XLVI
Continuación…
Salimos a España con algunos pesos en la bolsa y una inmensa esperanza de que podamos encontrar la llave de oro que nos abra las puertas de algunas cocinas madrileñas. A la hora de visar nuestra partida de México, no quieren dejar salir a Pastor del país, pues no tiene cartilla. Después de mil explicaciones a los de Gobernación, le aceptan un documento en donde consta que sirvió en las fuerzas revolucionarias desde 1913. Todos se asustan de ver a mi compadre tan bien conservado. Nos piden la receta de su milagrosa juventud y él les dice: alcohol… Yo les digo: Formol.
Después de cuatro horas de volar, hacemos una escala en New York, donde un negro más grande que King Kong nos desinfecta con un atomizador. En realidad, lo que pasó es que a esas horas ya no podíamos levantarnos de nuestros asientos, pues habíamos “inflado” todo el vino y las cervezas del avión, por lo que al entrar el servicio de limpieza nos tocó a nosotros también la asepsia, porque no había como sacarnos del “pájaro” volador, dada la volatilización cerebral que nos mantenía hipnotizados.
Al fin sale el “aparato” y apenas estábamos durmiendo “la mona” nos despiertan para avisarnos que, por la diferencia de horas entre Norteamérica y Europa, ya estaba amaneciendo; ENCANTADOS; que nos sirvan ahora más tragos para curarnos la “cruda” que se supone debemos tener.
La ventanilla del avión me comunica con el Atlántico. Estamos en mitad del Océano y empieza a explicarnos el capitán: Volamos a treinta mil pies de altura, llevamos una velocidad crucero de novecientos cincuenta kilómetros por hora, las puertas de emergencia se encuentran situadas por ambos lados y lo que se nos ofrezca (¿Lo que se nos ofrezca?) podemos acudir a las diligentes azafatas y los amables sobrecargos. Pastor llama a una azafata y le pide una cerveza, yo hablo a un sobrecargo y le pido una azafata. Imposible, me contesta, tendrá usted que esperar hasta llegar a Madrid. Bueno, ni modo, pues tráigame entonces otra cerveza. No sabemos qué hacer ahí arriba y a esas horas pues, cuando debemos estar “cuetes”, nos obligan a componernos el estómago, con lo que consiguen los tripulantes de Iberia dejarnos los ojos más ovalados.
Llegamos a Europa y nos compadecemos de Cristóbal Colón, pues él necesitó tres meses y medio para viajar a América y nosotros solamente catorce horas, ah, y bien vividas, para llegar desde nuestras casas de Mérida, hasta el Hotel Opera, donde nos hospedamos. El cocinero de este hotel se hace amigo inmediatamente de nosotros (no piensen mal que se equivocarían).
Me contagia el ambiente de Madrid y nace mi canción España. ESPAÑA que deseos tenía de verte, de vivir donde vive tu gente, de estar junto a ti, ESPAÑA, yo quería cantarle a tu gloria con canciones que digan tu historia, antes de morir… así dice el principio de mi respetuoso homenaje al suelo hispánico.
Esta canción, aunque no es la llave de oro que necesitábamos para abrir las cocinas, como antes dije, sí en cambio nos abrió la de varios toneles de vino, pues no había tablado (se dice “tablao” chaval) donde la interpretábamos que no nos invitaran a beber la sangre de la uva española que ya nos salía por las orejas… la sangre y las uvas.
Pasamos dieciocho días entre bailarinas de expresión recia y que dicen con los ojos tanto como con el resto del cuerpo. Oler a bohemia, baile y canciones, guitarras en manos diestras de los “flamencos” y crinolinas almidonadas que se desdoblan para abanicar el arte de la mujer española. Olor a jamón serrano. Paseos en la Gran Vía y tardeadas en Perico Chicote o en “La Chuleta”.
El cocinero con su “amante” francesa son nuestros alegres y gentiles anfitriones. Pareja linda, joven. Dos enamorados. La conoció en París, cuando él ocupó el primer lugar en un evento para seleccionar al mejor cocinero del año. Él tiene veintidós años y ella veinte. Cuarenta y dos años enlazados en un amor libre… a la europea. No hay mejor compromiso que el que se escribe con el corazón, nos dicen. Yo solamente puedo contestarles: DICHOSOS y que lo disfruten, pues si se hubieran conocido en Mérida, creo que no podrían ir ni al cine, si no van acompañados de una dormilona suegra, que despierta en el momento menos oportuno.
Nos llevan a conocer todos los Clubes, Bares, Cabarets y todos los sitios donde hay farra y alegría. Les encanta la mala vida y a nosotros pues francamente no nos hace gran daño. Vamos a Toledo, a Las Ventas a ver las corridas. Me asombro cuando salen esos inmensos toros echando candelas por el hocico. Seiscientos kilos encima, que parecen dos mil cuando embisten llevando al demonio prendido en cada cuerno. Olor a sangre valiente en los ruedos y OLÉS de turistas, y COÑOS Y REDIECES de los españoles cuando hay un buen lance. Pastor y yo estamos acabando con el vino y con las noches de España… El dinero escasea peligrosamente, pero el cocinero nos alimenta como si fuéramos virreyes.
Hoy conocimos a un Duque. El Duque de Caramanchel, bien vestido (con su único traje) y con un escudo más grande que el del príncipe valiente, pero tan jodido como nosotros, pues tiene abolengo y sangre real, pero ni un “Real” ni una peseta en la bolsa. Nos instalamos en una mesa en la Gran Vía y, como él es noble y nosotros los plebeyos, pues tenemos que invitarlo a un “vinillo”, según nos conversa, “cae” un Marqués que lo sacará de pobre esa tarde. Pero solamente esa tarde.
Comienzan a pasar junto a nosotros las mujeres más lindas de Madrid y entre ellas distinguimos una que tenía las nalgas más nerviosas de España. Que se pone de pie el Duque de Caramanchel y le lanza un piropo: ¡POR MI SANTA MARE, QUE TENÉIS UN CULO TAN GRANDE QUE SI TE ECHAS UN PEDO EN UNA CARBONERA VISTES DE LUTO A MADRID! Esas nalgas, ese piropo y un gendarme fueron la causa de que el “noble” pasara la noche en la comisaría. Nosotros nos fuimos al departamento del cocinero y su amante a celebrar el requiebro del Duque y después asistimos al debut de Los Hermanos Castro en el Florida Park, invitados por Arturo. Gran presentación y una inolvidable noche más en Europa.
Al otro día nos encontramos al Duque de Caramanchel en el Café Varela. Nos contó que le rompieron su escudo y media madre en la cárcel, pero que bien valió la pena exponer su reputación por esas nalgas… El café Varela es punto de reunión, como todos los cafés del “universo”, en donde los más van a hablar de la honra y la deshonra del mundo entero, unos acuden a tratar algún negocio y otros a componer la situación política. (¿A cuál perteneces tú, amable lector?). Ahí me oriento de la buena salud del Generalísimo Franco, de sus decretos que firma en el Palacio del Prado, de su firmeza como caudillo, de que su nombre es Francisco Franco Bahamonde, que nació en 1892, que en 1936 participó en un alzamiento militar y fue designado líder del movimiento, y posteriormente en 1939 se convirtió en Jefe de Estado. Hablan de su postura durante la Segunda Guerra Mundial (NO BELIGERANCIA, DIJO) y de que ha dado una nueva estructura económica a su país con una hábil política exterior.
Nos enteramos también de que la “Mosa” Dolores tiene andanzas con el tendero de la esquina y que la “Gallega” que vive en el piso de arriba le ha puesto cama a un chavalillo; que la hermana de “Feloneo”, el zapatero, se la corre con un Sargento de la Guardia Civil, pero “Feloneo” le pone media suela a la esposa del Sargento… Chismes calientes de café oloroso. Murmuraciones de gente “muy ocupada”.
Salimos del Varela y nos dirigimos a visitar El Escorial, su monasterio, el Valle de los caídos y su inmensa cruz (la mayor del mundo), que se levantó en honor a los valientes que lucharon por la libertad. Después nos lleva el Duque a conocer a sus amigos de ese lugar histórico. Ya es de noche y nosotros cantamos mi canción España, en su segunda parte dice: España, yo me voy a robar de Sevilla el recuerdo de una tonadilla antes de partir, España, por los cantos que tiene tu cielo y las glorias que tiene tu suelo QUE VIVA MADRID. Son las tres de la mañana y ya el Duque ha perdido su postura, su dentadura y su corbatón. En el coche de unos amigos nos regresamos a Madrid a seguir la fiesta. En el trayecto me conversa el Duque que mi apellido Navarro es de abolengo en España, pero que mi escudo vale menos que un chiflido si no tengo una dote (herencia). Lo tendré presente, le digo, y trataré de conseguir dinero para reforzar mi linaje. Por de pronto sigo llevándolo con la ayuda de Dios, igual que varios “abolengos” de mi tierra.
Termina la farra de ese día y esa noche, pero se me queda grabada en la mente esa gigantesca cruz. Me hago la promesa callada de que, si algún día me lo permite mi situación económica, haré construir una, también grande, grande, grande, claro, hasta donde la “bolsa” me lo permita. Este deseo es más un pensamiento vago. Pero todo en la vida puede suceder, hasta lo imposible, o al menos lo que uno piensa que es irrealizable en esos momentos.
Años después, en su lecho de muerte me pide mi madre que cuando “se vaya” lo que desea es que, si algún día puedo, le coloque una cruz al pie de su sepultura, una cruz, Coki pero la más grande que te permitan tus posibilidades; y además que en su lápida se inscriba solamente su nombre artístico “María Navarro”, porque el arte fue su pasión, su vida y sus grandes anhelos espirituales. Así, (así pensaba ella) le recordaremos al mundo el signo de la cruz, donde Cristo ofrendó inútilmente su vida por la humanidad y yo, (me dijo casi con una sonrisa) “seguiré en la cartelera”.
Les juro amables lectores que, de haber podido, esa cruz que mandé a levantar al pie de la tumba de mi madre en el cementerio de Progreso, ESA CRUZ, hubiera llegado hasta el mismo cielo. Alguien me ha dicho “por ahí” que exageré el tamaño. No, les contesto, apenas es un punto en el infinito significado del hijo de Dios de ese DIOS que no tiene complejos como los hombres, el que no tiene prejuicios, el que todo lo hace con el esplendor de su nombre, ese Dios que aprueba las obras grandes, cuando lo que realizas lo sientes en tu corazón (no confundir con las ostentaciones)… pues Él fue el arquitecto creador del Universo y NO ME VAN A DECIR QUE EL UNIVERSO ES UNA OBRA PEQUEÑA… Qué va…
Coki Navarro
Continuará la próxima semana…