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Amenazas y Chantajes (II)

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Perspectiva

II

En la aportación de la semana pasada mencioné dos casos que demostraban cómo, ante situaciones similares en cuanto a los originadores, se podía actuar de manera tan diferente: una buscaba evitar la repetición futura en Yucatán de una mala broma, la otra “premió” el comportamiento fuera de la Ley de unos secuestradores de más de 90 conductores en Tenería, en el Estado de México.

Al día siguiente de que se publicó esa opinión, ooootro grupo de estudiantes Normalistas, ahora de Michoacán, repitió la conducta que sus similares del Estado de México había esgrimido para obtener sus prebendas; los Normalistas de Michoacán secuestraron 23 autobuses y a sus conductores.

Hasta hoy, jueves 17 de octubre, algunos de esos conductores continúan privados de su libertad, lo cual refuerza lo que indiqué como hipótesis: desde el primer momento en que se enseñó a esos jóvenes que así –anárquicamente– podrían obtener una respuesta positiva a sus demandas, lo continuarían haciendo con lo cual, efectivamente, el Estado había instituido un siniestro precedente.

Este comportamiento no es nuevo, como puede atestiguar cualquier ciudadano que viva en la atribulada CDMX que, un día sí y otro también, debe sufrir marchas, protestas, reclamos y exigencias de diversos grupos –algunos con razón, otros tan solo para chantajear– que han encontrado que crear el caos vehicular es una buena manera de obtener soluciones a su favor.

Los más recientes en actuar así, creando caos y afectaciones al por mayor, fueron un pequeño grupo de taxistas del Estado de México y los elementos de la Policía Federal que no desean formar parte de la Guardia Nacional. Estos exigen se les liquide conforme a la Ley Federal del Trabajo, reconociéndoles su antigüedad; aquellos exigían que no se permitiera laborar a los taxistas que transportan personas que solicitan sus servicios a través de plataformas digitales.

La excusa de las autoridades en la CDMX para no desalojar las vías públicas con el uso legal y autorizado de la fuerza que les fue detentada cuando ocuparon el puesto es a la vez histórica como una demostración de los peores motivos para evitar la aplicación de la ley de libre tránsito.

El episodio en Tlatelolco, en octubre de 1968, no ha cicatrizado y, peor aún, es la muleta que han usado muchos de los gobernantes de la Capital, entre ellos quien ahora ocupa la Presidencia, para solapar a grupos que también han usado para sus propósitos, permitiéndoles no solo sus marchas sino también los destrozos que muchas veces generan, mientras soliviantan los ánimos de ciudadanos que no necesariamente comulgan con los manifestantes ni con sus ideas.

¡Al diablo con las instituciones! parece ser el ánimo que permea en estos ejemplos, y el mismo Presidente de México se aprovechó de esa inacción de las Autoridades durante el penoso episodio de su protesta en el Paseo de la Reforma, hace poco más de una década, causando millonarias afectaciones a los comerciantes de la zona en esos días.

Otros “practicantes frecuentes” de estos bloqueos y chantajes son los dizque profesores de la infame CNTE, que también sabemos qué han obtenido del gobierno federal y, por lo tanto, lo seguirán haciendo cuantas veces se les antoje.

Dese esta perspectiva, todos sabemos que no se puede exigir a los demás algo que nosotros no estamos dispuestos a cumplir y, por lo tanto, el Presidente también sentó un peligrosísimo precedente con su actitud, allanando el camino a muchos de los que ahora vemos aprovechar y repetir sus enseñanzas porque ¿cómo va a prohibir algo que él mismo hizo?

¿Cuándo acabará esto? Cuando tengamos un gobernante dispuesto a trabajar para y por nosotros, no para su beneficio, y que no tenga cola que le pisen. Diógenes sigue buscándolo, al parecer.

Pero hay una nueva práctica de chantaje desde el gobierno que causa aún mayor preocupación, y de cuyos alcances hemos visto dos manifestaciones en la última semana. De ello nos ocuparemos en la próxima aportación.

S. Alvarado D.

sergio.alvarado.diaz@hotmail.com

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