Esta fecha, dentro de la memoria histórica de la humanidad, ha servido por decenas de años para recordar el oprobioso sometimiento de las clases obreras, las represiones y la sangre derramada en aras de la defensa de los derechos de los trabajadores.
La explotación, el abuso, las situaciones injustas en contra de millones de seres humanos durante largos períodos por capitalismo salvaje o la prevalencia de condiciones de trabajo creadoras de enfermedades degenerativas, pobreza, muerte prematura, todas se recuerdan en esta fecha como si ya fueran cosas del pasado, olvidando que tales abusos perviven, están entre nosotros, continúan actuando para exprimir la energía vital de trabajadores de todas las latitudes.
La guerra de castas en Yucatán, Cananea y Río Blanco, aún son referencias válidas de lo que ocurre cuando el trabajador se levanta en armas contra sus explotadores. Las grandes potencias mundiales no han sido excepción.
Producto favorable de esas luchas obreras es la serie de condiciones de trabajo que supuestamente protegen a los núcleos laborales. Y esto viene a ser la llamada justicia laboral que, según los textos jurídicos, está vigente a plenitud en nuestro país. Esa es la apariencia si nos conformamos con las formas, porque en el fondo, al menos en México, a más de cien años de una llamada revolución social, la realidad es distinta.
Hace unas semanas, el dirigente vitalicio de una organización de trabajadores mexicanos adquirió una estatua de su figura y la ubicó en el edificio desde el cual opera, desde hace decenas de años, una confederación “defensora” de los derechos laborales de los obreros que a tal dirigente y sus directivos cubren cuotas obligatorias por millones de pesos mensuales, para que los “defiendan, representen y protejan”.
Cómo podríamos entonces explicarnos que, en Yucatán, el pleito obrero-patronal de la “Embotelladora de Sidra Pino” ha resultado a favor de los modestos trabajadores desde hace varios años y que, no obstante, para sobrevivir y mal comer invocan limosna de automovilistas en sitios cercanos a su antiguo centro de trabajo. ¿Dónde están y qué hacen tales liderazgos defensores de obreros? ¿La justicia laboral es letra muerta? La imagen cotidiana de estos ex–trabajadores, abandonados a su suerte, ejemplifica la crisis de valores y liderazgos en Yucatán y el país.
Cuando el candidato a Presidente de la Republica Luis Donaldo Colosio expuso en un mensaje “veo un México con hambre y sed de justicia” dijo una gran verdad, y por ello fue asesinado.
Aún por estas fechas continúa firme el reclamo.
¿HASTA CUÁNDO?