III
EL NACIMIENTO O FORMACIÓN DEL AH PU’UL YAH
Ser o prepararse para ser un brujo o uay’yoob no era una tarea común, ni mucho menos fácil. Se requería de una ardua disciplina en los estudios, observaciones y aprendizaje de la herbolaria, meteorología, física, química, parapsicología, telepatía, etc.
También requería la ciencia del Ah Pu’ul Yah, un ejercicio profundo de concentración mental y espiritual, tal y como lo hacían los viejos lamas en el Tíbet, en la India, como en África, Egipto, Asia, etc.
Asimismo, estudiaban las características del cuerpo humano, animales, aves, insectos, reptiles en cuyos andares, silbidos, cantos, vuelos y croar de las ranas podían predecir hechos ocultos, así como ciclones, terremotos, sequías, lluvias, plagas, enfermedades o muertes.
También eran fuentes minuciosas de sus estudios los relámpagos, truenos, la densidad de los vientos, posiciones de la luna, temperatura, y distancia de la tierra y el Sol. Complementaron su extraordinaria ciencia experimentando, y con bastante éxito, en los campos de energía, magnetismo planetario, radiaciones, asteroides, etc., siendo por esto grandes y certeros clarividentes, doctos en parapsicología y metafísica, ciencias que fueron perfeccionándose a través de los siglos y generaciones.
Vivían apegados siempre al sustento de una poderosa religión idólatra politeísta en cuyas ciudades, templos y altares se elevó hasta el éxtasis esas ciencias y observaciones sobre la bóveda celeste cuyos astros y fenómenos producían la noche y el día, mismos que fueron su vida y pasión de estudios, al grado que varios fenómenos cosmogónicos –tales como los eclipses lunares y solares– eran vistos y predecibles por ellos sin más objeto que sus propios ojos para escudriñar ese inmenso universo, cuyos resultados de cálculo en horas, distancias y luz no tenían prácticamente errores.
Adoptaron como guía y membresía de sus estudios planetarios a Venus, cuya excelente conjugación en la tabla matemática de su distancia a la tierra les dio una medida inequívoca como exacta de su calendario solar de 365 días, tal y como el que nos rige hasta hoy.
Es así como las ciencias del Mayab eran estudiadas, experimentadas y practicadas con todo rigor y disciplina profesional por esos genios en el arte y ciencia que fueron los mayas, haciendo su universo más fértil y extraordinario de lo que se puede uno imaginar. Por eso fue que los Ah Pul Ya’oboo convertían lo material en polvo o viento, o producían fenómenos telepáticos tan sorprendentes como si ellos tuvieran esa virtud de producir la magia fascinante que todavía domina muchos sucesos increíbles en esta tierra de dioses y de enigmas.
Gaspar Antonio Xiu Cachón
Continuará la próxima semana…