XXV
Trofeos que dejó la tempestad
Mi corazón mesopotámico, país
entre dos ríos.
GERMÁN PARDO GARCÍA
- Memorias del fuego
Chispas de la luz que estalla
fecundando la mente vuelta surco.
Inteligencia: Irradiación en fuga.
El Hombre te buscaba, Inteligencia.
Y flotabas encima de aguas de la Luz
Y arrebataste el Logos, parto blanco,
a ese vientre auroral que es el Espíritu.
Y la Idea engendró a la Palabra:
Grito puro del hombre. Contraseña.
De teogonías cálidas
De astros que regresan
del Caos que no cesa
De un tambor de dioses…
Arrastrando las sales y las formas
llegan nubes de vidas
a los senos en llamas de la Tierra.
De cavernas, abismos, del aire y sus almenas,
del fuego y sus quimeras, del pleamar del Éter,
están llegando luces, ideas, Energía
a la mente del hombre.
De un oleaje de mundos.
De equidistantes ciudades en la Esfera
De suspensos cristales en el polvo…
¡Siguen llegando estrellas a los ojos del hombre!
Para formar las líneas del humano semblante
subieron las especies después de la Batalla.
En la noche primordial,
poblada de lunas derretidas,
de chatarra de astros
–densa ausencia– del alba
el corazón del hombre
era un pozo de miedos.
Por los nerviosos túneles del hueso
se movían palancas de los actos reflejos
y una brusca inalámbrica de instintos
y el hambre de las manos
se hundieron como ruda caricia en la Materia
y brotó la Razón, esa fogata eterna.
Este faro da al hombre Ley de vida
que es sonido y sentido de su misma existencia:
La palabra al servicio de la idea.
La mente en comunión con la conciencia.
Y el hombre en ascensión a su destino
por la espiral sin fin del propio esfuerzo.
Raúl Cáceres Carenzo
Continuará la próxima semana…