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La Educación Maya – VII

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Educación Maya

VII

LA ESCRITURA

Se ha hecho costumbre poner énfasis en que la escritura fue entre los mayas un privilegio de las clases altas y que la casi totalidad del pueblo, que no la poseía, se encontraba en la ignorancia; que una élite disponía de los conocimientos científicos y era la que vivía en condiciones de holgura y comodidad, en tanto que la mayor parte de la población padecía carencias económicas y culturales.

La división social entre los mayas no ha sido del todo aclarada, pero aunque política, social y económicamente se aprecia, en ciertos lugares y épocas, una marcada división que afectaba aún las concepciones religiosas, es posible que culturalmente, en cuanto a artes, oficios y ocupaciones en general se refiere, no existiera una división drástica, lo que pudo redundar en la aplicación de prácticas educativas benéficas para todo el pueblo, y en el logro de una sana cultura general.

Se conoce una bien marcada clasificación de oficios, a la que debió llegarse después de la consolidación de sus organizadores: el sacerdocio y la administración pública, que podían estar identificados: la clase militar, los comerciantes, artesanos y campesinos.

Los esclavos, que sí existieron, no formaban parte de esa sociedad, sino que estaban supeditados a gente de cualquier nivel, pues su situación provenía de haber sido hechos prisioneros de guerra, de haber perdido la libertad a causa de algún delito, o por orfandad; podían cambiar de dueño por cesión o venta, y su ocupación era la que les asignaban sus amos. La estratificación ocupacional estaba marcada por los tipos de viviendas y sitios en que estaban asentadas y también eran distintivos los atuendos e implementos de que se proveían, de acuerdo con sus condiciones de vida y de trabajo, sin que parezca que entre los distintos estratos existiera incomunicación estricta o prohibición para la adquisición de conocimientos. La falta de discriminación en cuanto al desempeño de ocupaciones, lo confirma la función de los horóscopos interpretados por los sacerdotes para señalar los oficios de los niños cuando nacían.

La escritura, creación posiblemente de los sacerdotes, que a través de las centurias fueron perfeccionando, y cuyos orígenes se remontan a la época preclásica, aunque sólo hubiera sido utilizada para consignar hechos históricos y políticos sobresalientes, y su función hubiera tenido fines rituales, de perpetuación mítica y consignaciones calendáricas y astronómicas, no debió constituir un secreto, puesto que la manejaban escultores, talladores y pintores. Una significativa referencia a ella encontramos en la Relación de las cosas de Yucatán, de Fray Diego de Landa (capítulo XLI): “Usaba también esta gente de ciertos caracteres o letras con las cuales escribían en sus libros sus cosas antiguas y sus ciencias, y con estas figuras y algunas señales de las mismas, entendían sus cosas y las daban a entender y enseñaban. Hallámosles gran número de libros de estas sus letras, y porque no tenían cosas en que no hubiese superstición y falsedades del demonio, se los quemamos todos, lo cual sintieron a maravilla y les dio mucha pena”.

El Dr. Pedro Sánchez de Aguilar, todavía en 1613, puede proporcionarnos, entre otras las siguientes importantes noticias sobre escritura labrada en piedra: “Contauan sus eras y las assentauan en sus libros de veinte en veinte años, y por lustros de quatro en quatro… y llegando estos lustros a cinco, que hazen veinte años, llamauan Katún, y ponían una piedra labrada sobre otra piedra labrada fixada con cal y arena en las paredes de sus templos o casas de los Sacerdotes; y esto se ve el día de oy en los edificios, que tengo referido, y se podrá ver en las paredes, sobre que edificaron las celdas los Religiosos en el conuento desta ciudad, (se refiere a Valladolid) que caen al sur, que son paredes y bouedas de los antiguos; y esta hazian para memoria perpetua en un pueblo, que es de la encomienda de mi madre, llamado Tixuahlantun, que quiere decir lugar donde se pone una piedra labrada sobre otra: de suerte que este pueblo era como entre nos el archivo de Simancas “13.

Mucho de lo prehispánico escrito por los mayas, pasó a formar parte de lo perdido de manera irreparable. Los libros conocidos como códices, fueron destruidos casi en su totalidad. Se recuerda con frecuencia, con la misma frecuencia con que se cita su Relación de las cosas de Yucatán, el auto de fe de Maní perpetrado por Landa, en el que, al tiempo que de diversas maneras se torturó a supuestos herejes, fueron condenados al fuego, junto con multitudes de ídolos, altares, vasos, 27 rollos de signos y jeroglíficos en piel de venado14. El propio Landa diría en su insustituible Relación: “Que escribían sus libros en una hoja larga doblada con pliegues que se venía a cerrar todas entre dos tablas que hacían muy galanas, y que se escribían de una parte y de otra a columnas, según eran los pliegues; que este papel lo hacían de las raíces de un árbol y que le daban lustre blanco en que se podía escribir bien” 15. Sánchez de Aguilar proporciona otros datos: “Tenían libros de corteza de árboles con un betún en blanco y perpetuo de 10 a 12 varas de largo, que se cogían doblándolos como un palmo, y en estos pintaban con colores la cuenta de sus años, las guerras, pestes, huracanes, inundaciones, hambres y otros sucesos; y por uno de estos libros que quité a unos idólatras, vi que a una peste llamaron ‘mayacimil’… Otras y muchas cosas de su gentilidad supiéramos los Curas y Ministros, y por ella como por símiles, o refutándolas, les predicáramos en su lenguaje propio y natural.

Pero los primeros Religiosos recogieron y quemaron estos libros inadvertidamente”16. A pesar de esta observación, en 1608, cuando el Dr. Pedro Sánchez de Aguilar informó sobre sus servicios en la reducción de idólatras, declaró haber presentado ante el gobernador D. Carlos de Luna y Arellano, tres libros que junto con ciertos ídolos sacó de Cehac y Pole17. Fray Diego López de Cogolludo, lamenta, entre los hechos de la conquista de Yucatán: “Los religiosos de esta provincia, por cuya atención corrió la conversión de estos indios de nuestra santa fe católica, con el celo que tenían de que aprovechase en ella; no sólo demolieron y quemaron todos los simulacros que adoraban. Pero aún todos los escritos (que a su modo tenían) con que pudieran recoger sus memorias, y todo lo que presumieron tendría motivo de alguna superstición o ritos gentiles” 18.

Los únicos libros conservados, son los llamados códices: de Dresde encontrado en Viena en 1739; de Madrid, descubierto en dos partes, una en 1866 y la otra 1875 ambas en España; el de Paris, descubierto en esta ciudad en 1855. Los tres llevan los nombres de los sitios donde se hallan. Por último, existe el códice de Grolier, nombre de la galería de Nueva York, donde se exhibió por primera vez: “hace aproximadamente 30 años, fue hallado por unos ladrones de arte en una cueva seca del estado de Tabasco. En un principio se pensó que este manuscrito de once páginas era una falsificación… pero ya no se duda de su autenticidad”19.

Los estudios de tales libros y de lo grabado en estelas, dinteles, tumbas, altares, vasijas, etcétera, ha demostrado que la antigua escritura de los mayas tuvo suficientes recursos para dejar asentadas: consignaciones cronológicas, astronómicas, médicas y de trascendencia histórica, y sus conocimientos matemáticos que, en un momento fueron los más avanzados del mundo, debido a que con anterioridad a toda otra civilización, tuvieron concepción de la abstracción del cero, y pudieron expresar cantidades infinitas gracias al valor posicional que dieron a sus números.

Numerosos son los epigrafistas actualmente dedicados al desciframiento de esta escritura, constituyendo, con su estudio, una de las disciplinas de las que la arqueología y la historia están recibiendo notables aportaciones.

Que los mayas no llegaran a darle a la escritura la popularidad que en tiempos cercanos ha alcanzado la nuestra, no debe parecernos raro: civilizaciones antiguas hubo que no la conocieron, y en otras avanzadas, y en ciertos momentos de la cultura occidental, hubo situaciones similares a la de nuestros antepasados aborígenes. Así, en época relativamente cercana, en la Europa que intentaba salir del oscurantismo de la Edad Media, nos muestra Pierre Zind qué ocurrió, al decir: “Fue cuando la Edad Media logró establecer una brillante enseñanza secundaria y superior”20; y menciona el nacimiento de las universidades “fundadas en la lengua latina y la doctrina cristiana: París en 1200, Oxford en 1206, Valencia 1209. Padua en 1228. Orleáns y Angers en 1229 y Montpellier en 1209, pero sin que hubiera habido inicialmente preocupación por lo que ahora llamaríamos una enseñanza primaria. La inmensa masa del pueblo vivía en una intensa cultura oral y profesional: ¡dio nacimiento tanto a las lenguas nacionales como a las catedrales!”

Bien señala Hernani María Fiori al afirmar que “la palabra viva se plenifica en el trabajo”, y que “ni la cultura iletrada es la negación del hombre, ni la cultura letrada llegó a ser su plenitud. No hay hombre absolutamente inculto: el hombre se hominiza expresando y diciendo su mundo. Ahí comienza la historia de la cultura”21.

La educación, para la mayoría del pueblo maya, que está a la vista fue magnífica, no dispuso de la escritura para su transmisión, pero es claro que su espléndida cultura contó, para navegar en el tiempo y en las grandes distancias que recorrió, con el caudal de su lengua hablada, y que merced a ella conserva vivos los rasgos que la caracterizan.

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13 Sánchez de Aguilar, 1996:96.

14 Ancona, 1978, tomo II:78.

15 Landa, 1986:21.

16 Sánchez de Aguilar, 1996: 95.

17 Solís Robleda y Peniche, 1996:41.

18 López de Cogolludo, 1954, tomo 1: 342.

19 Graña-Behrens y Grube, 2001:430.

20 Zind, 1990:15.

21 Freire, 1997: 17.

 

Candelaria Souza de Fernández

Continuará la próxima semana…

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