El día de ayer, 30 de abril, se festejó el Día del Niño. Ello fue oportunidad para que las escuelas, los padres y, sobre todo, los siempre pendientes comerciantes, hicieran festejos para inducir al consumo de golosinas, juguetes, ropa, zapatos y demás artículos usuales para promover tal fecha.
No faltaron los espectáculos, las publicaciones, o las cortesías de dulces o refrescos, restaurantes o expendios de comida rápida, y membresías que, como es usual, activaron su publicidad para favorecer los consumos.
Desde luego, estamos haciendo referencia como consumidor potencial al sector poblacional de las familias que cuentan con recursos o facilidades de crédito para darles un gusto a sus pequeños en esta fecha tan especial.
No ocurre así en las zonas marginadas, en los pueblos del interior del Estado, en las familias humildes donde las limitaciones, el desempleo y las necesidades se encuentran todos los días sin excepción.
Para los niños de estos niveles económicos las autoridades y centros comerciales dieron promociones en los espacios públicos, centros comerciales, parques recreativos, etc., en forma gratuita.
Aún en las circunstancias más angustiosas de una madre o un padre, el afecto por los pequeños se demuestra dentro de la familia y su pobreza. Ese es un rasgo de nuestro pueblo que nos hace admirarlo y quererlo, deseando que en esos hijos de hoy, depositarios de sus afanes, surja el camino para la superación individual y colectiva que bien se merecen.
Luis Alvarado Alonzo