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Editorial
Por muchos y diversos motivos la educación, en este año de crisis económica y social por la pandemia en curso, se está viendo afectada tanto en el ámbito escolar como en el familiar, económico, político y educativo.
Nunca como antes, en este siglo presente, las circunstancias ambientales han influido en todos los renglones de la vida social, entre los cuales tenemos el educativo.
Y no son cambios menores. Cada hogar con niños o jóvenes estudiantes se ve afectado. Cada centro escolar también. Cada familia asume nuevas directrices en razón de la pandemia en curso.
El virus COVID-19 obliga a los padres, maestros y autoridades a cumplir con responsabilidades inéditas, muy distintas a las de años educativos precedentes.
La medida preventiva de sana distancia aplica hoy en el transporte, las aulas, los espacios de convivencia escolar. Se previene ahora al alumnado con las medidas de lavado de manos de manera continua, los cubrebocas, la sanitización continua de los espacios educativos y la aplicación de gel antibacterial cuando proceda.
Los maestros han aceptado el uso de medios electrónicos para impartir la educación en cursos o cátedras, como medida preventiva de contagios no deseados.
En los traslados por autobuses escolares, al igual que en los de uso comunitario, los alumnos atravesarían por las medidas preventivas ordenadas para dichos servicios.
La modalidad de cursos a distancia mediante el uso de medios electrónicos como la televisión ya está siendo aplicada, con el fin de reducir el peligro de contagios entre alumnos y maestros en los tiempos de su coexistencia escolar.
La sanitización constante en los espacios escolares es un hecho cotidiano que ofrece pulcritud, mientras también salvaguarda la salud y vida de los educandos, así como la de catedráticos y maestros.
Es así que las actuales generaciones de estudiantes y maestros viven una difícil prueba en la que la coordinación, cuidado, prevención y disposición permanentes ante posibles brotes virales obligan una suma de esfuerzos en las decisiones que protejan salud y vida del alumnado.
Los niños de hoy viven la inusual experiencia de actuar como adultos, haciendo a un lado sus tendencias infantiles o juveniles, actuando responsablemente para evitar riesgos adicionales.
Cuando los alumnos infantes de hoy sean mayores, compartirán sus experiencias y serán el conducto autorizado para ilustrar a sus descendientes sobre las vicisitudes de esta pandemia que ojalá se extinga y no continúe como una amenaza para la humanidad.