José Juan Cervera
Una flor en el asfalto es símbolo de belleza contrariada, pero fiel a su inclinación generosa de halagar los sentidos.
La inocente flor guarda tendencias neuróticas al reverso de sus pétalos.
Un ramillete de flores: una ofrenda de amor; un haz de marchitos tallos: una pasión desencantada.
Flor de un día, espectro de la eternidad.
Nacida en tierra húmeda y envuelta en franjas de cielo benevolente, brota una flor que marchita sus anhelos de infinito.
Si en tu fragancia cabe el silencio, vierte un susurro para impugnar los extravíos del olfato.
Tierna flor de los ensueños: para rendirte honores, la sinestesia decora rincones austeros al pie de letras exuberantes.
Sin dilapidar tu polen, atrae al dulce amante que diseminará tu esencia en la colmena.
Arranca sus pétalos para desahogar el peso de tus cuitas; haz con ellos un refinado artificio y exhíbelo tras una vidriera. Nada se habrá transformado salvo la envoltura lozana de una virtud fragante.
Aterriza entre bancos de arcilla una flor sideral, alma activa que se nutre de aromas de firmamento.
