LXI
MI VIDA CON LA FULANA
La Fulana me persigue.
Cada mañana y por las noches se convierte en una sombra sigilosa, en una pesadilla terrorífica que atormenta mi conciencia.
La Fulana se desliza mientras duermo, hace de las suyas al jugar con mis recuerdos, toma prestada mi confusa inteligencia y, en los días en que descanso, aparece con urgencia a mis espaldas.
Desde hace algún tiempo pretendo hablar seriamente con la Fulana; he intentado hacerlo en la ducha y en la mesa, en el parque y en la tienda; le he pedido que me aguarde, que ya habrá tiempo, que la vida hay que vivirla y caminar despacio. Pero la Fulana es obsesiva, quisquillosa con la voz del que describe, y exigente con la fuerza del que actúa. Enmudece como siempre, mis demandas no le importan, me seduce y se resguarda en mis placeres, se adhiere sin prejuicios a mi piel, he llegado a creer que su existencia casi es parte de mi ser.
Cuando suenan en mi mente las ideas, la Fulana duerme; cuando aparecen las imágenes con claridad, plácidamente descansa; mientras ojeroso me sumerjo en el pantano del engaño… porque siempre, al final de la jornada, me la encuentro (a la Fulana) ya esperando el destino de otro cuento.
JORGE PACHECO ZAVALA