César Ramón González Rosado
Desde los primeros tiempos de México independiente se habló de la posibilidad de la construcción del sistema ferroviario para impulsar el desarrollo social y económico del país.
Uno de esos importantes proyectos fue la construcción del ferrocarril del istmo de Tehuantepec. El presidente de México, don Guadalupe Victoria, expidió un decreto para su construcción el 4 de noviembre de 1824, que no se llevó a cabo por la convulsa situación política de los primeros años y también por la precaria economía del país.
Desde entonces, la ruta del istmo para conectar el Golfo de México con el Océano Pacífico, desde Coatzacoalcos, Veracruz a Salina Cruz, en Oaxaca, se volvió una obsesión de los gobiernos del siglo XIX por su importancia estratégica, como lo testifican diversos proyectos fallidos, entre ellos el tratado McLane-Ocampo, el más conocido por las posibles consecuencias de pérdida de soberanía que implicaba.
Fue en el tiempo de la Guerra de Reforma (1857-1860), cuando el gobierno del presidente Juárez, defendiendo la república liberal en contra de los conservadores, por necesidades apremiantes de reconocimiento a su gobierno, recursos económicos y de armamento, otorgó la concesión al vecino país del norte para construir y explotar un ferrocarril en el istmo de Tehuantepec, de Coatzacoalcos a Salina Cruz.
Por fortuna el tratado fue rechazado por el Congreso de los Estados Unidos, más interesados en abrir un canal en el Istmo de Panamá, de 83 km. de largo, distancia menor a los 303 km. del istmo de Tehuantepec, como efectivamente sucedió algunas décadas después en 1914, cuando entró en funcionamiento el Canal de Panamá.
Algunos historiadores justifican tan peligrosa concesión como una estrategia del presidente Juárez, estimando que dicho tratado sería rechazado por el congreso del país del norte por no convenir a sus intereses.
Fue hasta el gobierno de Porfirio Díaz que la ruta interoceánica se hizo realidad. Se otorgaron varios contratos de construcción a empresas extranjeras concretándose la vía férrea en el Istmo en 1894.
La explotación y conservación de la vía férrea estuvo a cargo del Estado y después, para remediar las deficiencias con que operaba, se firmó con la compañía Pearson & Son Ltd. un contrato para su explotación, que duró de 1899 a 1918. El ferrocarril fue inaugurado por el presidente Díaz en 1907.
Una referencia anecdótica
Cuando estaba en construcción el Ferrocarril del Istmo, el presidente ordenó que, al llegar la línea a Tehuantepec, ésta pasara enfrente de la casa de Juana Cata, un amor de la juventud de don Porfirio. El tren no detenía su marcha, pero sí la aminoraba para que el presidente, con discreción, bajara casi a la puerta de la casa de su amada.
Juana Catalina Romero fue una mujer oaxaqueña, tehuana, conocida por sus habilidades de comercio, su patriotismo e inclinaciones liberales, así como por las aportaciones que hizo en favor de la educación de las mujeres en su estado natal. Es conocida, también, por su relación con Porfirio Díaz, quien se dice fue su amante.
La vida de esta reconocida mujer marcó la historia de su ciudad y de toda Oaxaca, inicialmente en el contexto de la Guerra de Reforma, cuando el enfrentamiento entre liberales y conservadores alcanzó al Istmo de Tehuantepec.
Juana Catalina nació en noviembre de 1837. De joven se distinguió por su belleza y talante. Con los recursos que reunió en sus primeras actividades de exportación, logró consolidar capital suficiente para comprar terrenos y adquirir lo último en tecnología para refinar la producción de sus cultivos de caña e ingenios azucareros. Para finales del siglo, se distinguía por la calidad de sus productos y era reconocida como la mejor comerciante del Istmo por sus relaciones comerciales en Oaxaca, Veracruz y Ciudad de México.
En su juventud, durante sus iniciales actividades comerciales a las afueras del cuartel donde se resguardaba el ejército liberal a mediados del siglo XIX, conoció al entonces Jefe del Departamento Político del Distrito de Tehuantepec, capitán Porfirio Díaz. Juana tendría 18 años.
Cuentan también que Juana Cata, poniendo en peligro su propia vida, sirvió como espía en favor de la causa liberal, y que sus informes facilitaban el ataque sorpresa de las fuerzas que comandaba Díaz al ejército conservador, lográndose con ello numerosas victorias.
En diversas obras de divulgación de su historia se habla de una relación romántica con el militar, quien alcanzó años más tarde la presidencia del país. Sin embargo, múltiples historiadores afirman que dicha relación no fue como se presume.
La relación sentimental o amorosa en que tanto insisten las consejas populares debió ser muy ligera, tanto por el poco tiempo que Porfirio permaneció en Tehuantepec, como por las constantes acciones militares que emprendió en ese lapso. Si ella se enamoró de Díaz, él la olvidó muy pronto pues no la menciona en sus memorias ni en su correspondencia.
Ella conservó, si no el amor hacia Porfirio, sí su amistad y apoyo como lo prueban diversas cartas que le escribió cuando él era Presidente de la República y ella la mayor comerciante del Istmo de Tehuantepec.
A pesar de estas precisiones historiográficas, abundan las leyendas que insisten en un romance o una aventura amorosa entre estos dos personajes. Como aquella historia que afirma que Porfirio Díaz mandó a construir las vías del Ferrocarril Nacional de Tehuantepec a la orilla de la casa de Juana para poder llegar a ella con mayor facilidad…
Desde París también llegaron noticias que don Porfirio, en las últimas horas antes de su fallecimiento, el dos de julio de 1915, llamaba con vehemencia a Juana Cata.
Cierto o no, esta leyenda sigue siendo verdad en el imaginario popular. Salpicaduras de romanticismo del Ferrocarril de Tehuantepec.
Esta reconocida mujer falleció el 19 de octubre de 1915, tres meses después de Porfirio, en Orizaba, Veracruz, durante un viaje con destino a la Ciudad de México. Su legado, sin embargo, permanece latente entre los habitantes de Tehuantepec, ciudad en la que abundan los recuerdos de su paso por el mundo.
Durante los primeros años de operación el tren interoceánico rindió cuantiosas ganancias, pero con la construcción del canal de Panamá dejó de ser rentable, y la Pearson devolvió la concesión al gobierno.
Desde entonces el Ferrocarril del Istmo de Tehuantepec entró en una larga etapa de decadencia. Se le conservó por interés estratégico de la línea, sobreviviendo incluso a la desafortunada privatización de los ferrocarriles ordenada por el Presidente Zedillo en 1997.
El estado la conservó como una vía prácticamente libre que cualquier empresa puede utilizar previa solicitud. En la actualidad, durante este gobierno de la 4ta. Transformación se rehabilita.
Los tiempos han cambiado y se estima que de nuevo será rentable, dado el auge comercial de los países asiáticos, transportando cargamento y pasajeros del Océano Pacífico al Atlántico.
Con la construcción del Tren Maya, cuyo recorrido abarca toda la península de Yucatán, la mejora de la operación del Ferrocarril Chiapas Mayab, y líneas cortas, se integrará un sistema integral ferroviario que permitirá un óptimo desarrollo económico y social de la región.
Fuentes
Juana Cata, la amante de Porfirio Díaz que marcó Tehuantepec – Infobae
Sin duda es un gran proyecto que, particularmente, a este país le dejaría muchísimos beneficios, así como el comercio marítimo en toda el área del golfo de México entre puertos nacionales, otra área, la marítima que ha sido desdeñada desde siempre.