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Persistencias sonoras

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José Juan Cervera

Para los druidas

Cada época encierra símbolos y figuras representativas que se hacen evocar en detalles inesperados acompañando frágiles vuelcos del pensamiento. Pocas veces llegan con el ejercicio pleno de la voluntad, aunque parezcan más puntuales que el cumplimiento de las obligaciones diarias, porque capturan sensaciones latentes, agazapadas entre un cúmulo de experiencias que se sobreponen como montoncillos de arena envueltos en cristales que mantienen intactos el brillo y la lozanía.

Hay muchas formas de recordar al cuarteto de Liverpool que esparció su melodía a través del universo; es posible descubrirlo aun si se ignora su firme incursión en la entraña de la música pop, pese a la extensa fila de los que vinieron después como deudores de su impulso; si un día existió como arrollador hecho cultural, acaso retoñe en contornos que lo hagan irreconocible, aunque lo delate el regusto de sonidos que impregnó en las acciones ordinarias que al mezclar sus significados lo tornan memorable.

Los Beatles contribuyeron a moldear la atmósfera afectiva de su tiempo y del porvenir. Además de prender multitudes, se aposentaron en un mundo que cedió algunos de sus compartimientos para alojar las resonancias de su potencia innovadora. Algo de ellos vibró en todos los climas para despertar emociones intensas dando un nombre familiar al Australopithecus afarensis, para adherirse sin culpa a los desvaríos de Charles Manson y para reavivar las hogueras de la intolerancia religiosa que los incluyó en su lista negra.

El programa de televisión Plaza Sésamo (Sesame Street) llevó una adaptación de El jardín del pulpo a un sector masivo del público infantil de Hispanoamérica. La Mafalda de Quino prodigó su admiración de niña avispada a los cuatro célebres personajes que también marcaron su impronta en las historietas del dibujante argentino. El escritor cubano Francisco López Sacha reconoce la influencia del arte de los músicos ingleses en el desarrollo de su prosa narrativa. En la política mexicana, el equipo de campaña presidencial del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas diseñó un cartel en 1994 adoptando una imagen del submarino amarillo rodeado de colores y de juventud. Y aún resta asomarse a los ámbitos domésticos para calibrar otras huellas de impresión perdurable.

Como pudo ser en cualquier suelo provinciano y en una de tantas plazas de la aldea global, en Yucatán anidó la misma seducción sonora fraguada en los barrios populares de Liverpool, muy lejos de los aristocráticos modales de la más rancia sociedad británica, celosa de sus blasones. En un foro cultural que proclamó los albores del segundo milenio, un experimentado maestro refirió en charlas de sobremesa que en su natal Hunucmá surgió un conjunto musical que, años atrás, tradujo a la lengua maya algunas canciones de los Beatles con el propósito de amenizar con ellas fiestas y reuniones familiares.

El escritor Jorge Pech Casanova consigna en un puñado de apuntes memoriosos su llegada al mundo en el mismo año que el cuarteto daba a conocer su álbum Revolver, muy apreciado por su espíritu de experimentación. En su número de marzo-abril de 1995, la revista Alux publicó una historieta de Ricardo Pat en la que un hombre retrocede en el tiempo para llegar a una de las presentaciones de los Beatles en el mítico club La Caverna, y hace escuchar a John Lennon una canción que él mismo habría de componer después de la separación del grupo, orillándolo a tomar una decisión extrema. Al compás de una admiración profunda, el dueto femenino Yanina y Rachel consagra su talento interpretativo a rendir homenaje a esas figuras de la música popular, al igual que otros seguidores suyos en lo ancho del mundo.

Los jóvenes son un enigma incluso para sí mismos, más aún para quienes, sin convencerse del todo, sospechan que han dejado de serlo. También podría decirse que son foco de incomprensión para quienes acumulan más años que ellos, atribuyendo a su conducta los propios deslices.

De la juventud imbuida del ambiente contestatario de hace varias décadas se afirmó tajantemente que yacía hundida en el desorden, el vicio y el desaliño; de la de hoy, las opiniones que se emiten acaso resulten más benévolas. Pero sigue en duda cuál sea la imagen que aquellos cuatro muchachos innovadores proyectan en las generaciones nuevas, seguramente dotadas de visos de frescura como la que antaño fluyó para el gusto de multitudes.

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