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Algunos temas en las poetas mexicanas nacidas a partir de 1950

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Adán Echeverría

En algunos otros portales culturales y literarios he tenido la posibilidad de publicar dos textos: 1. Relación con la madre en poetas mexicanas nacidas a partir de 1980. y 2. Palabras en la poesía mexicana.

En el primer documento expongo cómo algunas de las poetas que han nacido a partir de 1980, en una época en la que estamos aprendiendo lo que significa el verbo ‘maternar’ como un concepto actual de cuidar a los nuestros desde el amor; dentro de una ola mundial en pro del derecho al aborto y a la decisión de la mujer sobre su propio cuerpo, cuyo activismo enmarcado en una pañoleta verde viene a nosotros desde el año 2003 (cuando las nacidas en la década de 1980 tendrían un poco más de veinte años), se vuelven dos temas de suma importancia en su influencia en las autoras revisadas: Maternar o Abortar.

La relación con la madre en las obras de las poetas analizadas, todas ellas nacidas en los años ochenta, pudiera comenzar a verse como un fenómeno que empieza a ser documentado. Para esta primera aproximación me permití revisar a cinco autoras y un total de nueve poemarios. Y luego del análisis de las obras, en conclusión, podríamos señalar que, de las cinco autoras, las dos más jóvenes: Garma (1985) y García (1988) son quienes mostraron un constructo poético obsesivo en esa relación con la madre, donde se percibe cierta culpabilidad en el alejamiento de la figura paterna, ciertos desencuentros con la madre ante posibles abandonos, ubicando sus trabajos desde un lirismo cuajado de reclamos y angustias.

Tenemos que recordar que “El verbo maternar proviene de la palabra maternidad; y se refiere a cuidar desde el amor, desde la capacidad de establecer vínculos afectivos, emocionales y energéticos con nuestro objeto a maternar: llámese hijo, familia, trabajo, proyecto o incluso uno mismo. Vincularse desde el amor. Desde 2018, Mariángeles Castro Sánchez, señaló: “es tal la relevancia de la maternidad en el entramado social que su nombre se ha hecho verbo. Hablamos así de maternar: un neologismo impregnado de matices y representaciones: maternar es diversificar tareas y asumir responsabilidades”.

En el segundo trabajo me enfoqué en la revisión de la antología llamada: Vientos del siglo. Poetas mexicanos. 1950-1982 que en 548 páginas registra parte del trabajo de 55 poetas, comenzando con la figura de Efraín Bartolomé (Chiapas, 1950) para cerrar con algunos textos de Alí Calderón (Ciudad de México, 1982). Lo interesante de esta reunión de la obra de 55 autores es que apenas se consideraron las voces de 11 autoras de poemas, esto significó el 20% del total de los autores. Y se puede resaltar que, en 548 páginas de poetas y poemas, la palabra madre apenas se utilizó 27 veces, la palabra mujer en 54 ocasiones y mamá apenas 2 veces, hija se utilizó 14 veces; mientras que padre fue utilizado en 50 oportunidades; concluyendo que sólo entre “hombre” y “padre” se obtienen 118 registros; mientras que “mujer”, “madre” y “mamá” apenas se llega a los 83 registros.

Si consideramos lo anterior, resalta que solamente en uno de los libros de García (una de las poetas de la década de 1980) la palabra “madre” se menciona 45 veces y “mamá” en 13 ocasiones, dentro de un poemario de 84 páginas.

Los autores escribimos sobre los temas de actualidad que nos influencian, y así mismo somos autores, observadores y recreadores de nuestra época, lo cual viene a ser de sumo interés en el análisis de la poesía mexicana.

En la antología Vientos del siglo, la primera autora que se incluye es Coral Bracho (CDMX, 1951), cuyo tema presente en los poemas que se le incluyen es la revelación poética frente al autor, la creación como impulso vital, el canto de vida que siempre vencerá a la muerte.

Esto que ves aquí no es.

Alguien te oculta una pieza.

Es el fragmento

que da el sentido. Es la palabra

que altera el orden

del furtivo universo. El eje

oculto

sobre el que gira. Este recuerdo

que articulas

no es. Falta el espacio

que ajusta

el caos.”

La siguiente autora es Silvia Tomasa Rivera (Veracruz, 1956); en los poemas que se incluyen se puede palpar el erotismo y la sensualidad, una manera de amar, de valorar la amistad y la pareja, y de la entrega del hablante lírico en total inteligencia y libertad.

El deseo: pájaro negro en la noche,

abre sus alas y golpea.”

“Todos mentimos cuando quemamos

el fuego de la entrega.”

“Yo volvería

con los ojos cerrados,

a esa buhardilla

con la ventana al cielo,

donde un día fui feliz.”

Minerva Margarita Villareal (Nuevo León, 1957). En sus poemas recogidos acá se puede observar que retoma el acto creativo, la inteligencia, y desde ese constructo presenta la entrega amorosa y carnal de su hablante lírico.

La fiebre del deseo

que viaja en el palacio de la página”

“Todo fuego es un río

que ilumina

con ansia

los cuerpos que se aman

Sus lenguas entrelazan

trascienden ya la página”

“El cielo

y el amor pasa

atraviesa mi carne

Velaré por ti así sea la carne devorada

Tedi López Mills (CDMX, 1959). En esta autora los conceptos creación-inteligencia-búsqueda de la perfección e incluso la reflexión existencialista dentro del acto creativo, se perciben mientras se recrea en las palabras y sus significados, y desde ahí construye las relaciones del poema con su hablante lírico.

Con la sonaja de un pensamiento adentro, leve

estribillo: ese soy

lo que soy; vaca, oveja, borrego, el venado de las

visiones, el ciervo

de la nieve del poema de una duda:”

“La mitad ya es mía. Ponla aquí, en el centro,

bórrame luego con tu trapo tan útil tu trapo tan gris,

disípame con ese gesto de somos tantos que no

importa uno,

qué fácil la identidad cuando se cuenta por

individuos

pero en masa los dígitos traman

sus propias trampas”

Para Dana Gelinas (Coahuila, 1962) de nuevo los temas vienen a ser la inteligencia y el cultismo de la mujer para la creación y las relaciones de pareja. Incluso dejando muy claro que las pequeñas vanidades no están peleadas con la razón.

Como Diana, primero una flecha

al centro de un hombre;

como Penélope,

tejer la tela de araña;

caminar siempre un paso atrás,

como Eurídice;

salir del baño, como Afrodita;

leer de noche, como Minerva;

amar a una bestia, como Pasífae

Desarmada y terrible

podrían morderla,

dejarla caer;

su infinita epidermis

es huella innegable

de la evolución

de su especie.”

“Yo nací bajo un cielo de cal,

donde la sombra era cada vez

más luna menguante

y la noche sitiaba su propio espejismo.”

“Yo me puedo tardar dos horas

en elegir los pantalones perfectos:

de mezclilla, a la cadera,

incluso al ombligo

y con el largo reglamentario.”

María Baranda (Ciudad de México, 1962). La obra elegida de esta autora se aleja un poco de lo que las anteriores autoras han presentado. Baranda ya presenta en sus poemas algo de oscuridad, de dolor, de una relativa furia y rebeldía que no deja de cuestionar su entorno poético. Sus metáforas se vuelven duras y poderosas:

Un cielo de cal arde en mis ojos.

La muerte es todas sus metáforas.”

“Nada espero de Dios y sus cuchillos,

nada del fuego irracional y proceloso,

nada sé de la paz que quiebra al disoluto.”

“Yo vine aquí, para soñar que el mundo

era uno y era todo y que en su voz se filtran

los sonidos que se prueban en lo oscuro.”

“Puedo creer que hay una página

que no está escrita por Dios

y sus filibusteros.

Es una página mía en el libro de nadie.

Roxana Elvridge-Thomas (CDMX, 1964). Los textos escogidos de esta autora para la antología que estamos revisando nos evidencia, y quizá resume, un poco lo que hemos venido encontrando, un dejo muy palpable de recrearse en la enorme figura de Sor Juan Inés de la Cruz. Quizá como arquetipo poético. Su influencia es palpable en la búsqueda de inteligencia y razón para la construcción de los temas poéticos, sin abandonar por ello cierto erotismo:

Dejo ese placer al que ha comprado mis servicios.

Soy tan hábil, tan capaz, el mayor artífice en mi ramo.

Y ahora, entumecido, me sorprenden los espasmos,

las abejas que derriban mis entrañas,

los fluidos pestilentes, el ardor.

Y no encuentro la vista de quien pudo, astuto,

derrocar al rey de los venenos.”

Palpa mis muslos columnas

ábrelos

sáciate en el fondo de su abismo”

“Un ejército de jóvenes desnudas compite en inocencia

con la nieve.”

Claudia Posadas (CDMX, 1970). Para Posadas, nacida ya en la década de los 70s, el poema tiene que ser una reunión de abalorios, en los que la imagen, el sonido, el juego de sus significados como lucisombras, o gemas, brillen ante los ojos del lector, intoxicando de lenguaje la mente del que realice la lectura del poema

El fluir hacia el vacío, no saber que ése era el drama que habría de dolerme; también ignoraba que el caer consumiere sin retorno las corrientes de la infancia y me anunciare el inicio del viaje sin regreso al abismo del reloj”

“el verdadero corazón que siempre estuvo a nuestro lado

aguardando el emerger de su conciencia

en el instante de su albo desprenderse del mundo,

el pleno instante del fluir de las auríferas arenas

en el reloj de arena en que miraremos transcurrir”

Ofelia Pérez Sepúlveda (Nuevo León, 1970), nos entrega ciertas postales poéticas, viñetas, miradas hacia distintas humanidades de su entorno, y es en el intentar recoger sus pensamientos, sus acciones, es que los hablantes líricos de sus poemas incendian el intelecto del lector al asomarse a esas pequeñas historias que cruzan las emociones, desde el amor, la cobardía, el apartar al otro, e incluso las veladas violencias cotidianas.

“Hay un ave muerta. Así empieza el joven a nombrar las cosas.

Cubre sus ojos de augurio y cera, y en la cera que ilumina vaticinios,

el apenas niño muestra el filo de sus versos.”

“Yo te amo, ahora que recuerdo, ahora que te aguardo

y que me invento, metido en acrobacias y magia de

tres pesos, en el universo de una carpa, en medio de los tuyos.

Sólo escucha mis tantas voces, como un rumor de peces que se acercan.”

María Rivera (CDMX, 1971). La autora nos trae de regreso a la luminosidad creativa. A ciertas esperanzas. Finca en las relaciones de pareja el asombro poético, en el amar de la hablante lírica, y su entrega clara de libertades, para sobrevivir los cataclismos de la sociedad y sus fieras.

Una tarde sembré un brazo de siempreviva

porque estábamos en eso de salvarnos

y yo pensaba en los retoños

con apasionada inocencia,

mientras el mar, su cadera turbulenta,

nos arrojaba entre médanos de niebla.”

“Avanzamos,

en el corazón del tiempo

crece el temor de quedar varados

en la doble cuchilla del camino.”

María Cruz (Ciudad de México, 1974). Los temas de esta autora permiten la observación del desdoblamiento: aquellos pasados inspeccionados desde el presente. Quizá es la maduración del ser, quizá es el atreverse a la vida. Lo cierto es que el asombro pervive como sensación de novedad, como una recreación de aquello que fue, a la luz del hoy reflexivo:

Creí merecer el silencio y no lo hubo. Creí sentir la noche curándome los ojos, pero la luz era esplendorosa.”

“He visto pasar por esta casa familias enteras, niños que perciben todo desde su pijama estampado y picaportes olorosos a tactos impacientes. Las esposas sin boca susurran palabras incomprensibles, los maridos jadean desde su voz oscura, el delantal de una abuela anónima amordaza el grito del adolescente. Todos ellos se mezclan, se castigan, se alaban. La casa es un gran cuerpo que no deja de temblar.”

“Despierta.

Prueba la luminosidad.

Todo lo vivo está naciendo otra vez.”

Conclusión.

Gracias a la reunión de 11 autoras, nacidas entre 1950 y 1974, en la antología Vientos de siglo, pudimos reconocer que los temas que ellas presentan se encuentran alejados de aquel reclamo sobre familias disfuncionales, padres y madres que abandonan y que dejan heridas y ciertas orfandades en la voz de algunas autoras nacidas en la década de 1980.

Tal vez el trabajo de María Cruz (nacida en 1974) comenzaba a presentar un incipiente intento de retratar ese drama de violencias familiares (“Las esposas sin boca susurran palabras incomprensibles, los maridos jadean desde su voz oscura”), pero es más una mirada hacia la profundidad de los hogares, un llamado de atención, que un sentimiento interno como el que se siente en García: “Esposo decía que sólo servía para hacer el amor”; o el que se percibe en Garma: “He criado una ansiedad amistosa, en las fiestas familiares, en los carruseles rojos de mi infancia donde corría a refugiarme de lo que no existía.” cuya poética parece contarse desde adentro, desde una referencia más interna, quizá incluso experiencial.

Referencias

Campos, Marco Antonio (Editor). 2011. Vientos del siglo. Poetas mexicanos 1950-1982, editado por el Programa Editorial de la Coordinación de Humanidades de la UNAM. 548 pp.

Castro Sánchez, Mariángeles. 2018. Maternar: cuando la maternidad se hace verbo. Infobae. 20 de octubre de 2018.

Echeverría, A. 2020. Relación con la madre en poetas mexicanas nacidas a partir de 1980. Diversos portales y revistas literarias.

Echeverría, A. 2021. Palabras en la poesía mexicana. Diversos portales y revistas literarias.

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