Editorial
En una fecha como la de hoy, 3 de enero, de hace 96 años, las fuerzas de la regresión llevaron ante el paredón del Cementerio General de Mérida al líder obrero y campesino Don Felipe Carrillo Puerto y lo asesinaron.
Manos de militares ambiciosos recibieron a gusto el dinero que los adversarios ideológicos de Felipe ofrecieron para que su vida fuese acabada, su ejemplo sepultado junto con él y otros varios miembros de su familia, para que nadie osara incurrir de nuevo en el intento de dar fuerza a los humildes, los explotados.
En un sainete al que llamaron juicio, con testigos de su misma filiación, y la aquiescencia de la clase explotadora, se fijó el destino sangriento de un hombre de ideas avanzadas con un sueño: redimir a los humildes e impulsar la prevalencia de la justicia social.
El liderazgo de Carrillo Puerto iba por ese camino redentor, pese a todos los obstáculos encontrados, en Yucatán y en México, alterados y en ebullición por los intereses de grandes capitales y la ambición de unos pocos traidores, no afines al pensamiento redentor de justicia social para un pueblo largamente explotado y sometido a lo largo de toda su historia.
La premura con que se actuó, la improvisación y las decisiones drásticas confluyeron el día dos de enero de 1924 para que, en la madrugada del día tres, ante el paredón de la infamia, Felipe y sus hermanos fueran vilmente asesinados.
El tiempo no ha logrado borrar las huellas de las balas en el paredón, como tampoco han logrado las copiosas lluvias de casi una centuria lavar la afrenta de unos cuantos poderosos, casta divinos y militares que unieron sus voluntades, dinero mediante, para cometer un crimen de esa magnitud.
Mas Felipe Carrillo vive.
Está en la mente de los humildes.
Él y su mensaje redentor continúan con nosotros, reafirmándonos su fe en un futuro mejor para los humildes y desposeídos.
FELIPE VIVE. LA LUCHA SIGUE.