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La fragua del pensamiento

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José Juan Cervera

El universo cobra una vibración singular cuando un nombre sepultado bajo papeles quebradizos y folios ajados logra imponerse a la indiferencia que carcome el eco de sus pasos, reacio a entregarse al abandono y al olvido. En la institucionalización de la memoria colectiva sólo parecen caber los personajes que se ciñen a los modelos de comportamiento validados por los grupos hegemónicos, o bien aquellos cuya imagen pública termina por moldearse acorde con los criterios dominantes, aun habiéndose distinguido en sacudir convenciones y atavismos.

No es frecuente mencionar a José Dolores Sobrino Trejo, y para forjar alguna noción de sus acciones en la sociedad de su tiempo, con la que en ocasiones entró en conflicto, es preciso espigar referencias aisladas en periódicos antiguos y en las más diversas fuentes. Fue un hombre cuya curiosidad intelectual desembocó en el estudio de la filosofía, y sus inquietudes políticas lo llevaron a la reivindicación de las causas populares con un tinte conceptual que abrevó del marxismo y que amalgamó en la praxis rectora de su conciencia.

Una de las estampas anecdóticas que el doctor Eduardo Urzaiz incluyó en su libro Reconstrucción de hechos se refiere a Sobrino Trejo, a quien describe como un estudiante del Instituto Literario del Estado que en 1905 acudía, en compañía de varios condiscípulos suyos, a reuniones clandestinas organizadas por un grupo de anarquistas catalanes, hecho que al ser comunicado al entonces gobernador Olegario Molina motivó que éste reconviniera a los jóvenes inquietos. En su opúsculo Fundación del Partido Socialista Obrero. Junio de 1916, Ramón Espadas y Aguilar rememora sucesos similares, aunque sin aludir a la figura del mandatario yucateco. Evoca las lecturas de aliento revolucionario, el apoyo de emigrados españoles y las conferencias de temas polémicos a cargo de intelectuales que padecieron hostigamiento e incomprensión; entre los concurrentes a esas actividades destaca la presencia combativa de Sobrino Trejo, quien llegara a ser presidente municipal de Mérida entre 1916 y 1917, postulado por la agrupación política que da nombre al folleto de Espadas.

Durante su gestión al frente del Ayuntamiento contrajo nupcias con la señorita Ángela Arjona. Pueden encontrarse textos suyos en publicaciones periódicas como Savia Nueva, La Revista de Yucatán, Diario del Sureste, Excélsior y Gráfico; fue director de Lámpara Votiva, dedicada a la defensa de la enseñanza laica. Santiago Burgos Brito dice de él: “Menudo y nervioso, se defendía con frase cáustica y cortante, que no estaba de acuerdo con la mirada serena y acariciadora de sus ojos miopes. Llegamos a tenerle respeto, a considerarlo casi como el oráculo del Instituto.”

La filosofía, la sociología y la táctica política fueron motivo constante de sus reflexiones, varias de las cuales, con el encabezado de Pensamientos, dieron vida a una serie de textos periodísticos en los que plasmaba ideas como éstas: “El ideal es inaccesible a la imperfección de los hombres. Sin embargo, el camino que conduce a él es tan hermoso, tan lleno de encantos y de dulzuras, que el solo placer de recorrerlo nos indemniza ampliamente de nuestra impotencia por alcanzarlo algún día. La felicidad de ir siempre hacia el Ideal, de escalar siempre y siempre sus mágicas alturas es la mayor de las felicidades posibles.” O bien: “Nada nos intimida tanto como la autoridad de nuestros prejuicios”.

Y en efecto, un hombre que como él alojaba la inconformidad en el alma tuvo que ser autor de un libro que desentraña el papel que el prejuicio, la creencia inerte y el hábito reactivo cumplen en el devenir humano frustrando su desarrollo armónico y la maduración de sus aspiraciones de vida. Así fue como en 1948 publicó Antidogma. Un ensayo sobre la filosofía del eterno retorno, obra en la que interpreta creativamente los frutos de un legado expuesto para discernir los ritmos y los sentidos ocultos que gobiernan las percepciones cotidianas del mundo, aportando claves para construir con las propias manos la afirmación del ser contra la desesperanza.

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