Poesía
José Juan Cervera
El cumplimiento de la penitencia impuesta asegura su canje por algún pecado seductor.
El pecado de la tribu fracciona el alma colectiva.
La lista individual de pecados fluctúa en proporción de los recursos invertidos en su desarrollo.
Si el deseo es heraldo del pecado, el hastío resulta su agente regulador.
La carga pecaminosa reduce su brillo cuando el uso reiterado enturbia su efecto.
El juicio que fija la magnitud de la infracción y la pena para expiarla sucumben bajo el peso de su propio pecado.
La penitencia se lleva a cuestas mientras se ignore que nace del criterio falible de un juzgador.
¿Tu alma gemela recibirá el peso y el estigma de tus culpas más ominosas?
La noción de pecado tiene un efecto multiplicador, suficiente para corroer el punto de equilibrio que lo haría más ligero.
La conciencia ocupada en su carga de remordimientos hace agitar las manos del sujeto que la arrastra.
