LIII
HOMICIDIOS Y SUICIDIOS EN YUCATÁN
El acelerado desdoblamiento de Yucatán, y en particular de la ciudad de Mérida, conlleva al incremento de homicidios entre la sociedad. Recuerdo que hasta hace unos pocos años la nota roja de los periódicos amarillistas peninsulares se nutría de latrocinios, pillaje muchachil en las zonas centrales de la urbe, escándalos de borrachera, lesionados y, muy raramente, la asombrosa noticia de un asesinato. La realidad es que los homicidios sí se cometían, pero más bien en el interior del Estado, en grescas de borrachos o en cacerías de venado por gentes llamadas Cauich o Tzab, que muy poco importaban al lector meridano, a quien sólo impresionaban los crímenes en lo que eran víctimas o victimarios miembros de familias de apellidos “ilustres” o por lo menos “decentes”.
El meridano ha sido, en gran parte, discriminador de personas que porten el apellido maya. Aunque es justo reconocer que también los peches o los canules recelan de la gente blanca o mestiza. Estos claros rencores, que los actuales mayas disimulan con engañosa facilidad (la tierna sonrisa estereotipada, la huidiza mirada, el beyhualé inocente y revelador…), provienen de los remotos tiempos de la Conquista. La volcánica Guerra de Castas solamente los ratificó. Yo creo que nunca llegarán a entenderse con verdadera lealtad los descendientes de los cocomes con los tataranietos putativos del Adelantado Montejo, o los que presumen de serlo.
He evadido el tema central de esta nota quizás inconscientemente. Lo retomo. Durante los cincuenta años de nuestro siglo los homicidios de “gente importante” o reconocida eran indispensables acontecimientos en la ciudad. Memoro el del doctor Poveda, su esposa y su hija (¿1975?) ultimados por un carpintero de apellido maya. Recientemente un tal Miguel Ángel López Gamboa, joven de 25 años, asesinó a dos personas a cuchilladas. López Gamboa estaba ebrio como una cuba. Afortunadamente fue capturado por la policía.
No hay que olvidar tampoco el elevado número de suicidios que se dan en la entidad. Estos ocurren lo mismos en las poblaciones del interior del Estado que en la propia Mérida, mayormente en los arrabales. Los suicidas son por lo general gente humilde, casi siempre de apellidos mayas. Se suicidan por ahorcamiento, y aquí no podemos desligar de estos hechos trágicos el nombre de la diosa X’tab, antigua divinidad maya de los ahorcados. Los suicidios entre gente blanca o mestiza son mucho menos frecuentes y, cuando ocurren, suelen conmocionar a la sociedad.
Si Ud. lee los periódicos diariamente, habrá observado que tanto los homicidios como los suicidios forman ya parte principalísima del cuerpo de notas policíacas citadinas. Es el precio que pagamos los yucatecos por el inevitable crecimiento de nuestra vieja Mérida.
(13 de mayo de 1991)
Roldán Peniche Barrera
Continuará la próxima semana…