Jorge Pacheco Zavala
En tiempos en que la tecnología domina, como si se tratase de una novela de terror escrita por el norteamericano Stephen King, o una obra de ficción distópica del célebre escritor nacido en la India, George Orwell, sucumbimos cada día ante los mal llamados teléfonos inteligentes; personalmente, creo que si fueran inteligentes ya nos hubiesen dado alguno que otro aviso del peligro inminente en el que estamos.
Y es que el libro como objeto de arte pareciera estar sentenciado a extinguirse. Es por eso que celebramos cada vez que atestiguamos el surgimiento de una obra y de su autor, en este caso, autora. Todos los esfuerzos por mantener vigente al libro físico son casi como una suma de fuerzas que luchan contra el reloj. Todo parece indicar que, al final, el libro tangible, este que podemos tocar, ojear y hojear, será una pieza de museo frente a la cual las próximas generaciones se detendrán para leer un gran aviso que a la letra dirá: «NO TOCAR».
Es posible que aún no seamos conscientes de la necesidad que tenemos del libro, y no que el libro tiene de nosotros. Él existe y subsiste, muy a pesar de nuestra indiferencia marcada por los tiempos modernos en que priva la violencia, el frenesí y la despersonalización.
El líder religioso del siglo XV Thomas de Kempis dijo: “He buscado el sosiego en todas partes, y sólo lo he encontrado sentado en un rincón apartado, con un libro en las manos.”
La razón que nos convoca hoy es un doble nacimiento: el de un libro dado a luz en un embarazo literario de varios años, y el nacimiento de una autora que, aún adolorida (ya saben: por aquello de que todo parto causa dolor y felicidad), muestra en su rostro la satisfacción del que prevalece. No hay mejor celebración que atender a las razones que la autora expondrá más adelante. Como editor, estoy convencido de que el éxito de la presentación de un libro descansa en darle a la autora la palabra lo más pronto posible.
Un libro es una oportunidad para descubrir un mundo alterno, un mundo bajo la mirada del que lo crea, del que lo concibe, del que lo imagina, o bien, del que registra el paso de la vida. Pueden ser estremecedores registros al modo de «El diario de Ana Frank», o realidades creadas producto de la invención imaginativa como «La metamorfosis» de Franz Kafka. Un libro siempre es un territorio virgen por descubrir. Aquí tenemos un libro que explora y avanza hacia un territorio marcado y señalizado sobre la base de la experiencia y el dolor.
Pero la autora de este libro no expone el dolor bajo una actitud sufriente de quien lamenta y pregona su pena; más bien expone los resultados de su andar, las evidencias de sus múltiples recaídas y, por qué no decirlo, de sus múltiples levantadas. Hace, al mismo tiempo, del simple acto cotidiano de vivir, un desafío para romper paradigmas y ser original, única, a pesar de los pesares presentes…
Algunos meses atrás yo sabía muy poco o casi nada de Fibromialgia; sin embargo, al editar este ejemplar, del cual hoy presenciamos su nacimiento, me doy cuenta en retrospectiva que, al unir los puntos, ciertas cosas parecen tener sentido.
Algunas personas abren brecha en medio de una selva con machete en mano; algunas otras, como Lily Grijalva, abren un camino en torno a un padecimiento del cual aún falta que sea arrojada más luz, y por cierto, que sea en veredas todavía inexploradas.
La propuesta de Lily arroja (de momento) esa delgada luz tan necesaria. Estoy convencido de que, con el tiempo, esta fina luz crecerá hasta convertirse en una antorcha. Ya en redes sociales sus seguidores, que en su gran mayoría son mujeres, lo atestiguan, haciendo eco de sus acertados comentarios.
Bueno, pues, sin más, les dejo en manos de la autora y de su recién nacida creación…
Palabras pronunciadas el día 12 de mayo del 2021, en el Restaurante “Porfirio´s de “Plaza Harbor” por el escritor Jorge Pacheco Zavala, en la presentación del Libro “Fibromialgia” de Lily Grijalva. Ilustraciones: AHGA.