JORGE FRIAS CASTILLO
Abril 2020 – Una imagen y una aurora completamente nueva nos está legando la pandemia del “CORONAVIRUS” a lo largo del planeta Tierra.
Hemos sufrido otras atrocidades y caos en la historia evolutiva del hombre y de los países que integran la comunidad humana llamada civilización.
Hemos tenido infinidad de guerras entre los hombres que quieren ser dioses: los griegos en Troya, las invasiones romanas, la conquista de México Tenochtitlán, y otras; los gérmenes que las nuevas culturas trajeron, más la viruela, acabaron con gran parte de la población indoamericana, las malarias, las revoluciones sociales, la primera y segunda guerra mundial; asimismo todas las modalidades de la modernidad como la drogadicción, enfermedades venéreas, y aun así el hombre busca extender la vida con las tecnologías y nuevos medicamentos, siempre abusando de su medio ambiente, destajando selvas, mares, tierras, contaminación y, en su inventiva, cambiando la genética para crear entes con mutaciones y excentricismo por la supremacía universal.
Nos encontramos en este punto con la parca inexorable cuando el Hombre, con todo y su ciencia, tiene que rendir cuentas al maestro universo. Se dice esto desde el punto de vista en donde nos encontramos ahora, cuando no sabemos todavía el final de esta pandemia que es solamente el filtro adyacente entre los vivos y motivo por el que tendremos que estar de pie junto a las tumbas con una flor y una lágrima por los fallecidos, que en muchos casos serán viejos, débiles, pobres, indefensos.
Hemos sido ausentes de humildad ante la ambición de las cosas, ante el materialismo que nos arroja a un palmo de substancia negra en los rincones de la tierra. A juicio de la historia, no es la primera vez que la Naturaleza nos pone de rodillas pero, al no entender la enseñanza, la Vida nos tiene que repetir la lección: al querer jugar a ser dioses, ahora tenemos que ser como hormigas y reiniciar el código de vida.
Los pájaros vuelan libres, los animales se avistan sin nuestra amenaza galopante, las ciudades lucen limpias y pulcras sin nuestros ruidos de automóviles y máquinas desbordantes por construir altos edificios cuando nuestra urbanidad es otra naturaleza, la naturaleza del bienestar común sin la exageración ni la aberración del consumo.
Queremos entender el ajuste de la Sabia Naturaleza que los médicos hoy enfrentan junto con enfermeros, paramédicos, camilleros, patrulleros, que en silencio hacen una oración a Dios para tener la energía de curar al hombre y subsistir ante esta amenaza galopante.
En nuestro medio hemos padecido los declives y la efervescencia social, el robo, el crimen, el abuso de género, las actividades furtivas y la injusticia con desniveles económicos hacia el grupo social más vulnerable.
Ahora es el momento de tomar acciones con unidad familiar y social, de enfrentar el presente y el futuro con respeto al prójimo y al medio en que vivimos; ser moderados en nuestras actitudes y maneras de vida. Solo así y con disciplina podríamos aspirar a tener continuación en el ambiente en que estamos, sin dañar la integridad de nadie, ni de la Tierra que nos provee oxígeno.
Cuando finalice esta pandemia más vale emprender un nuevo comienzo sin adulterar por el crecimiento de nuestras ciudades nuestros campos, bosques, mares, ríos, y montañas, porque solo así tendremos continuación de vida y sujeción de nuestros principios a un nuevo orden tanto económico como moral, social, cultural y de salud.
Preparémonos para un nuevo orden de balance y equilibrio en armonía con la naturaleza y la vida.
