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XIII
Continuación…
LUIS ROSADO VEGA – Uno de los más altos poetas yucatecos, nació en Chemax, Yucatán en 1873 y falleció en Mérida en 1958. Pedro Henríquez Ureña, en su “Breve Historia del Modernismo”, lo toma en cuenta entre los más destacados liridas mexicanos. Aunque pulsó preferentemente la lira, (la vieja lira de Orfeo) no desdeñó hacer poesía festiva, según señala José Esquivel Pren en la Enciclopedia Yucatanense, donde hace notar que sus colaboraciones humorísticas en la revista “Pimienta y Mostaza”, cada año de 1903, las firmaba con el seudónimo de Maese Ventura. Damos a continuación dos de tales poesías.
UNO DE TANTOS (DE MUCHOS)
Todos me conocen,
todos, ¡voto a Dios!
no hay nadie aquí en Mérida
que ignore quien soy.
Me llamo Pepito
de Burrinburrin,
y para más señas
en Dzemul nací.
Y soy indio puro,
mas juro que soy
descendiente puro
de un gran español.
Así a todos niego
que nací en Dzemul,
vengo de los Cides
y es mi sangre azul.
Soy hijo de ricos,
muy claro se ve,
¿no ve usté en mí el yerro
de la estupidez?
Me fui al extranjero.
Estudié en París
y volví más tonto
de lo que me fui.
Y vuelvo a mi tierra,
ya lo sabe usté,
como soy tan torpe
nada sabo hacer.
En cambio mi traje
no tiene rival,
que aunque muy ridículo
cuesta un dineral.
Mire mi levita
y mi pantalón
y mis zapatitos
y esta enorme flor.
Miren mi sombrero,
¡Eso es lo mejor!
Aquí sí que amigos
se acabó el carbón.
Que mi único oficio
Sépalo usté ya,
es embellecerme
de manera tal,
que nadie al mirarme
pueda distinguir
si yo soy un hombre
o una bella hurí.
Despierto a las nueve,
al espejo voy,
y empieza la cosa,
ya usted entendió;
me pongo polvillo;
me pongo carmín,
me engomo el postacho,
me lustro el botín,
un príncipe… artificial,
y un bello Adonis… de trapo,
con su cabello en aceite,
hábilmente recortado,
partido en dos por delante,
y por detrás, ¡San Macario!
Formando un bosque de pelo
que más que polka… es fandango;
ítem más, algunos rizos
sedosos y perfumados;
con su saquito muy corto,
su calzoncito ajustado,
su chalequito de seda
sin solapas, esto es claro,
con su corbata menuda
bajo de un cuello muy alto,
con sus zapatos enormes,
deben ser americanos
para que también resulten
elegantes los zapatos–
con mediecitas caladas
que dan público espectáculo
de epidermis blanca y fina
cuando el niño con más garbo
que una barbiana, se alza
el calzoncito ajustado;
con sus ojos bailadores
moviendo siempre los párpados,
con sus labios que sonríen
con mohines estudiados
con su cintura de avispa
con su rostro empolvillado,
con el reloj para arriba
y con morronguito al canto,
o bien con un jipijapa
aunque artificial muy blanco,
con las narices abiertas
como si aspirara algo,
con su boquilla de ámbar
para menudos cigarros,
su pañuelito de seda,
su bastoncito o su látigo,
resulta más chic lo último
por denotar mayor rango
y viendo lo lindo
y hermoso que soy,
me pego al espejo y un beso me doy.
¿Qué soy lo más torpe?
claro está que si,
pero eso no importa,
soy un serafín,
y mientras más tontos
somos los high life,
más nombre tenemos
en la sociedad.
Las niñas suspiran
en cuanto me ven,
pues nunca se fijan
en la estupidez
ni en otras cositas
de marca mayor,
si va uno vestido
como lo voy yo.
Y rosas me adulan,
que estoy come il faut (com il fo),
y todos me quieren,
porque rico soy.
¿Usted me conoce?
¡Ya lo creo que sí!
voy enamorado
de aquí para allí.
TENORIOS A LA MODERNA
Empleadillo en lencería,
poca edad, dieciocho años,
en el cacumen… basura
en la bolsa… algunos cuartos,
porque sólo gana al mes
quince o veintidós morlacos.
Empero va por las calles
hecho un Creso… de escenario,
con su carita de cielo,
pero, conste, cielo raso,
con su caída de ojos
y sus andares tan majos;
¡Vamos, que están retechulos!
¡Qué bellos, qué lindos!… ¡Vamos!
que parecen doncellitas,
rosas, jazmines o… nardos;
máxime si van en coche,
pero en un coche ensunchado,
que lleve campana o pito
y un cochero muy… malcriado.
Entonces en el disloque,
la mar, ¡grandioso espectáculo!
hay que remirar entonces
cómo va el niño tan guapo,
con una pierna cruzada
sobre la otra, enseñando
las caladas mediecitas
así, así, como de paso,
con la frente muy erguida,
con la boquilla en los labios,
y con el indispensable
latiguillo entre las manos.
¡Ay! y va tan orgulloso
y van tan réquetemajo,
que parece que así dice:
–Alto ahí, que va pasando
lo que Dios echó a la tierra
de más alero y más garbo,
que aquí va la flor y nata
de cuanto hay de enamorado,
y no hay chica que resista
mis florecientes encantos;
que para mí no hay en Mérida
otro mocito más guapo
ni de mejores hechuras,
ni más lindo, ¡vamos, vamos!
Y yo digo: ¡Santo cielo,
santo cielo, cielo santo,
si será que entre los sexos
se ha establecido algún cambio.
Conrado Menéndez Díaz
Continuará la próxima semana