XXIV
‘Los Shinobi-no-mono al parecer tuvieron actividad en todos los continentes conocidos. Su fama y efectividad trascendieron fronteras en las élites, que acudían a ellos para muchas tareas importantes. Infortunadamente, su clandestinidad impidió un registro del tamaño y trascendencia de sus proezas.’ – AYUMI KOIZUMI, Cronista
Era un atardecer espectacular, algo muy común en Yucatán, aunque sin duda aquel era digno de ser inmortalizado en un óleo. Resultaba irónico que ese escenario fuera el elegido por el ‘Asesino de Negro’ para penetrar en la residencia.
Munetaka y Masayoshi blandieron sus espadas para enfrentarlo, pero este los barrió con una ráfaga de su Vz 61 ‘Skorpion’. Los cuerpos aún no caían a la gravilla de la entrada cuando una granada era lanzada al interior de la casa, estallando con enorme estruendo. Fumiko murió destrozada, al igual que Isamu.
Avanzando por un costado de la propiedad, Kadashi llegó al jardín lateral, donde las margaritas eran mayoritarias sobre otras varias especies que perfumaban el sitio.
Al quedar de frente a su enemigo, Hiroshi tomó su katana y lanzó una advertencia al “Asesino de Negro”.
<<Soy Hibiki Matsumoto. Soy un Shinobi-no-mono y no te temo>>
Kadashi sonrió mientras observaba la posición de combate de su rival. No se dignó contestar de inmediato. Cuando lo hizo, fue en voz alta:
<<Soy Kadashi Fukuda, enemigo natural de tu clan desde hace más de 500 años. Matarte es una asignación obligada del mío, así que con tu muerte no solo saldaré esa deuda histórica, sino que también me daré la satisfacción de hacerte sufrir. Ten miedo, Hibiki Matsumoto. Vas a experimentar dolores inéditos, y después decapitaré a tu amorcito… Nunca he fornicado con un cuerpo sin cabeza; esta sí que es una oportunidad…>>
Como un rayo, Kadashi lanzó de repente tres mortales estrellas envenenadas que apenas fueron esquivadas por Hiroshi lanzándose hacia atrás. Cuando su espalda chocó con el suelo, ya había contestado enviando sus shuriken, pero ninguno alcanzó su objetivo, pues este se movía con velocidad increíble.
El estruendo de las espadas al chocar por primera vez fue ensordecedor. El reflejo iluminaba el entorno. Aullando como lobo, Kadashi lanzó una andanada de tajos que milagrosamente fueron detenidos por su rival.
Girando, “El Asesino de Negro’ impactó con la pierna el pecho de su contrincante proyectándolo dos metros. El aroma de las margaritas que limitaban el jardín penetró por la nariz de Hibiki mientras caía. De inmediato se incorporó, porque su demoníaco enemigo lanzó otro ataque.
El primer intento buscaba el corazón del heredero del clan Matsumoto, pero este lo detuvo utilizando su espada corta. Dos intentos llegaron por izquierda y derecha, tratando de encontrar su cuello, pero en ambos la katana logró detenerlos. Girando una vez más, Kadashi buscó cortar un brazo a Hibiki, pero de nuevo fue detenido, provocando su ira. Con el codo, alcanzó el párpado izquierdo de su contrincante, reventándolo y salpicando de sangre. De inmediato, lanzó una patada lateral que depositó lejos a su presunta víctima.
Revolucionando su ataque, Kadashi se lanzó con todo, golpeando con su espada la de su enemigo, que se empeñaba en prolongar la agonía, pues a cada tajo respondía con un bloqueo. Hibiki trató de sorprender usando un filoso sai pero no encontró la carne, aunque le dio un cabezazo a Kadashi que alcanzó a sacarlo de balance. Insólitamente, era la presa la que ahora lanzaba contraataques con dagas cortas, lanzadas de manera inesperada. El ‘Asesino de Negro’ esquivó dos, pero la tercera se enterró en su antebrazo.
Furioso, lanzó otra andanada de tajos y esta vez el filo de su katana logró penetrar la piel de su rival, abriendo un tajo en el pecho, aunque sin llegar al corazón. La sangre comenzó a manar. Hibiki giró, conectando una patada de dragón que sorprendió al maniático homicida. Proyectado contra la albarrada, este sintió un agudo dolor en la espalda. Esas malditas lajas yucatecas.
Casi de inmediato contraatacó con su arma, buscando matar.
Cada vez que las espadas chocaban, el sonido se proyectaba por toda la zona, llegando al refugio donde Chieko seguía en trance, viajando a un mundo distinto al nuestro, conectada con otras realidades. En su travesía, escuchaba perfectamente el sonido de las espadas como un estímulo sonoro que se prolongaba indefinidamente, como si el tiempo fuera relativo entre ambos puntos.
Hiso estaba desesperada: su amo ya estaba eliminando a su enemigo, y ella no lograba dar con Chieko. Había recorrido cada rincón de aquella ‘haciendita’ sin hallarla. Solo le faltaba inspeccionar el patio, el cual era considerablemente grande, pues tenía cultivos de diversos tipos.
Usando su visor infrarrojo, recorrió el área, pero no encontró el objetivo. Desconcertada, decidió serenarse para pensar. Entonces percibió una respiración muy tenue. Era la de Chieko.
La encontró dentro de una sacabera, semi oculta por unos henequenes. Parecía meditar, asumiendo la tradicional posición
Del coraje paso al éxtasis. No daba crédito a su suerte: Tenía a su odiada enemiga a su merced en esa especie de cueva, en la posición adecuada para, de un solo tajo, cercenarle la cabeza.
Pensó que Kadashi estaría orgullosa de ella. Después de tomar su vida, solo debía arrancarle el corazón para que su amante realizara el conjuro que permitiría a ambos ascender al siguiente nivel existencial.
Desenfundó su katana y se dispuso a lanzar el corte mortal…
Una luz intensa la obligó a cerrar el único ojo que tenía, elevando su nivel de alerta.
Del fondo de aquella cueva apareció una mujer enfundada en un traje ninja de tonos púrpura oscuros. Dos katanas enfundadas en su espalda sobresalían a ambos lados de su cabeza. También portaba dos espadas cortas, un sai, y una cadenilla de acero que rodeaba su cintura. Tenía cubierto el rostro, por lo que solo sus ojos eran visibles. Se detuvo a dos metros de Hiso y guardó silencio.
Hiso trató de normalizar su pulso, pero evidentemente aquello se salía de lo normal. Su pregunta estuvo bañada de incertidumbre: <<¿Quién demonios eres tú y qué quieres?>>
La mujer desvainó ambas katanas antes de contestar.
<<Soy Mitsu, una Shinobi-no-mono y voy a matarte.>>
Continuará…
RICARDO PAT