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Magia, mitos y supersticiones entre los Mayas (XVIII)

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XVIII

LAS CEREMONIAS

Quizá este capítulo debimos iniciarlo bajo el epígrafe de “Algunas Ceremonias” y no con el que tiene, tan general, que sugiere tal vez una referencia a todos los actos rituales que se practican o que se practicaron entre los mayas, específicamente los de Yucatán.

La modestia de nuestros propósitos cedió el paso a un deseo de concisión y sencillez que, paradójicamente, resulta más comprometedor. Debemos apresurarnos a declarar que sólo hablaremos aquí de unas pocas de las ceremonias que forman el rico caudal folclórico y cultural de los mayas yucatecos.

Veremos que éstas son, sin embargo, aquellas relacionadas con los puntos más importantes en la vida de un pueblo estrechamente vinculado con la tierra: el logro de las cosechas, la lluvia, la iniciación en la vida y, por supuesto, la muerte.

Empezaremos por el principio, esto es, con la ceremonia con la que el maya se prepara, en cierta forma, para el porvenir y para desarrollar apropiadamente su trabajo.

Nos referimos al Hetzmek, que significa abrazar a un niño haciéndolo descansar sobre la cadera (hetz, aliviar la carga, y mek, abrazo), en una ceremonia que se realiza a los tres meses de nacida la criatura, si es niña, o a los cuatro si es varón.

Aunque el Profr. Santiago Pacheco Cruz, en su “Estudio Etnográfico de los mayas del ex Territorio de Quintana Roo” dice lo contrario, seguimos en esto a la Licda. Miriam B. Ríos Meneses, quien ofrece la lógica explicación de que el número tres se refiere al Koben, o sea las tres piedras del hogar, que simbolizarían las ocupaciones de la mujer en la cocina, y por su parte el número cuatro se aplica a las cuatro esquinas de la milpa, en la cual desarrolla sus labores el hombre. Quizá una sea la costumbre en Yucatán y otra en el actual Estado de Quintana Roo, a más de que el estudio de Pacheco Cruz fue escrito en 1934, y el de Ríos Meneses en 1974.

Tomando en cuenta éstas importantes diferencias de tiempo y de lugar, seguimos adelante. (Miriam B. Ríos Meneses, “Supersticiones entre los mayas antiguos y su supervivencia entre los actuales”).

Cuando los padres de un niño quieren hacer el hetzmek, lo primero que necesitan es buscar a unos padrinos adecuados quienes, por la fuerza de la costumbre, no pueden o no deben declinar la invitación. Cabe aclarar que, si en tiempos antiguos eran necesarios dos padrinos, esto es, un hombre y una mujer, en la actualidad sólo se busca a una persona del mismo sexo que el ahijado, esto es, del niño al que se hará hetzmek.

Los preparativos consisten en colocar en la casa paterna una mesa en la que se disponen diversos objetos, en número de nueve, que se refieren a la vida que se supone que el pequeño ha de llevar en lo futuro: un arma de cazador o instrumentos de labranza, si es niño, o útiles del hogar y de la cocina, si es niña.

En Quintana Roo –según el estudio de Pacheco Cruz–, lo que se coloca en el improvisado altar son siete jícaras que contienen diversas clases de alimentos, de preferencia carne de gallina.

Pues bien, el hetzmek, según se practica en Yucatán, continúa de la siguiente manera:

El padre entrega el niño al padrino, quien lo colocará a horcajadas sobre su cadera izquierda y se dirigirá a la mesa para tomar alguno de los nueve objetos allí dispuestos, a fin de colocarlo en una de las manitas del pequeño. Una vez que el niño ha tocado ese objeto, el padrino dará una vuelta a la mesa y repetirá la operación con otro objeto hasta completar el número de nueve vueltas. Para esto, llevará la cuenta de las vueltas tomando cada vez un grano de maíz, de nueve que se pondrán también en la mesa.

Cada vez que el padrino dé una vuelta, aconseja a su ahijado para que sea un buen cazador, o un buen agricultor; a las niñas, la madrina le recomienda el amor al hogar y la dedicación y empeño en sus labores domésticas.

Cuando se han terminado las vueltas, el padrino devuelve el niño a sus padres, quienes deben arrodillarse para dar las gracias. A continuación, se festeja el acontecimiento y se reparten bebidas y viandas entre los asistentes.

Es interesante referirnos ahora al hetzmek según lo describe Pacheco Cruz, para advertir ciertas diferencias de importancia. Veamos qué es lo que hacen los padrinos, ya que han rezado frente al altar con la comida que antes mencionamos:

“Luego toman a la criatura en brazos, se arrodillan, rezan con acompañamiento de cánticos melancólicos. Colocan en sus caderas al niño de tal manera que quede a horcajadas, y mientras hace esto va dando siete vueltas alrededor del Koz, que es un trípode de madera a manera de candelabro. Terminando las vueltas, da otras en sentido inverso, y el epílogo de la ceremonia consiste en distribuir toda la comida ofrendada a los dioses.”

“Si es varón, las primeras siete vueltas las da el padrino y las otra siete las da la madrina; pero si es hembra, corresponde a la madrina el primer turno. En el inter de las primeras vueltas, la madrina cumple con su deber proporcionando a la ahijada objetos para que agarre, como jabón, un pedazo de hoja de plátano que indican, según piensan ellos, que será buena lavandera y tortillera.”

“Si es varón, el padrino le proporciona machete, hacha, coa, etc., para indicar que será un buen campesino y agricultor, reventando por último una escopeta sin carga, que para que el niño sea con el tiempo un magnífico cazador.”

Oswaldo Baqueiro López

Continuará la próxima semana…

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