Entre Corcheas
En opinión de Ruiz Elcoro
ALFONSO HIRAM GARCÍA ACOSTA
Una de las personas cubanas que me llenaron de música y conocimientos sobre este género musical criollo caribeño, el danzón, fue Pepe Ruiz Elcoro, musicólogo santaclareño radicado en La Habana, luego en Mérida, en Yucatán, como maestro de música para niños en el CECUNY; ahora maestro en varias universidades en Florida, USA, y quien ya tiene programado para este año un concierto en nuestro teatro “José Peón Contreras”.
Nos llena de gratos recuerdos por su bonhomía y sencillez para conmigo y mi familia. Le visitaba en Cuba cuando escuché su Danzón Sinfónico en Marianao en la residencia de la soprano Lucy Provedo; luego, en el piano bar de casa lo tocó para mi familia. Ahora lo puedo escuchar en YouTube y estoy en contacto con él por correo electrónico, ya que también es colaborador del Diario del Sureste.
Elcoro colabora como concertista y musicólogo con el Instituto de Investigaciones cubanas (Cuban Research Insitute, CRI) que anunció la aportación de dos importantes donaciones de carácter patrimonial a la Colección Diaz Ayala de la biblioteca de FIU: Una de Jorge Monteagudo, que donó 200 rollos de pianola con música latinoamericana, y la otra José Taín Alfonso, director de una página en red, “vivalavoz.com”, que ha ofrecido toda su colección de grabaciones y objetos relacionados con el canto lírico cubano.
El trabajo didáctico musical de Ruiz Elcoro en sus presentaciones las hace amenas y participativas, narrando el paisaje histórico valorativo del danzón cubano, desde su origen y formación en el siglo XIX hasta este 2021.
José Ruiz apoya sus disertaciones con interpretaciones al piano de piezas históricas, partiendo de la contradanza criolla, género madre por excelencia en la música cubana, de la cual derivan la danza y el danzón cubanos, entre otras manifestaciones.
Entre los ejemplos clásicos se encuentran las contradanzas San Pascual Bailón, atribuida al 1803; El dedo de Landaluce, de Tomás Ruiz, y la contradanza La piragua (1856), de Perucho Figueredo, que no se tocó en público. También le escuché tocar la pieza de Antonio María Romeu, inspirada en la canción homónima de Manuel Corona “El 10 de octubre”.
“Es sabido que el danzón es el género instrumental bailable de mayor elaboración dentro de la historia de la música cubana,” apunta Elcoro. “Es portador de un discurso que se mueve dentro de las esferas de la música culta o clásica y la música popular. También es sabido que muchos danzones toman elementos del folclor.”
Ruiz Elcoro, al historiar el género musical, lo divide en tres etapas: la de los danzones primitivos, muy cercanos a la contradanza y danzas cubanas, especialmente las obras del habanero Raimundo Valenzuela y del matancero Miguel Faílde, considerado padre del danzón. José ilustra esta etapa tocando el legendario Las alturas de Simpson (1879), de Faílde. La segunda etapa es la del “danzón clásico moderno”, de principios del siglo XX, que incorpora el son al concluir la pieza, como “El bombín de Barreto”, “Fefita”, “El cadete constitucional”, “Linda cubana”,” La mora” y” Virgen de Regla”.
“Tuve el privilegio de entrevistar a Israel López ‘Cachao’”, relata Elcoro. “Él y [su hermano] Orestes, como compositores e intérpretes, son representativos de la tercera y última etapa del danzón, es decir, el nombrado ‘danzón de nuevo ritmo’, que expone una renovación con respecto a los danzones clásicos, puesto que utiliza influencia de la música norteamericana, principalmente en la armonía, y concede a los montunos soneros una mayor importancia en cuanto al desarrollo del tumbao y otras improvisaciones pertinentes.”
La coreografía ha sido siempre una parte importante de la música cubana bailable y pronto surgirían derivados del danzón. En esta etapa se destacan los danzones: Mambo (1938) y El que más goza, ambos de Orestes López; el no menos conocido Isora Club (1941), de Coralia López, que interpretaba Cachao; Central Constancia (1943), de Enrique Jorrín, y El niche y Angoa, de Félix Reina. “Todos son exponentes del ‘estilo boteo’ en la forma de bailarlos. El danzonete fue el danzón cantado, y Elcoro destaca los nombres de los cantantes del danzón y muy en especial de Barbarito Diez, “considerado por excelencia la voz del danzón, el vocalista cubano que mayor número de grabaciones comerciales realizó en su época”, según el maestro. “Lo más importante es que el danzón cubano trasciende la frontera de lo estrictamente genérico, y se revela en el teatro musical y la música clásica”.
Elcoro estudió Filología en la Universidad de La Habana y Música en el Conservatorio “Ignacio Cervantes”. Fue encargado de referencias del Museo Nacional de la Música de Cuba durante 10 años y ha sido pedagogo y concertista internacional. Actualmente es pianista del Miami City Ballet.
En este capítulo de “El Danzón en México” dejo la huella de este musicólogo y mejor amigo. Pepe me envía materiales sobre Ernesto Lecuona, inéditos para mi persona. Compañero de Rosita Fornés hasta el último momento de su vida, me permitió escribir algunos capítulos de “La Vedette de Cuba” y recibir de ella un autógrafo hacia mi persona como su poeta preferido, un año antes de su fallecimiento a los 96 años.
Elcoro siempre tendrá un lugar especial en nuestra familia, pues mi esposa e hijas tienen un gran concepto de su calidad cultural y de afecto filial.
Gracias, compañero de andanzas culturales en Cuba, México y ahora en los Estados Unidos.
“Hace mucho tiempo no hago vida social. Pierdo todas las invitaciones. Al extremo de que casi ignoro el sol y hasta la cara oculta de la luna,” así se confiesa José Ruiz Elcoro por la vida tan ajetreada que lleva con todos sus compromisos como pianista acompañante del Miami City Ballet, concertista, conferencista y también como showman en dos clubes de esta ciudad. Es un músico polifacético.
Todos los miércoles interpreta en el Big Five Club, en Westchester, que como se sabe, aglutina a los miembros de cinco clubes de La Habana en tiempos prerrevolucionarios. Estos eran Havana Yacht Club, Miramar Yacht Club, Vedado Tennis Club, Casino Español de La Habana y el Biltmore Yacht and Country Club.
Él no se remite a tocar o cantar solamente, sino que hace chistes basados en una poesía innata que parece surgir de improviso, como cuando dice al despedirse: “Ya mi noche comienza a envejecer. Debo ponerme bajo el dominio de Morfeo. Deseo que todos los ángeles del rocío y la penumbra protejan su sueño. ¡Tenga un feliz amanecer!”
Todo lo anterior inspira a una combinación de la alegría y el sosiego. Este y otros compañeros músicos y escritores me permitieron conocer la cara bonita de la isla a través de su amistad, constatando su historia y la solidaridad entre ambos países, fortaleciendo sus relaciones históricas y culturales.
Fuentes
https://www.elnuevoherald.com/entretenimiento/musica/article2568734.html
https://www.elnuevoherald.com/entretenimiento/musica/article25930450.html