Caminando por las Calles
XL
AVENIDA JUÁREZ, CIUDAD DE MÉXICO
ALFONSO HIRAM GARCÍA ACOSTA
Caminar el Casco Histórico de la Ciudad de México, San Juan de Letrán, y la Av. Juárez, fue algo que hice en muchas ocasiones. En 1936, cuando llegué al Distrito Federal a los 26 días de nacido, en ese México di mis primeros pasos y, cuando ya caminaba, acompañaba a mis padres por esos recorridos de gratos recuerdos infantiles. Con nostalgia viajo en mis recuerdos al Zócalo un 15 de septiembre, vestido como mestizo, con alpargatas y filipina, sombrero de jipi y corneta de cartón en la mano, con mis padres –tenía 7 años– de lo cual conservo la foto; mi madre embarazada de mi hermana Alma. Comíamos medias noches en Sidralí, me compraban biscochos en Calvin, y pasteles en El Molino. Éramos felices, gratos recuerdos de una niñez en la que inició mi amor a la Cultura y las Artes.
Al Zócalo Capitalino, llegábamos en el tranvía de La Villa-Zócalo. Vivíamos en la Col. Estrella, en la calle de Acerina, paralela a la Calzada de Guadalupe. En una Feria del Libro en ese lugar, mis padres me compraron los seis tomos de “El Libro de Oro de Los Niños”, que conservo para mis bisnietas Dionne Michelle y Alondra, de 7 y 3 años, respectivamente; así como mi primera novela –“El Erial” de Constancio G. Vigil– y algunas de las fábulas de Andersen y de Samaniego.
El Centro Histórico de la Ciudad de México –D.F. en esa época–era el centro de la aldea lacustre de cinco lagos: El lago de Texcoco, el Lago de Chalco, el Lago de Xochimilco, el Lago de Zumpango y el Lago de Xaltocan. En la pequeña isla central se instaló el conjunto político y ceremonial de Tenochtitlan-México, la cabecera de la Triple Alianza, donde dominaron los mexicas.
Tras la conquista española –1521–, la ciudad mexica se constituyó como centro político, económico, religioso y cultural de la Nueva España.
Acompáñame a caminar desde el Zócalo, sobre la calle de Madero, hasta llegar a la Casa de los Azulejos –hoy Sanborns. En el cruce con San Juan de Letrán –hoy Eje Central– contra esquina estaba la famosa librería y regalos “Nieto”, donde siempre me detenía para revisar sus grandes libros sobre la obra de Rivera, Velazco, o del Dr. Atl, con sus paisajes vernáculos destacando sus volcanes. Enfrente, el Palacio de las Bellas Artes, lugar que está enmarcado en mi niñez ya que Guadalupe Rey, mi maestra de piano, me presentó, junto con Santiago Gutiérrez, en la Sala Manuel M. Ponce; interpreté a Schumann, con cuatro de sus obras; la crónica del concierto la escribió el musicólogo Gerónimo Baqueiro Foster, amigo de mis padres. Contra esquina de ese punto ahora se alza la torre Latinoamericana, cuya cimentación fue calculada por mi amigo y maestro Benito Alizar Pacheco.
Ya estamos al inicio de oriente a poniente de la Av. Juárez. A unos pasos encontrarás el monumento al Benemérito de las Américas, Don Benito Pablo Juárez García, destacando la Alameda Central de la ciudad. Pasando está el Hotel Regis, donde viví varios años, cuando me pagaba el ISSSTE por mis servicios profesionales como Ingeniero residente, luego como Supervisor de Obras, Secretario particular del Asesor de proyectos y Construcciones y, posteriormente, como Jefe de Construcción Nacional del Instituto de Seguridad Social para Trabajadores del estado, cuando a mi cargo estaban los Conjuntos Habitacionales, Tiendas, Guarderías, Hoteles y la Planeación Hospitalaria del país. Sus oficinas centrales se encontraban en los altos del Teatro Jiménez Rueda del propio Instituto, y ocho niveles de oficina se hallaban en la Av. Juárez N° 62, para lo cual caminaba dos cuadras. Este era un paseo a todas horas, andando o acompañado con Don José Tafoya, el chofer asignado a mi servicio.
Esta calle comienza a partir del ahora llamado Eje Central “Lázaro Cárdenas”, como una continuación de la calle Madero, y termina con el Eje 1 Poniente Bucareli y Paseo de la reforma, enfrente de las Torres del Caballito y la Lotería Nacional.
Anteriormente, cada sección de lo que hoy es avenida Juárez llevaba su propio nombre —de oriente a poniente— y eran:
- Calle de la Fuente de San Francisco entre San Juan de Letrán (hoy Eje Central Lázaro Cárdenas) y López, es decir, frente a Bellas Artes;
- Calle de Corpus Christi, entre López y Nueva (hoy Luis Moya)
- Calle del Calvario, entre Nueva (hoy Luis Moya) y San Diego (hoy Dr. Mora)
- Calle de Patoni entre San Diego (hoy Dr. Mora) y Rosales/Bucareli/Paseo de la Reforma
En los años 40, 50 y 60 del siglo XX, era la avenida de compras más exclusiva de la ciudad con renombradas tiendas como “Regalos Nieto”, tiendas de pieles como “Manzur”, “Kamchatka” y “Casa Hans», y joyerías como la “Platería Alameda”.
Sus hoteles eran famosos por sus restaurantes, centros nocturnos y cabarets. Recuerdo el hotel “Alameda”, uno de los más grandes y de mayor alcurnia; el Hotel Regis, con un cine del mismo nombre que luego desapareció para dar lugar al Cabaret “Capri”, al bar “El Establo” y sus baños de vapor; ahí pasé más de dos años, dejándolo un año antes del sismo que lo destruyera. Estaba también el cine “Alameda” con una techumbre tachonada de estrella que brillaban cuando se obscurecía la sala; la XEQ, donde asistí a sus cabinas para entrevistas de la radio en sus inicios, estaba en José María Marroquí,; estaban también el cine “Variedades” y el “Real Cinema” y, frente a “Regalos Nieto”, a un lado de la Latino, se encontraba el “Cinelandia”, que ofrecía caricaturas y comics de 9:00 de la mañana a 9:00 de la noche, con permanencia voluntaria y venta de jugo de caña en su pasillo de entrada.
Dejé para lo último el Hotel “Del Prado”, por ser parte de los inmuebles del ISSSTE, cuyo mantenimiento estructural estuvo asignado a la Asesoría General de Proyectos y Construcciones del ISSSTE, a cargo del Ing. Ramiro Ramírez Tiscareño, quién me proyectó en mi carrera profesional, cubriendo mi maestría en Planeación Hospitalaria. De este hotel conservo gratos recuerdos: su Bar “Nicté-Ha” dio cabida a “Las Maya Internacional” que dirigió la pianista y cantante Judith Pérez Romero, a quienes conocí, convirtiéndome en amigo de todas, era el lugar de escape para escuchar nuestra música vernácula y recorrer Europa con sus interpretaciones de música popular italiana, francesa, española y americana. El Cabaret Montenegro, de gran postín por sus presentaciones de cantantes, magos, orquestas y artistas del cine, fue donde trabajó Alfredo Sandoval, compañero acróbata de motociclismo, y también el Mago “Krotani”, quien me invitó a una de sus presentaciones a cargo del simpático animador Ignacio Nacho. En la mesa de pista que me fue ofrecida estaba una guapa mujer estrella del cine nacional: Tere Velázquez, naciendo entonces una grata amistad.
Debo indicar que el hotel tuvo una falla de cimentación en esa época y el Ing. Ramírez Tiscareño me dijo: “Ve que se puede hacer, hay ya un desplome de más de 80 cm. de la fachada sobre Juárez.” Convoqué a Samuel Ruiz García, mi asesor de mecánica de suelos del ISSSTE y de ICA –“Ingenieros Civiles Asociados”, para su estudio, y en pocos días nos presentó un proyecto de pilotes con gatos hidráulicos para enderezar el edificio, el cual se niveló en menos de 45 días, dejando testigos de bronce para hacer nivelaciones frecuentes.
En el vestíbulo del hotel estaba colocado el mural “Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central”, del Maestro Diego Rivera. En su pasaje había tiendas de firmas conocidas y restaurantes como Sanborns, Sorrento, de culinaria italiana, y la famosa tienda “Prado Bags”.
En 2013 avanzaron planes para recuperar este corredor, insiriéndose el rescate de la avenida Juárez en el Proyecto Maestro de Recuperación del Eje Urbano Insurgentes-Zócalo. Esto sigue después de la restauración de la Alameda Central y su acera en frente en 2011-2013, la cual costó 313 millones de pesos mexicanos. Como parte del mismo esfuerzo, el empresario Carlos Slim anunció planes para restaurar y convertir en residencias el Hotel “Bamer”, en Av. Juárez 52.
Hoy recuerdo al Poeta Carlos Duarte Moreno, cuya cabeza de columna era “Caminando por las Calles” en el Diario del Sureste. En estos escritos me acompañó su estro desde el Plano Astral donde se encuentre. Su memoria sigue viva, así como sus consejos y su afecto. En 1936, mis padres y yo, y Carlos Duarte y su hijo -compañero de estudios universitarios- fuimos vecinos en las calles de Granada. Carlitos y yo aprendimos a caminar juntos y fuimos con nuestros padres del Zócalo hasta Bucareli, crecimos en ese Centro Histórico, que hoy pongo a su consideración al evocar la nostalgia.
Abur.
Fuentes
Archivo AHGA