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Perspectiva
En los 80s del siglo pasado, cuando alguno de nosotros transitaba por el Periférico de Mérida solo podía significar una de dos cosas: o eras un camionero que estaba arribando de otras plazas trayendo mercancía, o te estabas dirigiendo a alguno de los lugares non sanctos establecidos a lo largo de esta que era una carretera. La frontera de lo “prohibido” iniciaba, al sur, a la altura del aeropuerto; al poniente, a la altura de lo que ahora es la Avenida Mérida 2000; y, al oriente, a la altura de Circuito Colonias; trascendiendo estas fronteras, se podía uno encontrar con locales en los que ofrecían espectáculos “para adultos” y moteles de pago por evento.
Cuando se modernizó el Periférico, a finales de la década indicada, e inicios de la década de los 90s, convirtiéndolo en una vía de comunicación para aquellos que laborábamos en la periferia de la Ciudad, ganamos una muy rápida vía que nos evitaba tener que transitar por las avenidas que en ese entonces eran los únicos medios y salidas para trasladarnos hacia los municipios conurbados. Inicialmente, la policía ni siquiera se encargaba de vigilar la velocidad máxima en el Periférico, algo de lo que muchos nos aprovechamos, la verdad sea dicha. El volumen vehicular lo permitía, y no se daban muchos accidentes.
Conforme nuestra metrópolis fue creciendo, también lo hizo ese tráfico vehicular, y también la cantidad de empresas, negocios e incluso instituciones educativas que eligieron el Periférico como opción de descentralización de sus actividades. Adicionalmente, nuevos desarrollos habitacionales aparecieron, fraccionamientos a los que únicamente se puede acceder cruzando el Periférico. Desde ese entonces, y hasta ahora, la vigilancia policíaca aumentó y, paradójicamente, también los accidentes mortales, principalmente por atropellamientos. El Periférico es el campo de cacería de la policía, que implementa retenes para sus planes de reducción de accidentes a través de controles con alcoholímetros, además de ajusticiar con onerosas multas a temerarios conductores que manejan muy por encima del límite de velocidad permitido.
Se hizo un esfuerzo inicial para reducir la mortandad que crecía a la par que la velocidad y la cantidad de vehículos a la que se transita en el Periférico: se construyeron los primeros puentes peatonales pero, desde ese entonces y hasta ahora, son insuficientes y, peor aún, muchos de los peatones ¡ni siquiera los usan! Arriesgan así, innecesariamente, su vida. Los pocos que hay no son utilizados, principalmente porque los lugares en los que se encuentran están lejos de los lugares a los que desean dirigirse los peatones, y también he visto peatones que se quejan del esfuerzo que representa subir y bajar escaleras. Sin embargo, regreso a la aseveración anterior: al no utilizarlos, arriesgan innecesariamente su vida. Como consecuencia, el Periférico se ha convertido en un camposanto, e intentar cruzarlo a pie o en bicicleta en una prueba de supervivencia.
Ahora bien, hemos visto cuántos recursos se han invertido desde hace dos décadas en agilizar el tráfico en el Periférico, incluyendo pasos a desnivel, aumento de carriles, señalizaciones, etc.; las modificaciones más recientes se hicieron en el entronque con la plaza comercial que abrirá en breve –The Harbor–, en el norte de la ciudad. Todas esas obras han permitido que el tránsito vehicular fluya. Sin embargo, insistimos en lo indicado anteriormente: no se ha construido un solo puente peatonal nuevo en toda esa inmensa inversión de recursos y, seguramente coincidirán conmigo, una vida humana vale mucho más que todas esas obras que vemos.
En el enfrentamiento entre un vehículo automotor y un peatón, o un ciclista, ya sabemos quién va a ganar y, penosamente, lo que perderá el derrotado. Las pérdidas humanas se siguen dando, y no observamos soluciones que atiendan a los de a pie, o a los que transitan en bicicleta; tan solo observamos nuevas e ingeniosas maneras de que los vehículos no se detengan en su diario transitar por esta vía.
¿Qué se requiere entonces para una solución? La respuesta inicial es “Análisis” para, posteriormente, definir y aplicar soluciones que prevengan la pérdida de más vidas. Si entre las alternativas de solución se encuentra la disminución de la velocidad sobre el Periférico, y eso permitirá salvar vidas, sea pues.
Independientemente de la solución definitiva, siguen siendo necesarios más, muchos más, puentes peatonales en la periferia de nuestra ciudad, a lo largo de nuestro Periférico. ¿Será mucho pedir que las nuevas autoridades municipales, estatales y federales se tomen el tiempo de evaluar lo que sucede y tomen acciones que beneficien a los peatones y ciclistas?
Desde esta perspectiva, la Ciudad crece exponencialmente y deben tomarse acciones prontas y definitivas. Ojalá y las labores de prevención de los delitos y, en particular, las que prevengan la pérdida de vidas humanas en nuestro Periférico de Mérida tengan precedencia sobre las de oropel que generalmente aplican los “políticos”.
S. Alvarado D.