En Diario del Sureste compartimos recientemente la vida de Lady Betty, la Mujer Verdugo. Ahora, para conocer un poco más sobre el tema, comencemos por definir qué es un verdugo: la persona encargada de llevar a cabo la ejecución de una persona condenada a la pena de muerte o penas corporales por la justicia civil o eclesiástica. Entre otras cosas, también encontramos que es una Persona muy cruel que maltrata o tortura a los demás. Según la historia, acostumbraba a usar un Gorro de lana o punto que cubría toda la cabeza y el cuello, dejando al descubierto la cara o solo la zona de los ojos; una prenda usada para protegerse del frío o para no ser reconocido.
Ahora bien, ser verdugo es una profesión que se hereda. El caso más conocido de esto es la dinastía Sanson. No son un caso único, de hecho, es bastante frecuente que el oficio de verdugo se vaya pasando de padres a hijos, o entre familiares consanguíneos. Lo ha sido en Alemania, en España, la India, etc.
Los Sanson han sido los verdugos de la ciudad de París durante 200 años. Carlos Sanson de Longval fue el primero, llegó a la capital de Francia en pleno oficio de la llamada Cámara Ardiente, una especie de tribunal dedicado únicamente a investigar, perseguir y ejecutar a los abundantes envenenadores que habían hecho de la corte francesa uno de los lugares más peligrosos del planeta.
No le faltó trabajo y, al parecer, debido a la severidad de las penas, no fue reacio al uso de la llamada muerte compasiva o retentum, un procedimiento que consistía en estrangular al condenado instantes antes de comenzar el suplicio que acompañaba con frecuencia la condena a muerte, de tal forma que el tormento era ejercido sobre un cuerpo ya inerte.
Le sucedió Juan Bautista Sanson, que tuvo 10 hijos, siete de ellos varones, los 7 verdugos en diversos lugares de Francia. Ejecutó a un noble llamado Barre, que aún sobre el patíbulo se mostró airado por una condena que consideraba injusta cuando Juan Bautista le pidió que se inclinara, toda vez que fue condenado a morir decapitado por espada.
Para finalizar el tema, analicemos brevemente como estos hombres vivían.
Los verdugos eran remunerados con largueza, y con frecuencia tenían empleados a los que debían de pagar de su propio bolsillo. Para los estándares de aquella época, vivían con holgura suficiente. Sin embargo, los inconvenientes eran muchos; en ocasiones, los comerciantes se negaban a venderles hasta los productos de primera necesidad pues la mano del verdugo, su tacto más bien, podían echar a perder un producto. Frutas o animales quedaban malditos en este caso, y eran despreciados para su comercio.
Muchos verdugos despojaban de sus últimas pertenencias a sus víctimas; otros, sólo estaban autorizados a confiscar en su propio beneficio todo despojo que se encontrara de cintura para arriba. Recibían incluso las tasas por los derechos de paso de determinadas mercancías en algunos lugares, como es el caso del Pont Petit en París, o parte de las multas impuestas a las prostitutas.
LUIS IZQUIERDO