias de la colectividad…
La obediencia era reconocer la autoridad moral de las jerarquías político-religiosas, de los ancianos y de los padres, así como cumplir todos sus dictados.
La significación religiosa de la existencia del hombre maya implicaba que otra de las conductas morales supremas fuera la piedad. Además de respetar y venerar las cosas santas, los mayas debían realizar todos los rituales prescritos, las ceremonias familiares diarias, los rituales del ciclo de vida y las grandes celebraciones colectivas, en las que estaban incluidas oraciones, procesos rituales, continencias, ayunos, autosacrificios y sacrificios de diversos tipos.
Solidaridad comunitaria, obediencia y piedad eran las virtudes básicas que conducían la vida de niños, jóvenes y adultos, ya fueran hombres o mujeres. En el pensamiento maya todas ellas eran concomitantes. Individualismo, impiedad, soberbia, codicia y envidia, eran actitudes que constantemente aparecen reprobadas en los textos mayas como miserias causantes de la ruina de los pueblos.
Ya asentamos que en la “casa de jóvenes” no había abstinencia sexual, por el contrario. Landa afirma que tenían acceso a ella las mujeres públicas para prevenir prácticas homosexuales, sin embargo:
Salvaguardar la moral sexual fue un anhelo constante en la sociedad maya, y nos indica la importancia religiosa y comunitaria que tuvo para ellos la generación. Ésta, por ser el principio alimentador de la energía social, tenía que ser severamente reglamentada, y reducida al ámbito familiar, para así asegurar que la procreación fuera la base del engrandecimiento comunitario.60
La educación de las mujeres era muy rígida. Landa indica:
Acostumbraban volver las espaldas a los hombres cuando los topaban en alguna parte, y hacerles lugar para que pasasen, y lo mismo cuando les daban de beber, hasta que acababan de beber. Enseñan lo que saben a sus hijas y críanlas bien a su modo, que las riñen y las adoctrinan y hacen trabajar, y si hacen culpas las castigan dándoles pellizcos en las orejas y en los brazos. Si las ven alzar los ojos, las riñen mucho y se los untan con pimienta… Dicen a las mozas indisciplinadas por mucho baldón y grave represión, que parecen mujeres criadas sin madre.61
A cambio de tan exigente conducta, las mujeres recibían consideraciones especiales. Por ejemplo, el mismo Landa consigna, en relación con el adulterio:
Que tenían leyes contra los delincuentes y las aplicaban mucho, como contra el adúltero a quien entregaban al ofendido para que le matase soltándole una piedra grande desde lo alto sobre la cabeza, o lo perdonase si quería; y que a las adúlteras no daban otra pena más que la infamia, que entre ellos era cosa muy grave: y al que forzase doncella lo mataban a pedradas.62
Casos curiosos de esta protección a la mujer, persisten en el medio rural, cuando la autoridad de los padres sobre los hijos casados aun es respetada. En fecha reciente supimos de una suegra que, al enterarse de que su nuera parturienta había tenido cierta dificultad durante el alumbramiento, la acompañó por varias noches para evitar, discretamente, algún intento sexual de parte de su hijo. Aunque su proceder fue entendido, nadie la criticó ni se opuso.
Los conocimientos científicos, los oficios, las ocupaciones, parece que se adquirían de acuerdo con los linajes que los poseían, aunque es posible que no hubiera riguroso impedimento para que elementos con capacidades tuvieran acceso a determinados gremios.
Sobre las enseñanzas impartidas en los templos, Landa refiere:
Que enseñaban a los hijos de los otros sacerdotes y a los hijos segundos de los señores que les llevaban para esto desde niños, si veían que se inclinaba a este oficio. Que la ciencia que enseñaban era la cuenta de los años, meses, y días, las fiestas y ceremonias, la administración de sus sacramentos, los días y tiempos fatales, sus maneras de adivinar, remedios para los males, las antigüedades, leer y escribir con sus letras y caracteres en los cuales escribían con figuras que representaban las escrituras… y que algunos señores principales sabían de estas ciencias por curiosidad, y que por esto eran más estimados aunque no las usaban en público.63
Los mismos sacerdotes, con intereses en ocupaciones distintas a las que podían encontrar en el templo, las practicarían fuera de él, lo cual no debió ser raro cuando de verdaderos maestros se trataba, tal como es presentado Zamná, recorriendo con su séquito las tierras mayas.
Pero bien hubiera sido en el interior de los templos o fuera de ellos, la educación continuada, integral, activa, con memorizaciones, respetuosa del indispensable principio de autoridad, fue la que hizo que nacieran y se multiplicaran los conocimientos que crearon la civilización maya.
Había un período en la niñez de los mayas, a partir de los tres años, cuando comenzaban a participar en ceremonias religiosas, con anterioridad al ingreso de los varones a la “casa de jóvenes”, al que Landa se refiere diciendo: “Nunca paraban de andar con arcos y flechas y jugaban unos con otros y así se criaban hasta que comenzaban a seguir el modo de vivir de los mancebos y tenerse en su manera de más, y dejar las cosas de niños.”64
O sea que nos presenta un panorama educativo que llena las exigencias de libertad de movimiento que tienen los niños de esa edad, que satisface sus ansias de frecuentar, también libremente, variados espacios en sus juegos también libremente escogidos por ellos; ideal educativo para muchos pedagogos, que los proveía de mente abierta y creativa, ágil para la intuición que los conducía a la señalada habilidad de que siempre dispusieron para aprovechar convenientemente nuevas experiencias, característica que en todas sus manifestaciones culturales se percibe a lo largo de su historia.
Cuando, a pesar de la participación de los niños en actos religiosos desde los tres años, el adoctrinamiento en la “casa de jóvenes” y las frecuentes ceremonias públicas –todas ellas formas de imposición religiosa, percibimos que la educación llenaba su cometido, se hacen oportunas las consideraciones de Savater cuando se refiere a la instrucción que tuvo en la dictadura franquista, y sus efectos: “Podemos confiar en que las individualidades bien dotadas se las arreglan para superar sus deficiencias educativas, como siempre ha ocurrido. Al igual que todo empeño humano ––y la educación es sin duda el más humano y humanizador de todos– la tarea de educar tiene obvios límites y nunca cumple sino parte de sus mejores ¡o peores! propósitos. En cualquier educación, por mala que sea, hay los suficientes aspectos positivos como para despertar, en quien la ha recibido, el deseo de hacerlo mejor con aquéllos de los que luego será responsable. La educación no es una fatalidad irreversible y cualquiera puede reponerse de lo malo que había en la suya.”65
Quizá posteriores investigaciones conduzcan a métodos o técnicas de enseñanza empleadas por los antiguos maestros mayas. Por hoy, son los efectos los que hablan de la eficacia en la transmisión de su cultura en constante evolución, efectos que brevemente abordaremos.
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57 Romero de Nieto, 1982:28.
58 Landa, 1986: Capítulo XXX
59 Izquierdo, 1983:27.
60 Izquierdo, 1983:27.
61 Landa, 1986: Capítulo XXXII.
62 Landa, 1986: Capítulo VIII.
63 Landa, 1986: Capitulo VII.
64 Landa, 1986: Capítulo XXX.
65 Savater, 1997:15.
Candelaria Souza de Fernández
Continuará la próxima semana…