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El síndrome de Noé es la necesidad compulsiva de acumular animales (algo similar al síndrome de Diógenes que acumula objetos y basura, pero en este caso con animales).
El trastorno psicológico por acumulación de animales, conocido como Síndrome de Noé, comienza a ser un problema de salud pública, es un trastorno psiquiátrico que consiste en acumular un gran número de animales en casa, normalmente perros y gatos, sin proporcionarles los mínimos cuidados. Se trata de un trastorno que tiene consecuencias tanto para la salud de las personas que lo sufren, como para la de los animales.
La persona que acumula animales a menudo tiene buenas intenciones, pero no controla sus impulsos; así que, aunque saben que no tienen espacio ni medios para cuidar más animales, siguen acogiendo más en sus casas. Sucede que no los atiende de forma adecuada, con los riesgos que esto conlleva, como la aparición de plagas que pueden trasmitir enfermedades, suciedad, malos olores que pueden sufrir los vecinos, ruidos, etc.
Los acaparadores de animales se ven abrumados con tanto animal en casa, socialmente se aíslan ellos, o con su actitud su entorno los va aislando. Este síndrome causa grandes trastornos a las personas y a los animales.
Los acumuladores o recolectores de animales existen en casi todas las comunidades de todo el mundo. Antes se los consideraba como personas bien intencionadas y amantes de los animales, saturadas de perros o gatos (u otras especies) a consecuencia de la sobrepoblación animal. Finalmente, se concluyó que las personas que compulsivamente recogen animales para hacinarlos, sin ser conscientes de que no les pueden brindar ni el más básico de los cuidados, presentan una verdadera patología llamada Síndrome de Noé.
Es una condición mental en la que el afectado reúne animales domésticos de manera obsesiva —como si fuera una colección— pero, al tratarse de seres vivos, también resultan afectados. Éstos acaban en peores condiciones que las que tenían en la calle, ya que el supuesto cuidador no les ofrece las atenciones mínimas que necesitan: ni comida, ni agua, ni condiciones higiénicas. La sobreabundancia de habitantes en la casa produce una falta de limpieza y de espacio acuciantes. Los problemas de salud son frecuentes, porque el supuesto cuidador no acude al veterinario ni sigue los programas de vacunas. Estas negligencias traen como consecuencia desnutrición, inanición, deshidratación, infestación de parásitos externos e internos, enfermedades contagiosas como problemas respiratorios, sarna, parvovirosis, distemper, comportamiento antisocial y, en muchas ocasiones, la muerte. La patología es tan severa, que incluso les cuesta desprenderse de los cadáveres. La persona que padece el Síndrome de Noé no reconoce que sus animales están mal, y en poco tiempo vuelve a reincidir. A veces, estos animales se encuentran en niveles críticos, con enfermedades o cría incontrolada y todo ello en un espacio con muy pocas medidas higiénicas

Quienes lo padecen tienen su vivienda atiborrada de cosas: periódicos, revistas, envases vacíos, ropa usada, papel, basura, comida, y animales. Emocionalmente están ligados a todas y cada una de sus posesiones, y son incapaces de distinguir lo que es de valor de la pura basura. Les hace sentir bien tener todo eso, y no importan las consecuencias para la salud o la seguridad.
El síndrome se da en individuos que se sienten solos, habitualmente personas mayores sin familia ni amigos. A veces se debe a una manifestación sintomática de problemas psicóticos, o de un trastorno obsesivo-compulsivo, y en ciertas ocasiones forma parte de un cuadro depresivo. Es un fenómeno relativamente frecuente que muchas veces no se nota hasta que un vecino se queja del mal olor o molestias que causan los animales en cautiverio.

De vez en cuando se habla de “la mujer u hombre de los perros” que va por la calle salvando animales que nadie vuelve a ver. Ciudadanos cierran los ojos pensando ¿qué daño puede hacer? Incluso hablan de ella como una buena persona. Pero si es una acumuladora de animales, no sólo puede hacer daño, también puede matar, lisiar y causar una tortura inenarrable a muchas generaciones de animales. Y la acumulación enfermiza de éstos es más habitual de lo que la gente cree.
Esta variable con animales es lamentablemente muy conocida entre quienes están en el mundo de la protección animal. Pero, aunque físicamente el animal esté o no enfermo, sí es cierto que a nivel psicológico este encierro en estas casas es para él un verdadero tormento. Además, según se van deteriorando las condiciones de la vivienda y aumenta el número de animales (porque se recogen más o porque van criando ahí dentro), las heces y la orina acumuladas van provocando niveles de amoniaco peligrosos, las enfermedades infecciosas pueden empezar a diseminarse sin control, las heridas no se les curan, los enfermos permanecen ignorados, tirados en un rincón y empieza la inanición.
Los acumuladores no se dan cuenta del daño físico y emocional que ocasionan a los animales que recogen o reciben. Por el contrario, suelen pensar que están haciéndoles un bien. Suelen creer que están “salvando” animales, recogiendo y llevándoselos a casa de manera desenfrenada. Se oponen a separarse de ellos, ya sea para darlos en adopción, o para llevarlos al veterinario si alguno está gravemente enfermo.

Este sujeto no es un simple excéntrico inofensivo y bien intencionado, sino alguien que padece un trastorno mental grave cuya consecuencia es el sufrimiento de los animales que posee. Estos comportamientos se suelen encontrar en personas de avanzada edad, pero también en jóvenes. Por lo general, son personas que se sienten solas, que no han superado la muerte de un cónyuge o familiar muy cercano, o que presentan cuadros depresivos. Suelen manifiestar un comportamiento huraño o un aislamiento voluntario, y rechazan la ayuda de su familia y amigos.
Los expertos consideran este cuadro como una variante del síndrome de Diógenes, desorden mental consistente en la acumulación en el domicilio de grandes cantidades de basura sin finalidad aparente. Las personas acumuladoras de animales, por lo general también padecen del trastorno de acumulación de otros objetos.
No hay datos sobre el número de personas que sufren el síndrome de Noé pero, según los medios de comunicación y las instituciones que se ocupan del control de animales y las fuerzas del orden, parece se ha multiplicado su incidencia. Lo que sí se sabe es que el 40% de personas que sufren el síndrome de Diógenes también acumulan animales. El síndrome de Diógenes es un trastorno del comportamiento que lleva a las personas recoger y acumular basura y otros objetos. Está relacionado con la esquizofrenia, aunque más de la mitad de las personas que lo sufren no tienen antecedentes psiquiátricos.
Es habitual caer en la confusión entre una persona afectada por el síndrome de Noé y una persona preocupada por los animales. Lo que diferencia a unos de otros es que, cuando se trata de una persona que padece este síndrome, no existe un criterio de realidad adecuado que permita evaluar condiciones de salubridad y bienestar, tanto de sí mismo como de los animales que posea.

De hecho, hay una gran cantidad de personas que se dedican a rescatar perros en situación de calle y poseen decenas de animales, pero pueden mantenerlos en condiciones apropiadas y eventualmente darlos en adopción. Esos casos son diferentes, por cierto.
Los especialistas identifican una posible doble causa del Síndrome de Noé: un trastorno obsesivo compulsivo o un estado psicótico, que debe tratarse de manera inmediata por profesionales de la Salud Mental.
Ante estos casos es indispensable un diagnóstico para saber cuál es la patología de base que genera este comportamiento, y en simultáneo brindar asistencia veterinaria inmediata a los animales. Solamente cuando se recibe alguna denuncia se les retira los animales, pero no reciben ningún tratamiento a su enfermedad, y en muchas ocasiones se confunde al enfermo o enferma (este síndrome es más frecuente en mujeres) con personas de buen corazón con los animales, aunque esto no es ni mucho menos así.
Incluso con las leyes vigentes sobre el maltrato a los animales, y la regulación del número de animales en las casas por las ordenanzas municipales, estos casos son muy difíciles de resolver. Quienes tienen bajo su responsabilidad la aplicación de las leyes de protección animal carecen casi siempre de medios, de fuerzas, o de voluntad para intervenir. Esta ley debería describir y tipificar estos casos como delitos de crueldad, con el agravante de alto riesgo para la salud pública; ofrecer soluciones al problema de mantenimiento y atención de los animales decomisados para no echar toda la carga encima de las protectoras y restringir o prohibir la tenencia de animales a estas personas una vez procesadas, y mantener sobre ellas un control, ya que la reincidencia es casi del 100 por ciento.

El problema implica la colaboración del entorno, familiares y vecinos, que deben alertar si detectan este comportamiento, así como un seguimiento de estas personas por parte de profesionales de la salud mental y servicios sociales, además de las fuerzas del orden, y los servicios de limpieza.
Dra. Carmen Báez Ruiz
Email: drabaez1@hotmail.es