Caminando por las Calles
XIX
LAS CALLES NO TERMINAN
ALFONSO HIRAM GARCÍA ACOSTA
Una de las ciudades que más he caminado es La Habana, en Cuba. Aunque he tomado el transporte público, me apetece más deambular para mis traslados, para recoger el ambiente de este solar antillano, y penetrar su historia.
Esta columna la he dedicado a unos de mis maestros en la crónica y la poesía: el escritor y poeta altamente laureado Don Carlos Duarte Moreno, que radicó en Cuba en los años treinta, junto con José “Pepe” Domínguez, el trovador yucateco –uno de los pilares de la canción yucateca. Ante una taza de café en el restaurante del Teatro Peón Contreras, a su hijo Carlos y a mí nos relataba su vida cultural en la ínsula antillana. Esto dio pie a que pusiera en marcha hacer un libro sobre Las Calles –como tema– con mis compañeros poetas y escritores latinoamericanos, que espero sea editado en el año que viene. Un 80% de dicho material ya está en mis manos y puedo adelantar algunos nombres que me acompañan en este poemario: Xiomara Villarreal y Félix Contreras, de Cuba; Esther María Osés, de Panamá; Raquel Mongiello y Mario Paoluchi, de Argentina; Gisela Guedes, de Venezuela; Carmina Gallo, de Colombia; Hugo Altez Alberti, de Uruguay, Luzelva Andazola Capó, de Estados Unidos; de México ya cuento con la participación de los escritores y poetas Wachy Bates, María Ella Gómez Rivero, Victoria Campos. Me faltan algunos de Chile, Ecuador, y otros de Cuba como Luis Rey Yero y Enrique Rodríguez que navegan en el periodismo, la cultura y las artes en la provincia de Sancti Spíritus.
Publicaré algunos de los poemas, iniciando con uno de mi autoría que estará en esa edición de compañeros escritores, y poetas.
LAS CALLES NO TERMINAN
(Trinidad, Cuba, 1991) Del Libro “Las Calles” – 2018
ALFONSO HIRAM GARCÍA ACOSTA
Las calles no terminan nunca.
Se llega al final de algunas,
pero comienzan otras.
Al final de ellas,
recomienza la tuya.
Tanto gasté tu calle,
caminando arriba y abajo
que ya no debiera estar ahí
a cualquier hora.
Tu calle es afortunada,
porque vives
a mediación.
Pero yo no tengo fortuna
con las calles,
aunque en alguna vivas tú.
Quien inventó las calles
no calculó mis desdichas.
No puedo inventar siquiera
que no vives ahí,
porque
no tengo ninguna madera de inventor.