Letras
Rocío de Juambelz
Así comenzó la última de las oportunidades.
Tenían frente a ellos una máquina del tiempo y la posibilidad de ir donde quisieran.
Ella preguntó: “¿Se puede imaginar el futuro?”
El chico, con el rostro iluminado, le respondió con emoción: “¡Mejor vamos a vivirlo!”
Se subieron a la máquina con un nervioso cosquilleo recorriéndoles las venas; la encendieron y todo empezó a girar, miles de chispas los rodeaban; en cada vuelta veían todo y nada.
La nave por fin se detuvo, ellos se miraron asombrados como quien mira los colores por primera vez.
Era el año 1805 cuando todo comenzó, cuando esos viajes sin fin los hicieron esclavos del tiempo. Fue entonces cuando se dieron cuenta de lo mucho que disfrutaban su vida en el presente, en su presente… pero ¿cómo volver?
Pasaban de un año a otro sin poder controlar las fechas.
En uno de aquellos viajes llegaron a un pasado más cercano. Eran las postrimerías de 1975, pero ellos deseaban regresar al siglo XXI, o quizá irse a un lejano futuro que les enriqueciera la vida para gozar lo que aún no existía.
Al cambiar la programación, la máquina los hizo girar nuevamente, pero esta vez en sentido opuesto. Cayeron en un futuro, tan futuro, que los llenó de miedo y vacío. Miraron el tablero del equipo: 2190. Cuando se instalaron, descubrieron que el futuro no era como lo habían imaginado. No había nada, solo desierto y oscuridad. No querían estar ahí. El mañana no existía y, sin saber a ciencia cierta qué hacer, intentaron volver a su tiempo.
Subieron de nuevo a la máquina, apretando los botones a diestra y siniestra para escapar de ese infierno.
Un fuerte estallido llenó de humo la cabina y las vueltas se hicieron interminables…
Cuando la nave se detuvo, cayó estrepitosamente sobre un suelo duro como piedra y se rompió en mil pedazos. La máquina había vuelto al pasado, pero solo con ella. Solo ella. ¿Dónde estaba Jimmy? La chica lloró.
Ella se quedó en aquel fatídico año de 1835, completamente sola y sin poder volver a su tiempo ni a su amor.