XCII
LOGOFILIA
Pensaba en ella cada minuto del día, suspiraba cada vez que veía su imagen delineada y fina, se estremecía de tan sólo nombrarla…
Hasta que un día, sin razón alguna, su pasión por la refinada palabra comenzó a morir, sus fuerzas decayeron, y su sonrisa se convirtió en amargura.
Los que antes habían sido sus amigos le gritaban por la calle: «Enfermo… Demente… Lunático…»
Muchos años después, ya desmemoriado y a un paso de la tumba, se enteraría por los diarios que la palabra de la cual se había enamorado no existía más.
Enfrentaba ahora la cruda realidad del destino: la sentencia mortal de vivir junto al amor de su vida en aquel mismo olvido…
JORGE PACHECO ZAVALA