Mario Hernández
¡Ah, estimado viejo andaluz!
¡Por fin nos encontramos!
Después de tanto tiempo
de incertidumbre en nuestra
relación.
Al principio un extraño
con facha rara, que saludabas
estirando la mano rápida
y la escondías pronto
tras un guante podrido…
Ahora sé que eres valiente y
aunque pasivo e inerte
sabes defenderte.
Que mis caricias las pago
con ojos irritados por tu
sequedad inevitable.
Pero mientras más te toco
más bello apareces y mis
horas dedicadas las
retribuyes siendo el primero
en estirar tu fructífera mano
amiga – después de un largo
invierno de noches frías.
Polvoso y quebradizo sigues
estando allí pacientemente
para proteger a arañas y
alimentando a mirlos y
cotorras por las mañanas.
Has venido nipón de muy
lejos y dado media vuelta al
globo, para quedarte aquí en
mi jardín, esperando la
primavera para mostrar tu
amistad.
Te estimo.