Canal 13 Generación Dorada
“¿Cómo te llamas, hijo?” – me preguntó. Más que su sonrisa me cautivó su voz–. “Como ya estás trabajando aquí, y es tu primer día, voy a encargarte tu primera tarea.”
“¡Claro! –le dije dispuesto.
Revisó su cartera y me dio unas monedas: “¿Puedes ir a comprarme una torta con doña Flor?”
No sabía quién era ni dónde estaba doña Flor, pero averigüé y cumplí con la orden de la siempre sonriente y amable Martita Herrera.
Fue mi primera encomienda en el canal 13, aquel día de Reyes luego que el “gordo George” Jorge A. García (+) me aprobó, por recomendación de Ricardo Muñoz, como un elemento más de este canal al que días antes, según me enteré, hubo un intento de sublevación porque les adeudaban algunas quincenas a los empleados; algunos renunciaron y no había quien se encargara de las diligencias de doña Mané Montes de Oca, la gerente de ventas, mi jefa. Así empecé a trabajar en la televisora.
En esa época –enero de 1982– no pasábamos de dos docenas de entusiastas y amigables trabajadores.
Entre los primeros compañeros que recuerdo estaba don Clemente Pech, que hacía la limpieza del jardín y las instalaciones, y siempre andaba limpio; Juan Herrera, con quien aprendí el ABC del manejo de cámaras; Luis León, el “gordo” Abraham, Efraín Rodríguez (+), Amado Marín, de quien fui su ayudante en la última gira del Dr. Luna Kan; el “Tío” Salim, que todas las tardes llegaba con su maleta, en la que guardaba a don Rufino; Ligia Reyes, Fernando Rio y el licenciado Eduardo Lujan, que conducían el noticiero; a Julieta Rosen no la conocí, ella fue la imagen del canal en esta nueva era de “Hacer Televisión”, como decía el slogan en la voz de Emilio Moller. También “el viejo” Alberto Lugo, Sandy Mazutier; por supuest,o el Lic. Federico Montes de Oca; Hernán Conde, Paco Medina, Mane Montes de Oca, “Pocho” Orozco, Silvino Fernández, Arcadio Huchim, Abel Bojórquez, quien todas las tardes llegaba a trabajar vestido con botas y sombrero texano; Marco Cervantes, Huacho Tello, Herverth Perera, Ricardo Muñoz, Lázaro Tzuc y Agustín Ventura.
Tiempo después entró Marito Helguera, “Pimpo” -Pedro Azcorra-, -el Güero”- José Cruz, Eldita Azcorra, El “Tantor” Hernán Escobedo, “Tancho Kua” Alberto Novelo (+), don Miguelito Camargo, Oscar Cárdenas (+).
En noticias estaba Chucho Delgado, Fernando Castro, El “Diablo” Cabañas, Alberto Escalante, Antonio Moreno, José Matú, la señora Rocha, quien colaboró de manera entusiasta en la barra infantil.
El director del canal cuando entré era Gustavo Muñoz, luego entraron Hernán Conde y Paco Medina; después Enrique Rodríguez Cirerol, Alejandro Segura, Luis Alfonso Rodríguez Campos, Luis Rivas (y sus hijos), relevado por Sergio Esquivel y, al renunciar, agarró la titularidad el temible Joaquín Tenreiro, quien por cierto fue el que más tiempo ha durado como director del canal.
No recuerdo bien la fecha en que fue director Marco A. Flota. La única mujer en esa época que asumió la dirección de canal fue la licenciada Rosario Novoa Peniche.
El licenciado Gaspar Gómez Chacón entró de director de la televisora cuando era gobernador constitucional don Víctor Cervera Pacheco, hasta que llegaron los “panuchos” con Patricio Patrón de titular del ejecutivo, mandando a Eduardo Ávila y Enrique Poot al canal; este último llegó con su afilado machete y una lista con los nombres de compañeros para vengarse de lo mal -supuestamente- que lo habían tratado la vez anterior que trabajó en el canal de “nuestra gente” cuando Tenreiro lo trajo de productor general y nos despidieron como a ocho compañeros.
A pesar de todo, no puedo quejarme del canal ya que fue una escuela de vida para mí: allá conocí el trabajo, el ingenio, la creatividad, la solidaridad y, sobre todo, la amistad de muchos compañeros que hasta hoy me distinguen con su cariño.
Claro que nunca faltan las anécdotas que siempre se recuerdan. Como la vez que el Tío Salim estaba pasando su programa “Felices Tardes” y, entre corte y corte, pasaban la caricatura de la “Dulce y tierna Niña Candy”, que alternaba con la intervención del Tío, quien divertía al auditorio junto con don Rufino. Los niños asistían cada viernes con sus mamás a bailar al estudio; entre semana llevaban sus pistas, les hacían una prueba y las programaban para el siguiente viernes. Muchos niños iban, más bien muchas niñas que en ese entonces imitaban al grupo Flans o a los artistas de moda, unas bailaban y otras cantaban.
Una de esas tardes llegó una niña que iba con mucha frecuencia al estudio con su mamá y su hermanito, muy travieso por cierto el niño, un chamaco como de ocho años; se sentaban en una banca de madera de pino que el ingenioso “Lobo” construyó y dejó fija en el estudio “A” para las numerosas visitas que el Tío recibía.
Pues bien, esa tarde el inquieto niño empezó a merodear en el estudio, mientras la mamá conversaba animadamente con el Tío Salim; la hermana le pedía al niño que regresara a su lugar, en lugar de estar paseando en el área restringida de los camarógrafos. Terco y desobediente, se empezó a acercar a la cámara uno, la central, siguió caminando y llegó a la cámara dos, mientras su hermana lo seguía llamando insistentemente con señas de las manos y cara de preocupación, ya que se daba cuenta que el niño no debía estar en ese lugar, mucho menos tratando de tocar las cámaras. Poco a poco se fue acercando al escritorio donde estaba sentado don Rufino y el Tío, quien seguía conversando con la mamá, pero discretamente veía al niño que ya empezaba a jalarle los zapatos a don Rufino, sin hacer caso a los insistentes y desesperados llamados de su hermana.
El chamaquito continuó disfrutando su travesura, ahora jalando la camisa del eterno compañero del Tío Salim, quien sigilosamente fue metiendo la mano derecha en la parte trasera del muñeco, apropiándose de las cuerdas que manipulan la boca y las cejas de don Rufino, dejando que el atrevido chamaco continuara con su imprudencia. Cuando las manitas del niño estaban por tocar la cara del muñeco …una voz fuerte y ronca, moviendo la cara bruscamente hacia él y levantando las cejas don Rufino le dijo: ¡¡¡¡Heyyyy!!!!
Completamente asustado y pálido, retrocedió unos pasos y empezó a tambalearse por el susto con la mirada perdida. Los que más asustados estaban éramos los que estábamos en el estudio. Alguien gritó: “¡Está quedando morado!”
La mamá y la niña corrieron desesperadas hacia el niño, que seguía sin dar señal de estar bien, no reaccionaba a los llamados de los que intentaban ayudarlo a volver en sí; desesperados, trataban de animarlo.
De inmediato, alguien lo cargó y salió al jardín. El Tío dio la orden de pasar enseguida otro bloque de la Niña Candy y, preocupado también, salió seguido por los demás. Al que cargaba al pequeño se le ocurrió lanzarlo al aire hasta que éste gritó y empezó un interminable, agudo y fuerte llanto, mientras la hermana lo abrazaba, su mamá lo regañaba y, sin voltear a ver a nadie, emprendieron su camino sin rumbo fijo. Creo que nunca volvieron al canal.
Continuará la próxima semana…
L.C.C. VICENTE ARIEL LÓPEZ TEJERO