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El Alma Misteriosa del Mayab – XVII

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Mayab

XVII

DE COMO FUE SALVADA LA SEMILLA DEL MAÍZ

Caminando por los campos se ve mucho al pájaro llamado en indio tooj. Es negro, de regular tamaño y ojillos inquietos y verdosos, y lo que llama la atención es su cola que es larga, pero es casi apenas el solo hueso pelado en el medio, teniendo solamente en el extremo un poco de pluma, si acaso una nada más, tal como si fuese un pincel.

No fue así en los principios de su vida. Tiempo hubo en que lucía una muy magnífica cola llena de plumas. Azares de su vida se la transformaron.

También se ve con frecuencia al pájaro ts’iiw trepado en los árboles revoloteando inquieto siempre, lanzándose al espacio a ratos o metiéndose intrusamente en los nidos de las demás aves. Diríase que es un pájaro bohemio despreocupado enteramente de la vida. Es su pluma gris, y sus ojos brillan enrojecidos y como si ardieran. Canta prolongando el canto y parece que al cantar dice su mismo nombre, pues se oye claramente así: ¡ts’iiw!

Pero también es un ave que fue transformada. Tiempos hubo en que lucía un plumaje más vistoso y en que sus ojos eran de otro color, y sobre todo en que trabajaba y cumplía con las obligaciones de la vida.

Forzosamente debían tener explicación estos cambios. Y el indio que no ignora nada de estas cosas, hablando con los animales la supo al fin, y contándola ha venido la tradición de generación en generación. Hela aquí.

Un día Cháak, que así se llama en lengua de indio maya el Gran Dios de las Aguas, o sea del campo, que es el más importante, vio cansados ya los campos y poco fértiles por consiguiente, y pensó entonces en rehacerlos, tomando la determinación de destruirlos primero con el fuego, para hacer luego nuevas siembras. Dícese que le dio muy buen resultado aquel procedimiento y que desde entonces es el mismo el que emplea el indio. Quema y siembra luego. Así hace sus milpas.

Pues bien, una vez que Cháak tomó aquella determinación, llamó ante sí a todas las aves para que lo ayudaran en la faena, pues quería naturalmente salvar las más preciosas semillas para conservarlas a la posteridad.

Las aves acudieron inmediatamente y Cháak les planteó su decisión, diciéndoles:

–Id y coged cada una de vosotras la semilla que más le agrade, y procure conservarla a fin de que sirva para las nuevas siembras que hemos de hacer. A vosotras encomiendo la salvación de los granos, y cuidad bien de esa misión que os confío, pues en ella va la existencia de esta tierra.

Dispusiéronse todas a obedecer, pero el tooj maliciosamente se adelantó a sus compañeras, pensando en llegar la primera y escoger los mejores granos. Pero es muy perezoso, y al llegar la noche se sintió cansado, y con idea de reposar un momento se tendió en el camino; pero hubo de dormirse y quedó con la cola atravesada sobre la vereda, aunque el extremo le quedó bajo el monte. Esto dio lugar a que al llegar las demás aves que marchaban como en tropa hacia los campos de cultivo, no advirtieran en la obscuridad la presencia del tooj  y pasaran sobre su cola, dejándola en el lastimoso estado en que quedó, esto es, pelada, salvándose nada más el extremo que quedó oculto bajo el bosque.

Cuando el tooj despertó se encontró con aquel desaguisado, y aunque sintió remordimiento y vergüenza pues le había ocurrido por su pereza, se puso siempre en marcha por ver si lograba salvar alguna semilla Y alcanzó algo, en efecto, pero muy poca cosa, pues se redujo a salvar la semilla del tomate verde. Por eso el tooj tiene desde entonces verdes los ojos.

Entretanto la destrucción de los campos había comenzado devorándolos el impetuoso incendio dispuesto por Cháak. Ante la magnitud del peligro muchas aves no se resolvieron a salvar semilla alguna y esas son las de menos aprecio en esta tierra. Pero otras más audaces si se atrevieron, y entre ellas el pájaro ts’iiw fue el más valeroso pues precisamente el fuego se había apoderado con más furia de los maizales, y sin embargo el ts’iiw se arrojó en medio de las llamas dispuesto a jugarse la vida por salvar la semilla más preciosa. Y la salvó heroicamente, sacando ilesos varios granos que cuidó con todo esmero y que sirvieron luego al poderoso Cháak para nacer las nuevas siembras. Dice el indio que al pájaro ts’iiw se debe, en efecto, que aún haya maíz en tierras mayas y tiene por eso a aquel pájaro casi como sagrado.

Cierto que el ts’iiw sufrió varias quemaduras, y que el plumaje se le chamuscó quedándole gris desde entonces la punta de las alas, como color de ceniza, y que rojos y enardecidos le quedaron los ojos y que así los ha conservado hasta ahora, pero realizó la acción más grandiosa para esta tierra.

Esta acción requería un premio, y el dios Cháak, de acuerdo con las demás aves, pues todas le quedaron agradecidas, acordó darle por toda la vida el derecho de ovar en los nidos que quisiese, sin necesidad de hacerlos, sino aprovechando los ya hechos, y sin tomarse el trabajo de empollar sus huevos ni cuidar ni alimentar a sus hijuelos, quedando todo esto a cargo de las demás aves.

Esto explica que el pájaro ts’iiw parezca un gran vividor que goza tranquilamente de la vida sin tomarse trabajo alguno, ni ninguna de sus fatigas. Obsérvase que escoge los mejores nidos para ovar en ellos y que una vez realizada esta operación sigue su vuelo sin preocuparse de más. Si acaso se detiene un instante para cantar su mismo nombre: ¡ts’iiw!, con lo cual avisa a las demás aves para que estén listas a llenar las funciones a que quedaron obligadas por el servicio inmenso que hizo y que con razón reputa el indio como incomparable, de haber salvado la semilla del maíz.

Luis Rosado Vega

Continuará la próxima semana…

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