Editorial
Como en todas las guerras pretéritas, algunas de carácter mundial, las fuerzas, recursos y disponibilidades de intelectuales, estrategas, recursos materiales y económicos, y la masa humana de acompañamiento, están en el mundo actual para un episodio similar, sin enemigo armado a la vista, sin destrucción física de espacios estratégicos, ni muertes por ataques sangrientos, sin bombas ni demolición de edificios.
Se vive una guerra silenciosa, no de uno o varios países contra otros por intereses de expansión o predominio, sino una guerra más mortal, imperceptible, sin enemigo a la vista, que ataca sin avisos o declaraciones previas donde quiere y a la población que menos lo espera.
Esa es la actual guerra del Coronavirus Covid-19 contra la raza humana.
Por primera vez en la historia, bajo este ataque mundial imprevisto, las naciones se unifican y defienden, cada una en su territorio, con las armas biológicas existentes, y los recursos humanos y tecnológicos a su disposición y alcance, o bien, con acuerdos y medidas de prevención para intentar proteger la vida y la salud de sus miles de habitantes afectados.
El Coronavirus Covid-19 ha venido tomando por asalto países, ciudades, poblaciones.
Algún día, en algún momento, habrá de conocerse el origen de la actual pandemia. No ahora.
El momento es urgente porque se considera impostergable actuar, proteger, prevenir. En los centros de investigación se esmeran por hallar una cura que brinde esperanza de vida a todos los países. Los especialistas han asumido el reto.
Las exigencias actuales del flagelo se centran en la súbita aparición, en la invasión de espacios cerrados y abiertos. Se hace presente en los numerosos espacios para hospitalización y tratamientos a los afectados, y crea nuevas problemáticas como lo es la de espacios y tiempos para incineración, o bien para acumulación de víctimas fallecidas en lo que es una progresión de decesos indetenible.
En estos momentos, la tecnología ya comienza a aportar ayuda. Es el caso de los modernos drones, utilizados ahora como detectores virales o bien como vehículos móviles para difundir mensajes preventivos a los ciudadanos desde lugares abiertos, plazas, playas. Mensajes grabados se transmiten así, haciendo ver que, por ahora, los lugares más seguros son las casas. Los drones están sirviendo también para la aspersión, en espacios abiertos, de sustancias reductoras de la contaminación o preventivas a la presencia del virus. La tecnología ha cambiado, en este caso los drones, su vocación original de divertimento por el valioso de equipo protector de vidas y salud pública.
La campaña “Quédate en casa” ha mostrado efectividad para limitar más dispersión viral. La ciudadanía va mostrando madurez en este sentido, y por ello es de señalarse esa conducta benéfica para la sociedad.
Con el esfuerzo de todos, con el respeto a las disposiciones preventivas, con la madurez que se espera de todos ante esta contingencia viral, habrá de conseguirse el retorno a la tranquilidad social, que ha sido, es y será el anhelo supremo en todos los países.