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Amor materno en el Reino Animal

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Naturaleza

El amor de una madre es universal. Podremos diferenciarnos de los animales en muchas formas, pero el amor de una madre es como ninguno, y no discrimina especies.

Los humanos hemos convertido el cuidado materno en regla moral, social, religiosa y hasta legal. Sin embargo, la Naturaleza ha dotado a las hembras de cada especie de habilidades propias de superheroínas. Pocas expresiones transmiten mayor idea de protección. Por ejemplo, el plumón con el que nacen la mayoría de las aves no es suficiente para abrigarlas cuando ya no cuentan con el cascarón, y esta es la forma que tienen los adultos de defender a sus polluelos tanto del frío como de los depredadores. Además, ese techo natural les impide mirar hacia arriba cuando llueve, y que las gotas de lluvia les tapen los orificios del pico.

Las madres de las orcas y los delfines permanecen despiertas constantemente durante los primeros meses de vida de su cría. Aún hay cuidados más delicados, como el que brinda la madre morsa a su recién nacido, al bañarlo exhaustivamente con el equivalente animal a besos y abrazos.

Y ahí están los cocodrilos. Si uno piensa en ellos, jamás le vendría a la mente la idea de ternura. Transportan a sus crías recién salidas del huevo hasta el agua en las mandíbulas plagadas de dientes, que les sirven de urna infranqueable para protegerlas de los depredadores terrestres. Y continúan haciéndolo durante el primer año de vida

Si se trata de mamás sacrificadas, los pulpos son dignos de reconocer. Ponen entre 50 y 200 mil huevos por vez y pasan alrededor de 40 días protegiéndolos de los depredadores, generando corrientes de agua sobre los huevos para oxigenarlos. En este periodo, la entrega de la madre es tal que no puede alejarse de sus crías ni siquiera para alimentarse, por lo que llega incluso a comer sus propios tentáculos para permanecer con energía. En la mayoría de los casos, este proceso es fatal para las madres luego de la eclosión de los huevos.

En el 91 por ciento de los géneros, la madre es la única que trabaja en la crianza y, por lo general, sus hijos permanecen con ella durante años. Llegan al mundo tan desvalidos que necesitan sus cuidados para sobrevivir. Casi todas las mamíferas gestan a sus crías en el útero, con excepción de dos familias de monotremas, mamíferos muy primitivos que ponen huevos y dan leche a los pequeños a través de unos campos mamarios a ambos lados del abdomen. Los más conocidos son los ornitorrincos.

En otras mamíferas extrañas, las marsupiales, la cría sale del útero a las cuatro semanas de gestación. Aún sin ojos ni oídos, se desplaza a una bolsa del vientre materno donde está la glándula mamaria y donde completarán gran parte de su crecimiento.

Una de las costumbres más curiosas de ciertos mamíferos es la llamada implantación diferida, con la que retardan la implantación del óvulo en el útero si las condiciones ambientales no son las adecuadas para la gestación. Así, cuando una hembra marsupial se queda preñada mientras aún lleva una cría en la bolsa, puede dejar el óvulo fecundado en una diapausa embrionaria hasta 17 meses. Suele terminar cuando la primera cría es destetada. Aunque esta puede volver a la bolsa materna para dormir, la compartirá con su hermano.

Por su parte, las madres koalas inmunizan a sus hijos contra el veneno que los alimenta. Estos marsupiales digieren las venenosas hojas de eucalipto, su único alimento, gracias a las potentes bacterias de su estómago. Pero los bebés koalas nacen sin ellas, por lo que las madres los alimentan con leche y con su propio excremento, que contiene hojas sin digerir por completo y las bacterias que los ayudarán durante el resto de su vida.

Esa influencia a largo plazo también se da en los roedores: al acicalar a su descendencia, la saliva de las madres pasa a través de la piel y activa unos genes reguladores de la respuesta al estrés. Como consecuencia, los ratoncillos acicalados son más tranquilos que los descuidados, lo que indica que los besos maternos los preparan para enfrentarse a su día a día.

El concepto de manada que tanto aplican los elefantes en distintos aspectos de su vida también está presente en la maternidad. Las crías nacen ciegas, por ende son la madre y el grupo -abuelas, hermanas y tías- quienes le ayudan a movilizarse y descubrir su entorno, especialmente las jóvenes que aún no han parido, quienes hacen de verdaderas «nanas» o, más bien, alomadres. Así, se preparan las futuras madres, se protege a los pequeños que son más vulnerables y se fortalecen los lazos y la unidad del grupo, imprescindible para la supervivencia. Durante los primeros meses el bebé elefante depende únicamente de la leche materna para alimentarse, hasta que aprende a usar su trompa para beber y traer hojas a su boca. Y, aunque ya pueda alimentarse solo, continúa mamando hasta los 3 o 5 años.

Las orangutanes se merecen un puesto destacado en esta lista por tener uno de los periodos de dependencia más largos de la Tierra. De manera similar a como ocurre con los humanos, sus bebés son totalmente dependientes de ellas hasta que alcanzan los 6 o 7 años.

 Procrear es parte de instinto de supervivencia de todas las especies. Quienes tenemos hijos sabemos bien que el embarazo, el parto y la crianza están lejos de ser tarea sencilla, pues requieren de mucha entrega y sacrificio.

Pero esto no pasa solo entre humanos, sino que también lo viven las hembras de muchas especies que tienen que luchar contra las dificultades que les presentan su propia biología, el clima, los depredadores, etc. Desde mamíferos a insectos, pasando por reptiles o moluscos, la naturaleza ofrece innumerables ejemplos del más abnegado instinto maternal.

Hembras que cuidan con extrema dedicación sus huevos, otras que actúan de cebo para alejar a los predadores de sus cachorros.

Unas son capaces de sacrificar partes de su cuerpo por sus crías, otras los mantienen bien cerquita durante años. Semejante esfuerzo es fundamental para la supervivencia de sus hijos en el mundo natural, que también puede ser muy hostil. Grandes y pequeñas madres, cada una con su estilo.

Por estas heroínas es que se conservan las especies en el universo.

Dra. Carmen Báez Ruiz

drabaez1@hotmail.es

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