Luis Sierra
–Solo estábamos platicando… Bueno, gritamos un poquito, pero eso no hace daño. No sé qué le pasó a mi Mari –exclamó Javier a los policías que auxiliaban a la joven.
–Ahí atrasito –continuó, señalando con el folder entre manos unos metros atrás, donde se encontraba tirada la bolsa de su Mari– le dije que me quería divorciar. Es que peleamos mucho; además, ya ni vivimos juntos y tampoco pudo darme familia.
La hermana de Mari, Alicia, continuaba sentada sobre sus talones, acongojada junto a ella; mientras que la vecina chismosa del 115 cruzaba por la escena.
–Le mostré los papeles –explicó Javier, abriendo la carpeta– y de repente perdió el color de la cara y caminó torpemente, hasta que cayó.
–¡Cállate, idiota! –lo increpó su cuñada y agregó con voz apagada–. No ves que está embarazada…