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Monografía de la Universidad de Yucatán – V

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CAPÍTULO IV

BREVE SEMBLANZA DEL RECTOR FUNDADOR DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL DEL SURESTE, DR. EDUARDO URZAIZ RODRIGUEZ

Íntimamente ligado a la Universidad Nacional del Sureste está el nombre del Dr. Eduardo Urzaiz Rodríguez. Él firmó, como Jefe del Departamento de Educación Pública, con el Lic. Manuel Berzunza, Gobernador Interino, y el Ministro de Educación, Lic. José Vasconcelos, el contrato de cooperación entre los gobiernos Federal y estatal para la creación de la Universidad. Primer Rector, de febrero de 1922 a enero de 1924, vuelve a su cargo después de breve separación en mayo del propio año para permanecer hasta 1926. Posteriormente, ocupó la Rectoría de la Universidad de Yucatán en 1946, sorprendiéndolo la muerte en plena actividad, el 16 de febrero de 1955.

Nació el 24 de marzo de 1876 en Guanabacoa, Cuba, y murió el 16 de febrero de 1955 en esta ciudad de Mérida, Yucatán. Su vida fue ejemplo de trabajo y esfuerzo cotidiano; de estudio y enseñanza; de participación y entrega. Su talento tuvo múltiples manifestaciones; su curiosidad científica no tuvo límites; su generosidad encontró en la docencia cauce para transmitir algo del caudal de sabiduría, de sensibilidad y de humanismo que llevaba en el alma. Fue un maestro. Esencialmente, y al margen de su polifacética personalidad de intelectual inquieto e interesado en la problemática del hombre en su dimensión integral, el magisterio le fue connatural. Quizá por esto se granjeó siempre el afecto, la estimación y el reconocimiento de quienes lo trataron.

Tenía 14 años de edad cuando llegó, en compañía de su padre, procedente de La Habana, Cuba, a esta ciudad de Mérida. Era el año de 1890. Curiosamente, 62 años después, en “Cartas de un Exiliado”, que publicó en el Diario del Sureste entre los meses de marzo-agosto de 1952, en números de 11 y con marcado matiz autobiográfico, describe aquel primer viaje que lo trajo a tierras yucatecas. Inicia la serie de epístolas firmadas por un tal “Fernando” y dirigidas a “Joaquín”, fechada la primera el 3 de julio de 1890, en los siguientes términos:

“Cuando en el muelle de La Habana nos dimos el abrazo de despedida te prometí comunicarte todas mis impresiones, tenerte siempre al tanto del rumbo que tome mi vida en esta mi nueva residencia y contarte con todos sus detalles los prósperos y adversos sucesos que en ella ocurran. Hoy, a los cuatro días de mi arribo a Mérida, inicio con ésta la serie de mis epístolas. Serie que no será muy corta; pues tú conoces mi carácter comunicativo e incorregiblemente sentimental. Si te escojo por confidente es porque desde nuestra más temprana juventud lo fuiste de mis penas y alegrías; espero que leas estas misivas con la misma resignación y paciencia con que en aquellos remotos tiempos escuchabas mis fantásticos proyectos, castillos en el aire que, como tales, no tardaban en venirse a tierra.

Mientras el “Ciudad de Cádiz” se aleja de la orilla con majestuosa lentitud, yo sobre cubierta y apoyado en la borda, con mi hijo Esteban junto a mí y un nudo en la garganta, veo disminuir de tamaño y esfumarse poco a poco el grupo que forman los seres queridos, de quienes me separo no sé por cuánto tiempo; cuando el barco, irguiendo orgulloso su penacho de humo, franquea la boca del Morro, un vapor de lágrimas empaña mis ojos y apenas distingo los pañuelos que se agitan como blancas mariposas.

Después, ya en alta mar, era nuestra Cuba la que se iba borrando en lontananza, mientras caía la tarde con la sólida pompa y el derroche púrpura y oro de los crepúsculos tropicales; del sol a los postreros resplandores, vi perderse uno a uno sus palmares. (Sin querer me han salido dos endecasílabos que no estarían mal en un soneto, tal vez lo escriba algún día).

Con estridencia de metal golpeado nos llaman a comer y un camarero solícito se lleva a Esteban de la mano; pero yo permanezco allí hasta que la noche cierra por completo, rumiando recuerdos tristes y fraguando augurios fúnebres. ¿Volveré algún día el suelo de mi patria? ¿Llegaré a verla libre? ¿Alumbrará por lo menos mi tumba humilde la estrella solitaria de su bandera?…

Bajo al fin y como algo; la comida es excelente en los vapores españoles, y hasta los que viajamos en segunda nos dan un vinillo rioja muy aceptable y que tiene un marcado efecto euforizante. Cuando vuelvo a la cubierta, la luna, apenas menguante, surge de las olas rielando cascadas de plata. Mi hijo, que sueña con ser un gran pintor, contempla extasiado aquel paisaje que se cree capaz de reproducir algún día. Al captar en él un destello de la belleza, siento que en mi alma se hace la paz y renace la esperanza.

¿No te dije que mi sentimentalismo no tiene remedio? La cosa no es para tanto, ni hay por qué darle perfiles trágicos a mi viaje. Voy a tierras mexicanas invitado por un pariente recién nombrado para un cargo importante en Yucatán y que me solicita para llevar la contabilidad de su Oficina. Es claro que me mueve la esperanza de mejorar mi situación económica, en Cuba nada bonancible; pero si el empleo no me resulta, o el lugar no me agrada, nada me impedirá renunciarlo y volver a mi tierra. Por eso he dejado allá al grueso de mi numerosa familia y he traído solo a Esteban, tan sentimental como yo y siempre ansioso de ver y aprender algo nuevo…”

Sigue en estos términos el relato de la vida en el barco, de los conocidos ocasionales y de las amistades incipientes que surgen al encuentro de afinidades intelectuales o artísticas, como el caso de D. Pedro Gamboa Guzmán, que volvía de La Habana en el mismo barco y que, enterado de la afición del joven (Esteban), promete presentarles a su hermano Juan, pintor con residencia en la Ciudad de México, pero que regularmente pasaba unos meses de vacaciones en su Mérida natal. (Y Juan Gamboa Guzmán fue maestro de pintura del entonces adolescente Dr. Eduardo Urzaiz Rodríguez).

En las cartas posteriores la excelente calidad narrativa del Dr. Urzaiz Rodríguez hace que “Fernando” le describa a “Joaquín” el Puerto de Progreso, sus primeras impresiones en Mérida, las calles, las mujeres, los trajes de los mestizos, las costumbres, ahondando poco a poco para ir de la imagen de la ciudad al espíritu de su gente; la bulla citadina, las festividades y, en fin, todos los aspectos interesantes que hicieron mella en su sensibilidad, fueron descritos con sensibilidad y gran sabrosura y colorido en estas epístolas.

Personalmente, pienso que las “Cartas de un Exiliado” son la única pista que tenemos para conocer realmente al hombre que fue el Dr. Eduardo Urzaiz Rodríguez. Salieron a la luz pública casi en el ocaso de su vida, a menos de tres años de su muerte y sentimos en esta lamentablemente corta serie de Epístolas, el calor humano del hombre que, lleno de inquietudes intelectuales, mantuvo hasta el último momento de su vida, allá en el fondo de su conciencia, un rincón íntimo para su descanso espiritual, donde hicieron su nido la ternura, la emoción, el asombro. Tienen los relatos una frescura singular; son estampas arrancadas a su memoria con todas sus raíces; no son recuerdos; no habla de lo que fue; son vivencias vigorosas presentes en su espíritu y así nos las presenta.

El Dr. Urzaiz no fue poeta; no escribió versos y no sólo alardeó nunca de tal, sino que se atrevió a colocar el arte, especialmente a la poesía, en la sala de disección de su mente analítica para someterla a estudio; surgió así el trabajo leído en la noche del 15 de diciembre de 1941, con motivo de la inauguración del Auditorium de la Universidad, “El Arte como Simple Sublimación de la Libido.” Y sin embargo, descubrimos poesía en su obra literaria; y no sólo en las “Cartas de un Exiliado”; en “Eugenia”, la única novela del Dr. Urzaiz y la primera de ciencia ficción escrita en Yucatán, en el año de 1919, entremezclada con conceptos socialistas y revolucionarios del mundo del mañana, confundida en discusiones filosóficas y sociológicas, encontramos poesía: poesía en la belleza, en el amor, en la felicidad y, por último, hasta en el goce burgués de la pareja al anuncio de la llegada del hijo; pero su mentalidad analítica se impuso siempre y surgió el científico, el intelectual, el investigador, el socialista convencido, el educador; prefirió hacer, a sólo languidecer aprisionado en las redes de su propio sentimentalismo.

Era un maestro… ¡Y qué gran cosa era ser Maestro para él! A su vocación magisterial sumó la clara visión y el talento del intelectual interesado en la problemática de la Educación. Así pasó del aula a la problemática de la Educación. Así pasó del aula a la programación teórica, y de ésta a la promoción masiva del saber, dentro y fuera del ámbito universitario.

Su participación en el movimiento renovador de la enseñanza de la segunda década del siglo fue determinante. Sus ideas liberales, su profunda visión social y su lúcida inteligencia, lo hicieron factor de primer orden en aquel palenque de ideas en el que nuestros más distinguidos educadores intercambiaron opiniones y experiencias, en busca de la fórmula ideal para llevar la educación a todo el pueblo y para darle a ésta –la Educación– un horizonte tan amplio como la vida misma. Se trataba de borrar prejuicios, de derrumbar barreras, de eliminar toda carga de vicios que arrastraba la programación educativa. La superación de la mujer, la escuela rural, la coeducación, la proyección educativa al medio social y la mejor preparación de las nuevas generaciones a través de una educación sólidamente estructurada, eran las nobles metas de los ideólogos de aquella época vigorosa.

Tuvo a su cargo, durante varios años, la Jefatura del Departamento de Educación Pública y fue Rector fundador de la Universidad Nacional del Sureste, hoy Universidad de Yucatán.

Destacado pedagogo, tuvo una relevante participación en el Primer Congreso Pedagógico celebrado en Yucatán. En 1916, al crearse la Escuela Normal Mixta, el Dr. Urzaiz Rodríguez fue nombrado Director. En 1920 fue Delegado por Yucatán al Congreso Pedagógico Nacional celebrado en la ciudad de México. En 1921 como Jefe del Departamento de Educación Pública, participando en los trámites de creación de la Universidad Nacional del Sureste, fue comisionado para ultimar en la ciudad de México los detalles del convenio de cooperación entre el Gobierno Federal y el Gobierno del Estado para la creación de la UNSE. Y en 1922, el 25 de febrero, el Gobernador Felipe Carrillo Puerto, lo designó Rector de la Universidad recién creada, cargo que desempeñó en dos períodos: de 1922 a 1926, con una breve interrupción durante el gobierno ilegal del Gral. Ricárdez Broca y, posteriormente, de 1946 a la fecha de su fallecimiento en el año de 1955.

En 1928, aun cuando entonces estaba a cargo de la Jefatura del Departamento de Sanidad, por invitación expresa del Ministro de Educación Pública, Prof. Moisés Sáenz, participó como Delegado por Yucatán, en unión del Lic. Maximiliano Peniche Vallado, en la Asamblea Nacional para estudiar los Problemas de la Enseñanza Secundaria y Preparatoria, celebrada en la ciudad de México del 12 al 17 de noviembre. Resultado de esta asamblea fue el establecimiento de la Escuela Secundaria. En Yucatán, lamentablemente, tuvieron que pasar dos años, para que, al verificarse el cambio de gobierno en 1930, el Dr. Urzaiz, nombrado de nuevo Jefe del Departamento de Educación Pública, promoviera el establecimiento de la enseñanza secundaria en el Estado, siendo la primera de este tipo, creada el propio año de 1930, la Escuela Secundaria Adolfo Cisneros Cámara.

Como catedrático, dejó perdurable huella en la Escuela Normal de Profesores, en el Instituto Literario, en la Facultad de Medicina, en la Escuela de Bellas Artes y en la Universidad Nacional del Sureste. Enseñó gramática, literatura, sociología, psicología, antropología e idiomas, además de sus cátedras especializadas en la Facultad de Medicina. Al fundarse la Escuela de Bellas Artes, impartió la Cátedra de Anatomía Artística.

Escribió para ser usados como texto sus “Nociones de Antropología Pedagógica”, “Conferencias sobre Biología”; “Manual Práctico de Psiquiatría”, “Conferencias sobre Historia de las Religiones” y “Compendio de Histología”.

En relación con su labor de educador, el Lic. Jaime Orosa Díaz, en un trabajo publicado en Orbe, Núm. 41, de abril de 1955, titulado “Urzaiz o la Sencillez”, dice lo siguiente:

“Educador fue toda su vida, por variados caminos y diversos motivos. Abandonada la banca del humilde maestro de la escuela Izamaleña donde apenas obtenido el título dedicóse con entusiasmo juvenil a sembrar entre la niñez la semilla de la ciencia, ha de vérsele después interesado en las cuestiones educativas y sirviendo en la enseñanza y en la ilustración de la juventud. Este aspecto de su vida pide un estudio extenso y detallado –como su obra de educador lo requiere– que alguno de sus alumnos –de sus muchos alumnos– tiene el deber de escribir. Su paso en la Dirección de la Escuela Normal de Profesores, en la Jefatura del Departamento de Educación Pública, en la Dirección de la Facultad de Medicina del Estado y en la Rectoría de la Universidad Nacional del Sureste, primero al ser creada dicha Institución en 1922, por Felipe Carrillo Puerto, y luego de 1946 hasta su muerte, ligan su nombre a la evolución de la Educación y el progreso de la Medicina en Yucatán en lo que va corriendo del presente siglo. Entre los muchos testimonios de lo dicho, pueden citarse los numerosos alumnos que dejó a su paso por las instituciones citadas y el papel social que ellos representan en las diversas fases de la vida colectiva.”

Siempre en relación con su labor de maestro, el Lic. Augusto Molina Ramos, en su trabajo publicado en el mismo número de Orbe, relacionado anteriormente, titulado “Recordando al Maestro desaparecido”, dice:

“Un Gran Maestro: En el campo de la profesión médica, seguramente el Dr. Eduardo Urzaiz realizó mucho bien a la sociedad; mas donde su labor fue más fecunda es, sin duda alguna, en el campo de la enseñanza. Tuvo esa vocación educativa que lo capacitó para que en sus clases sintiese la satisfacción, alegría, amor y entusiasmo que caracterizan a los verdaderos educadores. Su vocación como maestro fue tan grande que sus labores educativas lo distrajeron demasiado, con perjuicio de sus intereses y de sus actividades como médico; sin desconocer por esto que fue un excelente médico especializado en las ramas de psiquiatría, ginecología y tocología. En efecto, el Dr. Eduardo Urzaiz se sentía feliz impartiendo sus lecciones; en la Escuela Normal impartió durante varios años y en diversos cursos y grupos varias asignaturas, entre las cuales mencionaremos las de Antropología, Psicología, Inglés, Francés y Literatura.

En relación con la enseñanza pedagógica, escribió obras didácticas para impartir las cátedras de Biología, Antropología Pedagógica, Sociología e Historia de las Religiones. Centenares de personas que disfrutan en la actualidad de plazas bien remuneradas, llegaron al magisterio gracias a los estímulos del Dr. Urzaiz. quien ofrecía a los aspirantes al magisterio toda clase de facilidades, hasta obtener la graduación profesional. De estos profesores titulados, muchos de ellos, siguiendo el ejemplo del maestro, colaboran con la obra educativa con vocación, natural o adquirida, lo que viene a significar una prolongación del maestro en sus hijos espirituales, los que siguen su ejemplo en la obra educativa. Por esto, nosotros los maestros, discípulos del Dr. Urzaiz, tenemos para él sentimientos de gratitud, de respeto y simpatía. Lo estimamos y lo recordamos con cariño y con admiración.”

Para completar el perfil de maestro del Dr. Eduardo Urzaiz Rodríguez, vamos a referirnos a un trabajo suyo: “Petite Chose” en que, “a manera de cuento”, como diría el poeta el poeta Alfredo Aguilar Alfaro, relata las peripecias de un novel director de una Escuela Nocturna en Izamal, joven recién graduado, lleno de entusiasmo, que encuentra decepcionante la dura realidad del magisterio en condiciones antipedagógicas. Es un cuento ilustrativo, que bien puede ser autobiográfico, ya que él se inició como profesor de Educación Primaria en Izamal, población cercana a Mérida en el año de 1894. Se advierte desde entonces la sinceridad, la honestidad profesional y la firme vocación magisterial.

Es difícil resumir en unas cuantas cuartillas la obra de un hombre hecho al diario trajín intelectual. Cuando cada día y cada hora podemos decir es fructífera, y la producción abarca una amplia área del conocimiento humano, de las ciencias y de las artes, es imposible penetrar el valor auténtico del trabajo realizado. Por eso aceptamos como válido el valor relativo del testimonio escrito –obras editadas–, los honores recibidos o los títulos que certificaron su paso por varias instituciones de cultura.

Se graduó de Profesor de Educación Primaria en el año de 1894, iniciándose desde luego en el magisterio, y en 1902 de Doctor en Medicina, presentando como Tesis Profesional “El Desequilibrio Mental”. En 1905, fue becado por el Gobierno de Yucatán para especializarse en psiquiatría en Nueva York, E.U.A., y a su vuelta en 1907 se hizo cargo de la Dirección del Asilo Ayala, (acabado de inaugurar) hoy Hospital de Enfermedades Mentales Leandro León Ayala, y fundó las Cátedras de Histología y de Psiquiatría Teórica y Clínica. La Dirección del Asilo Ayala estuvo bajo su mando hasta el año de 1930.

Fue un estudioso apasionado de las enfermedades de la mente; pionero en psiquiatría, su talento lo llevó a comprender a Freud, cuando aún sus teorías eran muy discutidas y su vocación de maestro a compartir sus conocimientos a través, no sólo de la Cátedra, sino de diversos trabajos periodísticos, llegando a editar su “Manual de Psiquiatría” para uso de los estudiantes de la Especialidad.

Su interés por la obstetricia comenzó a desarrollarse aproximadamente en 1912, dedicándose con gran empeño a esta rama de la medicina. Fue el Jefe del Servicio de Maternidad del Hospital O’Horán, socio fundador de la Sociedad Yucateca de Obstetricia y Ginecología, siendo por dos veces su Presidente; publicó numerosos trabajos en periódicos y revistas especializadas; fue el introductor en Yucatán de la Cesárea Segmentaria, y miembro honorario de la Asociación Mexicana y de la Sociedad Cubana de Obstetricia y Ginecología. Su nombre figura entre los primeros tocólogos de toda la América Española.

En relación con sus experiencias de médico obstetra, publicó una serie de cuentos que, con el nombre de “Vidas Tronchadas”, presentan los dramas recogidos en los hospitales de esta especialidad. El Dr. Carlos Urzaiz Jiménez, hijo del Dr. Eduardo Urzaiz Rodríguez y, como él, médico ginecólogo, intelectual y escritor, dijo de esta colección en su “Semblanza del Sr. Dr. Eduardo Urzaiz Rodríguez”, publicada en la reimpresión de la obra “Del Imperio a la Revolución”, Edición del Gobierno del Estado, Conmemorativa del Sesquicentenario de la Declaración de Independencia Nacional en Yucatán, lo siguiente: “Esta obra, por encima de su calidad literaria y humana, que es mucha, tiene el mérito de haber contribuido a la educación del público en la aceptación de los medios quirúrgicos hoy en boga y hace apenas un tiempo desechados por ignorancia y temor.”

La pintura fue otra de las actividades del Dr. Urzaiz Rodríguez. En su infancia en Cuba, asistió por unos meses a la Academia de San Alejandro, tomando el curso de dibujo de imitación, y ya en Mérida fue discípulo de Juan Gamboa Guzmán, quien lo inició en la técnica del óleo durante las cortas temporadas que pasaba en esta ciudad. Sin embargo, su producción en este campo tiene valor artístico, como lo demuestra el hecho de existir en un Museo de Cuba uno de sus óleos. Sus dibujos eran sensacionales; animadas estampas caricaturescas reflejaban su espíritu crítico impregnado de cierto sentido del humor. En el periódico “Pimienta y Mostaza” (1892 – 1894), (1902 -1903), publicó varias de estas estampas caricaturescas. En “La Campana” (1907 – 1914) ilustró varios cuentos y en el Diario del Sureste, con el pseudónimo de Claudio Meex, publicó dos series de dibujos humorísticos y de costumbres, mismos que luego agrupó en dos volúmenes bajo el título de “Reconstrucción de Hechos”. El primer volumen contiene 151 dibujos a tinta china y el segundo 110, incluyendo su autorretrato. Ilustró sus propios libros y dio a conocer dos óleos suyos en su “Exégesis Cervantina”.

Gran parte de su obra literaria está dispersa en periódicos y revistas. Editó su novela “Eugenia” en 1919, que ha visto dos reediciones a cargo de la Universidad de Yucatán; “Manual Práctico de Psiquiatría”, editado por la Universidad en 1942; “Conferencias sobre Historia de las Religiones” fue editado en el año de 1935; “Del imperio a la Revolución”, escrito en 1946 y premiado en los VIII Juegos Florales de Yucatán, conmemorativos del 404 Aniversario de la Fundación de la Ciudad de Mérida, ha visto una segunda edición a cargo del Gobierno del Estado en el año de 1971, en ocasión del Sesquicentenario de la Declaración de Independencia Nacional en Yucatán (Régimen de D. Carlos Loret de Mola); “La Familia, Cruz del Apóstol”, escrito en 1953 en ocasión del Primer Centenario del nacimiento de José Martí y, por último, merece capítulo aparte su “Exégesis Cervantina”, Edición de la Universidad, 1950, en la que desborda todo el cariño que siente por el personaje cervantino “Don Quijote de la Mancha”. Este amor al Caballero de la Triste Figura es, en definitiva, una señal que se imprime en su alma y lo marca para siempre: Cervantista.

En la Enciclopedia Yucatanense están incluidas sus Historias de la Educación en Yucatán y de las Artes Plásticas en el Estado.

Recibió en vida varios honores y distinciones, tanto de México como del extranjero. La tercera escuela secundaria estatal, creada en la Ciudad de Mérida en el año de 1945, fue inaugurada el 15 de septiembre con un cálido homenaje al Dr. Eduardo Urzaiz Rodríguez, cuyo nombre llevaba esta escuela. La Universidad organizó el 15 de noviembre de 1953, en ocasión de sus Bodas de Oro profesionales, diversos eventos culturales en su honor, otorgándole el Consejo un Diploma por este motivo. En 1954 fue nominado Profesor Extraordinario de la Universidad Nacional Autónoma de México. El Instituto Juárez de Tabasco otorgó al Maestro Medalla y Diploma de Honor. Fue honrado como Miembro Honorario de la Sociedad Cubana de Obstetricia y Ginecología.

En 1976, la Universidad de Yucatán y el Gobierno del Estado, en ocasión de cumplirse el centenario de su nacimiento, organizaron en su memoria una solemne velada de premiación del Concurso de Biografías, previamente convocado por la UDY, así como una exposición de su obras y pinturas. También fue reimpresa, a cargo de la Universidad de Yucatán, su novela “Eugenia”, y una Antología que reúne diversos ensayos sobre temas varios, fue preparada y editada por el Gobierno del Estado, con prólogo del Lic. Conrado Menéndez Díaz.

Como dato curioso, cabe consignar que este homenaje se realizó el 13 de octubre, Día de San Eduardo, y no el 24 de marzo como correspondía, debido a que el Dr. Urzaiz había preferido siempre la celebración de su santo, en vez de la de su cumpleaños.

En el orden familiar, el Dr. Eduardo Urzaiz Rodríguez contrajo nupcias con la señora María Rosa Jiménez Barceló y tuvo con ella 14 hijos María, Fernando (+), Eduardo, abogado de profesión, Luis, José, Gertrudis (+), Mercedes, Francisco (+), Rosa, Matías, Carlos, médico y escritor de gran prestigio, Margarita (+), Josefina y Nicolasa Urzaiz Jiménez.

Para terminar esta semblanza del Rector fundador de nuestra Universidad, tomamos las palabras de otro ex-Rector, el Dr. Jesús Amaro Gamboa, que en su trabajo “El Dr. Urzaiz y la Cultura Yucateca”, publicado en Orbe, Núm. 41 de abril de 1955, dijo del Maestro lo siguiente:

“En nuestro concepto, fue como un hombre que pretendiera llenar con la actividad de su intelecto los vacíos que descubría a cada paso. Se adentró en la vida de los locos y ayudó con su arte médico en obstetricia a dar la vida. Introdujo los conceptos freudianos en Yucatán. Cuando vio hacía falta novelistas, hizo novela. Cuando las sombras medievales amenazaban cubrir las mentes juveniles, hizo labor desfanatizadora, aunque su empeño a la postre fuera en vano. Sabía que al joven, hombre o mujer, había que guiarlo por los peligrosos caminos de la sexualidad y, a su tiempo, abordó los delicados problemas de la educación sexual. Como siempre en estos casos, los que creen que los problemas más delicados se resuelven soslayándolos o dejándolos en el silencio, le calumniaron. La calumnia debía llegar hasta lo más sagrado de si vida privada: su hogar, para que hiciera mella. Pero ni así. Porque era un sólido creyente en la verdad de lo que le parecía que debía ser enseñado a los jóvenes.

No sabemos que haya hecho poesía, tal vez porque se diera cuenta de que había muchos poetas; demasiados poetas en su época juvenil. Pero, si hubiese escaseado la belleza poética en Yucatán, él la hubiese creado también. Dibujaba y pintaba aceptablemente. Y como sabía que debía dejarse memoria de ciertos hechos acaecidos en Yucatán, entonces hizo historia anecdótica en su “Reconstrucción de Hechos”.

Si faltaba libros de texto para sus discípulos, los creaba. Así su “Antropología Pedagógica”, sus “Apuntes de Psiquiatría” y otros muchos.

Era un inquieto. Con inquietud interior, que es la mejor y más fructífera de las inquietudes. En todo tiempo había en él varios anhelos. Y cuando dos interferían en el momento en que más de un proceso mental estaba actuando en su cerebro, era raro y a veces humorista sin querer…”

Nosotros solo decimos: Era un sabio y generoso Maestro.

Margarita P. de Hernández

Continuará la próxima semana…

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