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El lento regreso a las carreras – II

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Perspectiva – Desde Canadá

XX

En estos tiempos de pandemia que vivimos, salir de casa se volvió algo muy restringido. Conservar la sana distancia se convirtió en paradigma para cualquier actividad en estas latitudes, caminar y correr incluidos.

Ante la evidente necesidad de adaptar mi cuerpo a mi nuevo entorno, decidí que lo primero sería caminar regularmente, que lo haría al finalizar mis jornadas de trabajo desde casa, con lo cual no solo podría salir del enclaustramiento, sino también activarme adecuadamente.

Cuando inicié las caminatas, lo hice alrededor de Long Sault, lo que me permitió no solo conocer mis alrededores, sino también trazar posibles rutas para correr, cuando finalmente pudiera.

La zona habitacional del lugar donde vivo se encuentra al interior de la periferia de poco más de 4 kilómetros que he mencionado, con una variación acumulada en altitud de 100 metros, es decir, al recorrer ese trayecto, las subidas y bajadas acumuladas totalizan esos 100 metros, un dato importante para mí, recordando las experiencias de las carreras de Ticul y Santa Elena en el 2019.

Bajo la premisa de que esperaría a que la temperatura ascendiera, y teniendo a mi disposición una porción de lo que se conoce como el “Great Lakes Waterfront Trail” (https://waterfronttrail.org/the-trail/), al finalizar la jornada de trabajo desde casa, así como los fines de semana, comencé a caminar el sendero que va desde Long Sault a Cornwall.

El sendero corre paralelo a la ribera del río St. Lawrence, entre el bosque, está pavimentado y fue diseñado para aquellas personas que deseen recorrerlo a pie, en bicicleta; tiene una longitud de alrededor de 10 km.

Rodeado por la Naturaleza y entusiasmado por tanta novedad, al hacer el primer recorrido me dije que lo usaría siempre que me fuera posible, teniendo en mente que su extensión era perfecta para regresar a la distancia de noviembre, el medio maratón, al recorrerlo de ida y vuelta.

Un día de mayo, cuando ya estaba acudiendo físicamente de nuevo al trabajo, el día estaba extrañamente “caluroso” al salir, con 17 grados centígrados; hasta ese momento, aún no superábamos los diez grados. Al llegar a casa, decidí honrar mi propósito: me puse los tenis, un short, una camiseta y una chamarra ligera, y salí a correr alrededor de la casa.

Mi primera carrera no alcanzó los tres kilómetros, les platiqué; la segunda apenas superó mi distancia inicial en 500 metros, pero ya había adquirido medio km más, y recuperar la respiración y el ritmo cardiaco ya no fue tan tardado. Iniciaba, pues, el retorno.

Repetí un par de veces más las carreras, con resultados similares que me llenaron de optimismo. Por salud (al conservar el distanciamiento social), y porque era mucho más estimulante el paisaje, llegué a la conclusión de que lo mejor era comenzar a correr por el sendero.

En Mérida, mi rutina era levantarme poco después de las cinco de la mañana, para ganarle al calor, y correr por las iluminadas calles de nuestra ciudad aún al amparo de la noche, siempre sorprendiéndome con la creciente gama de colores, ruidos y olores con el transcurrir de los minutos, conforme la ciudad despertaba.

A diferencia de muchos de mis compañeros de carreras y de mi admirada Coach Alondra, correr al regresar del trabajo me ha costado mucho desde siempre, porque tanto el ajetreo laboral como el hambre me pesan después de una jornada de más de ocho horas. Así, pues, correr aquí solo lo puedo hacer en fines de semana o en días no laborables, mientras encuentro una solución.

Poco a poco fui aumentando la distancia. Corrí por primera vez cuatro kilómetros en el sendero, y luego cinco, lo cual festejé con regocijo interno porque esa fue la primera meta que me impuse: ya estaba en distancia (mínima) de carreras oficiales.

Si bien mi ritmo cardiaco había sido puesto al extremo la primera ocasión debido a los cambios en elevación en el sendero, tuve cuidado en no exigirme de más, y bajar la intensidad cuando me sintiera cansado. No tengo la menor intención de desmayarme por extenuación.

Uno de esos días no laborables, dispuesto a correr por el sendero temprano, bajo un sol naciente, me puse la chamarra y corrí sin mayores problemas seis kilómetros. Al regresar a casa, me sorprendió no la distancia recorrida sino la temperatura a la cual había corrido: según el registro, corrí cuando afuera había ocho grados centígrados.

En ese momento me di cuenta de que estaba rompiendo las barreras mentales que me había impuesto. ¿Recuerdan que dije que no correría sino hasta que la temperatura superara los dos dígitos? Pues ese día entendí que esa era tan solo una excusa que había creado para no hacerlo, que perfectamente podría correr a temperaturas de un dígito y que, además, podría acondicionar mi cuerpo para correr en temperaturas incluso más bajas, claro está: con el adecuado aislamiento térmico.

Corrían los postreros días de junio…

Continuaré la próxima semana.

Estas reseñas van dedicadas con mucho afecto a mis compañeros de carreras de los equipos Lark Club y Run4Food de Mérida, con quienes comparto inolvidables recuerdos.

S. Alvarado D.

sergio.alvarado.diaz@hotmail.com

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