Editorial
La angustia y el dolor, la tristeza y el temor, continúan recorriendo los espacios de nuestro continente americano. Millones de personas, ante la creciente vulnerabilidad por la pandemia coronavírica, son prisioneros de la cotidiana angustia.
Cada nuevo sol, la humanidad se conmueve ante un enemigo común en este, que hasta hace algunos ayeres, era llamado el continente de la esperanza.
Millones abandonaron Europa, Asia y África dirigiendo su vista en el siglo anterior hacia las fronteras de América, donde el trabajo florecía y la mano de obra era demandada en todos los países americanos.
Ya no es así.
La pandemia ha borrado fronteras en su insano recorrido.
Las cifras de muertes por COVID-19 van al alza un día sí y el otro también.
Los pueblos y sus gobiernos unen voluntades; de ahí han surgido iniciativas para coordinar esfuerzos mayores que acaben con esta virulenta presencia.
Una respuesta coordinada se va dando entre los entes políticos y los científicos. Los primeros, adoptando conjuntamente decisiones sobre la movilidad de personas, sanitización, medidas cautelares ante los avances; los segundos, asegurando mayores tiempos y recursos a sus especialistas y también soporte en equipo adicional para todos ellos.
Los esfuerzos permiten visualizar resultados en el corto plazo. Ahora se habla de realizar una tarea conjunta para crear una vacuna. Los trabajos conjuntos van bien.
Y, en tanto se llega a este tiempo médico, la capacidad de atención hospitalaria aumenta, los gobiernos se esmeran por cubrir a una mayor cantidad de la población con estos servicios y los personales médicos multiplican sus tareas y acciones, a más de fortalecer su vocación sanitaria.
La pronta obtención de una vacuna que sea segura para aplicarse a la población mundial es un ansia colectiva.
En tanto, extrememos mantener la sana distancia, evitar riesgos y excesos, no perder la fe, no infringir disposiciones, ni retar al peligro. Pensemos que, a estas alturas de la pandemia, las actitudes irresponsables tienen consecuencias en grado sumo.
Ante esta pandemia, todos somos igualmente responsables de mantener abiertos conductos de previsión y orden.
Entendámoslo así.