VIII
Desde la Tierra de los Mayas envío un abrazo que pretende ser a la vez afectuoso y solidario en esta cuarentena inacabable, que sin música sería insoportable. Por ello continuamos con esta saga de discos que sacudieron mi conciencia y la de miles de roqueros y roqueras de todas partes del mundo.
Esta semana serán tres discos de metal los que tendré el gusto de compartir con todos ustedes. El primero es el mejor álbum de Dio en su etapa solista, trabajo que marcó su punto más alto en calidad musical y creativa; luego el “Rust in Peace” de Megadeth, una pasada de disco cuya realización fue posible gracias a una serie de afortunados acontecimientos que se conjuntaron; cerraré con una indiscutible obra maestra del metal creada por los maestros británicos de Iron Maiden, el célebre The Number of the Beast.
Para quienes disfrutamos del rock en todas sus vertientes, siempre hay un marcado cariño al metal, al hard rock, a la parte dura, porque su prosa abarca escenarios realmente apasionantes que mucho tienen que ver con la magia, la fantasía, el terror, la aventura, y también la denuncia social, la guerra y todos aquellos rincones más recónditos del ser humano.
Antes de iniciar, aprovecho recordarles que todos los domingos, a las 2 de la tarde, y los miércoles, a las 10 de la noche, seguimos compartiendo la hemeroteca de Metalmorfosis por 69 Opichén Radio, repitiendo todos los programas presentados durante el 2019, así que la invitación está abierta para todos, pues podrán escuchar verdaderos banquetes auditivos.
DIO, ‘HOLY DIVER’ – Este primer álbum de estudio de la banda solista de Ronnie James Dio, reunió todas las virtudes asimiladas a través de su paso por ELF, Rainbow y Black Sabbath, uniéndolas a las de otros experimentados músicos como Jimmy Bain, ex bajista de Rainbow, y Vinnie Appice, poderoso baterista que no quiso permanecer en Black Sabbath si Ronnie no estaba más. El único joven era Vivian Campbell, pero este acudió para pulir su depurada técnica. Todo eran, pues, músicos talentosos liderados por Ronnie, quien estaba en plenitud de sus capacidades vocales y creativas, dando espacio a las ideas de los demás integrantes. Jimmy Bain provenía de Escocia, participando en varios proyectos hasta unirse a Rainbow, donde nunca recibió el crédito que realmente merecía, algo que Dio quiso retribuir en este proyecto. Vinnie Appice, hermano menor del monstruo Carmine Appice, había labrado su propia reputación hasta llegar a Black Sabbath, y con Dio pudo demostrar su categoría percusiva, además de contribuir en la creación de temas. Vivian Campbell era joven pero ya había tocado con Thin Lizzy en su etapa final, y era un guitarrista dedicado cuyos talentos fueron pulidos por Ronnie James Dio, que le permitió diera rienda suelta a toda su capacidad. El álbum fue grabado a principios de 1983 en Los Angeles, lanzado el 25 de mayo de ese año, y vaya que a mí me voló la cabeza. Si de por sí siempre admiré al maestro en sus diferentes facetas, con este disco mi cariño y respeto hacia él creció enormidades.
Stand Up and Shout es el tema más demoledor de Dio, un heavy galopante muy contundente donde la guitarra de Vivian Campbell despliega encendidos riffs y solos, creando una fusión genial con la experimentada base rítmica de Jimmy Bain y Vinnie Appice. Sobre esa locomotora metálica, el maestro plasmaba su categoría vocal. Holy Diver es un metal realmente acojonante, esos riffs son de lo más heavy jamás creado por la banda, donde las capacidades de todos son notables en la ejecución, pero principalmente el poder vocal de este genio lograba que su interpretación transmitiera no solo poder, potencia, sino también matizara cada uno de los diálogos, tal como lo hiciera con Black Sabbath. Ese es el tenor del disco, con variedad en la forma de tocar el metal, pues Caught in the Middle es un metal melódico con una letra muy introspectiva acerca de quedar atrapado en el medio de la existencia, mientras que Gypsy es más dramática. Straight to the Heart es otro heavy denso y demoledor donde los solos de Campbell demuestran su depurada técnica, un tema que se convirtió en imprescindible en sus conciertos. Invisible vuelve a meternos en una historia dramática donde Vivian vuelve a demostrar que estaba a la altura de otros guitar heroes que también presumían sus talentos en otras exitosas bandas. Rainbow in the Dark se convirtió en la rúbrica del maestro con su banda en solitario, este fue el tema que más recuerdan sus fans más fieles, un metal melódico con la marca de la casa: “Eres simplemente una foto, solo una imagen atrapada en el tiempo, somos una mentira, tú y yo caminamos sin rumbo como un arco iris en la oscuridad”. Shame on the Night es el track menos afortunado del álbum, un heavy lento que, pese a sus virtudes, desentona en relación a la calidad de los demás.
La joya del disco para mí es Don’t Talk To Strangers, el tema donde mejor se fusionan el pasado con Rainbow y Black Sabbath con el presente que cada miembro ofrecía bajo la guía del maestro, además del mejor solo de guitarra de la colección por cortesía de aquel joven irlandés que nos sorprendía por su arrojada capacidad.
MEGADETH, ‘RUST IN PEACE’ – Megadeth siempre me pareció una banda creativa, un proyecto que Dave Mustaine supo cuajar, más allá del thrash metal como fue catalogado, sobre todo en sus tres primeros trabajos de estudio. En el especial que dedicamos a la banda en Metalmorfosis, transmitido en 69 Opichén Radio, Radio Kaos Rock y Mal de Orines Radio, destacamos que fue la suma de importantes factores lo que permitió que esta cuarta placa de estudio alcanzara el nivel de calidad que todos reconocemos. El primero fue que, tras la gira de apoyo al tercer álbum, la banda estaba sumida en los excesos con cocaína: todos eran adictos. David Ellefson debió internarse y Dave decidió expulsar dar al baterista Chuck Behler y al guitarrista Jeff Young porque se drogaba más grueso que él y eso ya era demasiado. El segundo fue el accidente que Mustaine sufrió en su auto, que lo obligó a llevar un tratamiento de rehabilitación para evitar ir a la cárcel, por lo que después de muchos años quedó completamente limpio. El tercero y más importante fue la llegada de Marty Friedman (ex Cacophony), quien dotó al grupo de mayor melodía sin que perdiera ningún fragmento de poder y fuerza de la que también fue importante el aporte del nuevo baterista, Nick Menza.
Grabado de finales de 1989 a mayo de 1990 en los estudios Rumbo Recorders de Los Angeles, incluyó una selección de temas avasalladores, iniciando con la bestial Holy Wars… The Punishement Due que denuncia la guerra santa entre irlandeses a través de un alucinante viaje de riffs y solos; Hangar 18, con la que demostraron una notable creatividad para crear temas heavy con diferentes estructuras musicales que se van uniendo para dar forma a una rola revolucionaria con intrincados solos compartidos por Marty y Dave. Tornado of Souls es otra pasada, un tema que despliega una fuerza sobresaliente, invitándonos a realizar ‘headbang’ con esos riffs afilados y su contundencia. Lucretia y Take no Prisoners son dos buenos ejemplos del despliegue musical que estos metaleros son capaces de crear: el primero con esas paradas que dan entrada a unos remates deliciosos y una guitarra inspirada; el segundo con un arranque brutal en una pieza que no deja de proyectar agresividad sonora de principio a fin. La verdad es que los nueve temas incluidos son de primera, poderosos, inventivos, realmente contagiosos, proporcionando un gozo al escucha totalmente seductor. Sin lugar a dudas, su mejor obra, aunque Megadeth es de las bandas que han grabado muchos discos efectivos.
IRON MAIDEN, ‘THE NUMBER OF THE BEAST’ – La ventaja de haber escuchado de manera cronológica los discos de Maiden es que nos permitió evidenciar desde la primera oída, que esta tercera placa de estudio reflejaba una marcada evolución gracias al aporte del por entonces nuevo vocalista, Bruce Dickinson. Si habíamos disfrutado como enanos con Iron Maiden (1980) y Killers (1981), con The Number of the Beast, lanzado el 22 de marzo de 1982, firmamos con sangre un pacto con la “Doncella de Hierro” pues, tras escuchar los 8 temas incluidos en esta gema del metal, quedamos eternamente cautivados. Controversias aparte, es claro que Clive Burr era el baterista adecuado para esta banda pues junto a Steve Harris conformaba una base rítmica que era una auténtica apisonadora. Los temas suenan perrísimos con ellos dos machacando todo el tiempo el ritmo galopante imperante en el disco que fue grabado de enero a febrero de ese año en los Battery Studios de Londres, bajo la producción del experimentado Martin Birch quien logró que las de por sí afiladas guitarras de Dave Murray y Adrian Smith se escucharan mucho más claras y agresivas. La voz de Dickinson era bestial, representaba toda una declaración de principios de la banda, señalando hacia cuáles terrenos Maiden se dirigiría a partir de entonces. Al ver videos de la correspondiente gira de apoyo, es notable que el grupo ganó en todos los sentidos con este relevo vocal, y seguramente ese nuevo impulso supo pasmarse en el álbum.
Nada sobra ni nada falta en este disco; todo es poder, fuerza, contundencia, y una lírica inteligente que convertía cada tema en auténticas piezas artísticas. El arsenal es de primera, por ello Invaders, Children of the Damned, Run to the Hills, Hallowed Be Thy Name y el tema que da título al disco se convirtieron en obligados en sus conciertos.
Es de esas colecciones que llegan a obsesionarte por largo tiempo. Recuerdo que lo escuchaba una y otra vez, descubriendo cosas nuevas en cada ocasión. Un aspecto curioso en relación con estas canciones es que las utilizaba mucho para entrenar artes marciales en mí casa, pues sentía que su energía iba muy acorde al esfuerzo que realizábamos en la academia bajo la guía de nuestro sensei Hernán Sobrino Baeza, sobre todo cuando nos preparábamos para competencias contra otras escuelas. En conclusión, un trabajo imprescindible para quienes juran que el metal forma parte de su ADN.
RICARDO PAT