Con 88 años de presencia entre nosotros, los mexicanos continuamos en la contemplación de esta obra maestra del pintor zacatecano Francisco Goitia. Sus biógrafos y analistas, críticos pictóricos exigentes, dicen que “Es un arte realista surgido de un pintor de la pobreza y el dolor”, en el que se “capta el lado dramático de la vida de los sectores populares marginados…”
Nosotros, a casi nueve décadas de su exhibición, encontramos en este cuadro la tristeza de los humildes, su grado de frustración ante la situación imperante, su desesperanza de hallar alternativas viables para llamar la atención de los poderosos, de los gobernantes, de los actores políticos de cuyas manos y decisiones podrían darse cambios.
A la luz de una vela que ilumina el pie descalzo, con el rostro cubierto por las manos morenas, una mujer se aísla de su realidad. A su lado, con las manos implorantes, los ojos apagados, el gesto de angustia, otra figura llora ya sin lágrimas. En tanto, la única luz, la vela humilde, no logra iluminar el fondo de dolor, la negrura de un destino que nos golpea la conciencia.
“TATA JESUCRISTO” es una obra de denuncia firme y constante. Es un trabajo artístico trascendente de un creador admirable.
Así lo entendemos.
Luis Alvarado Alonzo
