Editorial
Muy serios y difíciles momentos afectan, en estos tiempos de cambios políticos sustanciales, trascendentes, a medios de comunicación de todos los niveles, ya sean cadenas televisivas o modestos transmisores de radio de corto alcance y penetración.
Rota la columna vertebral de los sistemas informativos transnacionales, nacionales y locales, que operaban como un sistema de vasos comunicantes, cada medio ha de proveerse ahora por sí mismo el material que deberá incluir en sus ediciones cotidianas.
¿Quién en estos tiempos puede generar sus propias noticias sin el soporte de los Copyright, antiguamente en uso cotidiano?
Dar certeza y validez a cada información, recoger y mantener prueba o imágenes de lo dicho o escrito, tener una línea responsable que motive al lector, al oyente, al observador de imágenes, no es ahora tarea fácil.
El sistema político mexicano, antiguo proveedor del mayor volumen de noticias originales, enmudeció a partir de las últimas elecciones federales, que tuvieron como sorpresivo resultado el ascenso de un régimen político distinto, con el mayor soporte popular de este siglo, en el que las multitudes de votantes han reencontrado y usado el poder de sus sufragios. De ahí surge un rechazo natural de los ahora desplazados para con las figuras cimeras de ese cambio de paradigma social.
El ejercicio actual de desnudar selectivamente a los corruptos según su visión y su manera de operar en manadas informativas como socios, asociados o en sociedad, funcionó en los primeros seis meses de ejercicio constitucional a lo que se ha dado el nombre de La Cuarta Transformación, y continúa cimbrando a los viejos y agazapados intereses comulgantes con la desnudada corrupción, de la que aún no se perciben más que algunos muy ligeros perfiles.
¿Hacia dónde, pues, pueden inclinarse los medios informativos que han sido despojados de sus oxidados argumentos de adalides de la democracia y la transparencia?
El cambio les cayó de sorpresa, como a todos. Y aún les sigue cayendo al culminar cada elección municipal, local o estatal.
Las televisoras nacionales evidencian su pobreza creativa y su apego al trayecto económico, más que el proyecto social. Idéntica situación es la de los medios escritos, que bien saben que las palabras mantienen en el tiempo su vigencia escrita y referencial.
De ahí que se den vacíos temáticos en los contenidos periodísticos, y las columnas de los grandes rotativos nacionales se perciban apagadas, ociosas.
Las reacciones que se perciben y observan van en el sentido del rechazo a lo nuevo, a lo que va contra los sistemas otrora proveedores de capitales frescos y canonjías mediante componendas con el poder político que ahora ha caducado.
Se hace burla y menosprecio de un nuevo régimen que, ese sí, surgió de la voluntad colectiva surgida en el hastío de la anterior vida política mexicana y emergió plantándose desafiante con más de treinta millones de votos.
Tirar pedradas a ese gran muro de voluntad popular es perder lamentablemente el tiempo. Es como pararse frente a los muros de Trump para llenarlos de insultos, así sean escritos.
Son tiempos estos para sumar voluntades y esfuerzos. No para arrojar piedras a las ventanas ajenas o andar como chivos en cristalería.
Aún con errores iniciales, el pueblo se impone y consigue, y la lucha sigue.
“Caminante, no hay camino, se hace camino al andar…”