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La gloria de la raza – III

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III

Nota preliminar

<<La gloria de la raza>> es el enunciado con que el patriota Chen Mu Chen subtituló un artículo que dio a la prensa en 1927, durante su estancia en las tierras del sureste mexicano. Con él exalta los componentes étnicos de una visión del mundo que se ha modificado al ritmo de hombres y mujeres de diversas partes del orbe. La presente obra recrea algunos aspectos del proceso de asimilación cultural que los viajeros llegados de Oriente experimentaron al asentarse en la planicie yucateca.

La investigación que da sustento a estas páginas se nutrió de diversas fuentes durante más de un lustro. El tema en cuestión no se considera agotado: apenas se esboza como un primer bien de una conciencia que se construye con fragmentos de una realidad diversa, siempre necesaria para despejar la naturaleza humana de obstáculos que empañen sus fulgores.

Los artículos que componen cada sección de este libro cuentan con las referencias de su consulta básica. Se incluyen para proporcionar una orientación sustantiva a quienes deseen ampliar las nociones consignadas. Se mencionan en primer lugar las publicaciones periódicas de las que proviene el núcleo de la información principal seguidamente se indican las fuentes bibliográficas y los documentos de archivo que aportaron datos complementarios. Como consecuencia del espíritu sintético y del propósito de divulgación de este escrito, fue preferible omitir el sistema de aparato crítico que suele acompañar los materiales de contenido predominantemente académico.

Las nuevas incógnitas que puedan propiciar estas anotaciones serán oportunas, igual que toda contribución encaminada a un mejor conocimiento de los chinos llegados al suelo peninsular, donde edificaron un paisaje cultural que germinó venturosamente. La pertenencia a esta comunidad compromete a muchos ciudadanos que hoy se reconocen como yucatecos, orgullosos del legado formidable que sus antepasados hicieron florecer desde un continente lejano.

El autor

 

 

  1. ANTECEDENTES

Vínculos en la antigüedad

Mucho antes que Estados Unidos restringiera a los chinos el acceso a sus fronteras y que éstos, al saberse rechazados, comenzaran a ingresar a México, los asiáticos y los habitantes de lo que hoy es nuestro país tuvieron algunos contactos. Un historiador chino sitúa un remoto antecedente de ellos en el año 412 de nuestra era, cuando un monje de ese origen se extravió con otros navegantes durante un viaje a la India, de modo que las corrientes del Océano Pacífico favorecieron su desembarco en costas que actualmente circundan una parte del territorio nacional.

Esta versión se basa en fuentes estrictas y tiende a reforzarse en evidencias materiales, como una piedra prehispánica hallada en Acapulco que representa una nave de inconfundible factura china. También se apoya en otros elementos, como los calendarios chino, azteca y maya. El controvertido explorador Augustus Le Plongeon sostuvo a su vez que los chinos y los japoneses conocieron el continente americano desde el siglo V.

No se trata de apreciaciones descabelladas ya que, a lo largo de la Historia, el azar y la osadía condujeron a muchos marinos a destinos inesperados. Los lazos comerciales que hacia fines de la Edad Media establecieron los europeos con el Lejano Oriente se nutrieron de esa clase de experiencias. Los testimonios que describen los viajes de Marco Polo contienen un recuento ameno y pormenorizado de ellas.

Son varias las tradiciones esotéricas que aluden a la antigua relación de los asiáticos con los americanos; algunas se enlazan con los legendarios continentes perdidos que estimularon la imaginación de muchos escritores, viajeros y exploradores. Muchos de ellos creyeron reconocer en los centros ceremoniales de los pueblos indígenas de América la morada postrera de enigmáticos visitantes que iniciaron a los nativos en conocimientos poco asequibles para la gente común. Ya avanzado el siglo XX, estas nociones tuvieron aun cierta aceptación en algunos círculos intelectuales que no admitían del todo el rigor proclamado por el pensamiento científico contemporáneo.

Tampoco deben olvidarse las hipótesis generalmente aceptadas sobre el origen de la civilización amerindia, las que señalan al Estrecho de Bering como la vía por donde llegaron a nuestro continente antiguas migraciones compuestas de individuos de ascendencia mongoloide. Para el caso, los caracteres genéticos iniciales constituyeron la base biológica sobre la que se desenvolvió el florecimiento cultural de nuestros antepasados.

Entre la leyenda y la historia, como entre la arqueología y las pesquisas apasionantes, relucen los ecos de encuentros lejanos, los mismos que estrecharon a aquellas culturas que hicieron de la sabiduría algo más que la retórica de ocasión de quienes esgrimen el saber para encubrir visiones estrechas del mundo.

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Anaya, José Vicente. <<Los remotos encuentros entre China y México>>, Memoranda. Revista de la Subdelegación General de Servicios Sociales y Culturales del ISSSTE, México, año IV, núm. 19, julio-agosto de 1992, pp. 60-63.

Amaro Gamboa, Jesús, El uayeísmo en la cultura de Yucatán, México, IPN-UADY,1988, p.65.

Barros Arana, Diego, Compendio elemental de historia de América, Buenos Aires, Cabaut y Cía. Editores, 1927, pp. 36-37.

<<Sobre arqueología de Yucatán>>, La Revista de Mérida, año XVI, núm. 928, 3 de marzo de1885, p.2.

José Juan Cervera

Continuará la próxima semana…

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